Tras la violenta represión policial a manifestantes de la marcha del 31º ENM, frente a la Catedral, la selección de la próxima sede del Encuentro fue ríspida. Resultó electa Chaco. Agresiones y presión policial a la salida de los contingentes de mujeres.
El Encuentro tiene como acuerdo base la horizontalidad y el consenso, así se anotan las conclusiones de los talleres, la elección de la sede también se supone que cumple con esto y la aclamación es clave, pero tiene dificultades y este año la decisión no dejó conforme a todas. Myriam Bregman, del PTS al que pertenece la agrupación Pan y Rosas, y Estela Díaz, secretaria de género de la CTA nacional, coincidieron las dos en su malestar cuando se desplazó la propuesta de Buenos Aires por la de Chaco, dos escenarios bien distintos para desplegar la potencia política de estos Encuentros que movilizan a decenas de miles. Pero más allá de lo que cada quien imaginaba para el próximo, los ecos de la represión y ese «ataque» a la Catedral eran la resaca de una mala noche y traían la conciencia de que se deberá investigar a fondo: todo lo que se puede reconstruir de esas dos horas en las que llovieron balas de goma sobre periodistas habla de una intencionalidad bien armada que busca desanimar el fortalecimiento político de este acto, su masividad y su rebeldía.
Y sin embargo y a la vez, la huella del Encuentro en la memoria no se borra, esa suspensión de la vida cotidiana que habilita tanto la discusión como a hacer pogo frente a la música que te conmueve sin que te peguen, la chance de poner en común experiencias de trabajo concretas en torno a la violencia machista o en el acceso al aborto, en formar cooperativas o en cambiar las relaciones con el medio ambiente y otras especies, por nombrar sólo algunas de las conversaciones y debates que suceden; eso funciona como marca y también como provocación al deseo. Y a eso no se renuncia. Enormes grupos de mujeres, la mayoría con sus pañuelos verdes de la campaña Nacional por el Derecho al aborto Legal, Seguro y Gratuito, armaban campamentos en distintas esquinas esperando los colectivos que las devolverían a sus casas. El lunes era gris pero se veían sonrisas frente a la irreverencia de las pintadas, la marca del momento de la fiesta. «Sexo débil, un chiste», «A la mierda la belleza», «yo aborto sin culpa», «lesbianizate», «resignifiquemos la humedad» o la más provocadora: «verga violadora a la licuadora» eran algunas de las consignas que se podían leer en un entrelazado de grafitis sobre las paredes de los tribunales provinciales sobre los ocho carriles de la avenida Pellegrini que la noche del domingo estuvo atestada de mujeres.
He ahí las marcas del «vandalismo» que tanto asusta y que, en definitiva, se resuelve rasqueteando las paredes. Ese «vandalismo» que pone en escena las consignas que nadie quiere escuchar con humor, deseo y también bronca. A la protesta social que irrumpe siempre se la tilda de horda vandálica. «¡Vayan a lavar los platos, putas!», les gritaron a un grupo de chicas mientras soportaban la requisa de la policía local a la salida de Rosario ayer a la mañana. Por Facebook se denunció que hubo piedras contra algunos micros, pero más allá de ese rumor, el clima en Rosario había cambiado de la noche a la mañana y la tormenta lo subrayaba. La mala sensación de la falta de consenso en torno a la sede del próximo Encuentro Nacional de Mujeres no ayudó a despejar el gris de un cielo demasiado bajo. Desde el Frente de Mujeres kirchneristas, el PTS y otras agrupaciones de izquierda se denunció que no se escuchó el clamor porque la sede sea en Buenos Aires. Por su parte, la rosarina Majo Gerez, parte de la comisión organizadora y del espacio Mala Junta dentro de Patria Grande, defendió la decisión por la sede en Chaco que «salió como todos los años por aclamación».
Pero en la evaluación de la represión no hubo dudas desde ningún sector, el repudio es unánime y se denunció la premeditación para atacar a las manifestantes. Muchos testimonios directos, incluso lo que pudimos observar las cronistas de este diario que estuvimos en el ENM, hablan de la participación de varones que una vez que tiraron abajo las defensas con que se había tapado la Catedral se alejaban unos pasos para quitarse las capuchas y retirarse tranquilamente. Mientras, el ministro de seguridad de la provincia, Maximiliano Puyaro, aseguró que no hay nada que lamentarse en relación a la represión, que no hay manifestantes heridas a pesar de las decenas de fotos que circulan en las redes sobre periodistas y mujeres heridas por las balas de goma. La sospecha sobre el armado ex profeso de la escena tiene también asidero si se la compara con otras manifestaciones al final de los Encuentros de Mujeres, donde cuando se manifiesta frente a templos religiosos se lo hace cantando consignas claras que explican ahí su presencia. Esto no pasó el domingo a la noche.
Lo cierto es que los Encuentros Nacionales de Mujeres no pasan desapercibidos y esta represión, que se repite por segunda vez en 30 años de historia, lo deja bien claro, aunque la voluntad de encontrarse y movilizarse que se manifestó el domingo difícilmente pueda desmovilizarse a través del miedo. Como decía otra de las consignas pintadas en las paredes, las mujeres se empoderan y gritan: «el miedo va a cambiar de bando».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.