República en Marcha se define como movimiento de intervención político y social de estructura federal, forjado en una unidad ideológica, unos métodos de actuación precisos, y un funcionamiento orgánico democrático a la vez que colectivamente vinculante. REM forma parte del movimiento en la búsqueda de la igualdad y libertad que acompaña toda la historia de […]
República en Marcha se define como movimiento de intervención político y social de estructura federal, forjado en una unidad ideológica, unos métodos de actuación precisos, y un funcionamiento orgánico democrático a la vez que colectivamente vinculante.
REM forma parte del movimiento en la búsqueda de la igualdad y libertad que acompaña toda la historia de la humanidad y que sirvió de base al surgimiento del moderno socialismo científico durante el capitalismo. La Revolución Soviética de 1917, fue la primera experiencia exitosa de toma del poder político por los trabajadores, trabajadoras y el pueblo, planteándose con ello, también por primera vez en la historia, la construcción de una sociedad sin explotados ni oprimidos. Esta primera experiencia de toma del poder político fue repetida de forma diferenciada en otros muchos países durante el siglo XX.
Sin embargo nunca se ha concluido en sociedades igualitarias irreversibles. Ello nos sitúa frente a la problemática de la existencia de posibilidades reales para la desaparición de las clases sociales, que es diferente a la toma del poder político por los trabajadores, trabajadoras y el pueblo en circunstancias políticas y sociales coyunturales.
Todo ello nos induce a considerar, que siendo inevitables los intentos de acabar con la opresión y explotación mientras éstas existan, las posibilidades de construir el Socialismo están directamente relacionadas con una base material y productiva que permitiendo la imprescindible desaparición de la escasez, requieren, y a la vez engendran, una organización del trabajo, una distribución de funciones sociales, y en definitiva, de una forma de vida antagónica con la ideología y sistema de valores capitalistas.
Pero estas son solo las condiciones reales necesarias para que la acción social y política consciente de las personas, se aplique en un marco concreto condicionado por el contexto internacional; por otra parte también susceptible de modificación, por la acción política consciente en las condiciones adecuadas.
Es pues el Socialismo nuestro objetivo estratégico, un socialismo que no solo expulse la explotación, sino también todas las formas de opresión y discriminación: raciales, sexistas, físicas, culturales y clasistas.
Todos los sistemas políticos y económicos se encuentran atravesados por sus propias contradicciones internas, que son el motor de su desarrollo y a la vez de su extinción. En el caso concreto del capitalismo, obligado a la búsqueda insaciable de beneficios, sin los que sucumbiría, se ve impelido a un desarrollo productivo, técnico y científico como nunca jamás se había dado en la historia de la humanidad. Pero al hacer esto, ha socavado las bases de su propia existencia, y puesto seriamente en peligro la misma vida en el Planeta. Por una parte ha creado las condiciones para la desaparición completa de la necesidad, solo impedida por la propiedad privada de los medios de producción, y la necesidad de beneficios. Por otra, ha reducido extraordinariamente el trabajo necesario para la producción de bienes y servicios, y con ello ha socavado las posibilidades de apropiarse trabajo ajeno, que es en última instancia, el origen del beneficio capitalista. Cosa que se manifiesta también en una tendencia a la caída de la tasa de beneficios provocada por la necesidad de cada vez mayores inversiones en capital fijo (instalaciones, maquinaria, medios de producción etc.) y menores en el trabajo vivo asalariado que sostiene el beneficio empresarial. En la práctica todo ello se expresa en la bajada constante del valor de los bienes y servicios producidos y en la tendencia a la caída de la tasa de beneficios que está frenada por el surgimiento de monopolios, y oligopolios con capacidad para fijar los precios sin tener en cuenta su valor real, y coste de producción, de forma que pueden compensar la caída de beneficios basados en el trabajo asalariado, descargando sobre la sociedad consumidora, y pueblos del mundo, un gravamen que ayuda al mantenimiento de la tasa general de beneficios. Pero al hacer esto también bloquean las posibilidades reales de que todos los productos puedan ser consumidos. Èste es en última instancia el origen de todas las crisis capitalistas. Éstas no son más que explosiones volcánicas de las contradicciones que el sistema incuba.
Este sistema económico y político está condenado a la búsqueda de beneficios en espiral ascendente si no quiere morir; está obligado a expandirse por todo el Mundo, a someter a pueblos y naciones, a provocar constantemente guerras por el reparto de mercados, materias primas y fuentes energéticas, y finalmente a destruir el ecosistema, a provocar el cambio climático y a poner gravemente en peligro la vida en la Tierra. En verdad el capitalismo se ha vuelto ya un peligro para las generaciones presentes y futuras.
El capitalismo y la llamada sociedad de bienestar
A partir de la II Guerra Mundial, la producción de medios de consumo duradero pasan a ser las industrias motrices de toda la producción, logrando que el aumento de unidades producidas le ganara la carrera a la bajada de los precios; lo que facilita que artículos impensables formaran parte de la cesta de la compra de los trabajadores y trabajadoras en la mayoría de países capitalistas avanzados. El reverso es que ello se consigue a costa de descargar en los países y pueblos de la periferia las contradicciones que el capitalismo engendra. Es la época dorada de la socialdemocracia, que amparándose en las teorías de Keynes favorece el incremento de la demanda agregada, o consumo social, para incentivar la producción y el empleo mediante la intervención directa o indirecta del Estado en la economía.
Paralelamente gracias a una situación favorecida por potentes sindicatos de masas, y la presión ejercida por la simple presencia de los países socialistas, se van conquistando derechos, como educación y sanidad pública y gratuita y otras protecciones sociales. Para los trabajadores representaba la división del salario en una parte recibida en forma de salario directo, y otra en forma de prestaciones sociales no sometidas al mercado capitalista, ni sujetas a la ley de la oferta y demanda. Era una forma de socializar, aun dentro del capitalismo, una parte del salario.
A la unión de la sociedad de consumo y la estabilización -anteriormente se habían aplicado en algunos países- de prestaciones sociales, se le ha dado en llamar sociedad bienestar. Época caracterizada por un consenso social en la aceptación del capitalismo, y la adopción del sistema de valores de la clase dominante por los trabajadores, que limitan sus presiones a aspectos salariales.
A finales del los años setenta del siglo pasado, en un marco de desarrollo mundial que cada vez tendía más a la concentración de capitales, la globalización, y la pérdida de independencia económica de los Estados, el capitalismo necesitaba ampliar los espacios de inversión donde continuar su expansión, y por otra parte, compensar la caída de la tasa de beneficios con bajadas salariales o expolio social. Para ello emprende una doble cruzada: por una parte intenta ampliar los campos de inversión privatizando empresas y servicios públicos, y por otra, ataca directamente los salarios, -en primer lugar su parte socializada- recortando en sanidad, educación y protección social. De esta forma, intentando mantener la demanda de bienes de consumo a base de créditos personales, prescinde parcialmente del keynesianismo, y abraza el nuevo liberalismo que ya había ensayado en el Chile de Pinochet, como teoría económica. Esta ofensiva contra los y las trabajadoras y contra las mayorías sociales, se recrudece con el estallido de la crisis económica en 2007.
Para REM, es hoy una importante prioridad situar bien la dirección en la que se emprende la lucha y dirección contra el capitalismo oligopolista internacionalizado, pues entendemos que la reivindicación del keynesianismo como bandera de resistencia de los sectores populares no hace más que confundir y conducir a un callejón sin salida a los pueblos que se alzan. Pues en primer lugar éste se dio en unas condiciones económicas y políticas irrepetibles, y por otra, es imposible de aplicar cuando sus voceros no hacen hincapié en la necesaria independencia de los estados para ello. En las circunstancias actuales de economías interconectadas un incremento de la demanda no puede tener un efecto directo ni en la industrialización, ni en la creación de puestos de trabajo, fronteras para dentro.
En su lugar, nosotros llamamos la atención sobre que la defensa y ampliación de los espacios y servicios sociales y públicos escapados del mercado capitalista, no puede dirigirse hacia una reedición del keynesianismo, sino hacia un nuevo modelo de sociedad de carácter socialista facilitado ahora por el mismo desarrollo capitalista. Lo cual requiere necesariamente la toma del poder político, por los sectores populares, entendido éste como la capacidad y poder real para aplicar políticas no digeribles por las oligarquías dominantes, ni compatibles con sus intereses. Capacidad y poder real que no lo puede proporcionar, más que un pueblo alzado, capaz de imponer sus normas, sus leyes, y su forma de organización social; en definitiva, su modelo de sociedad.
Unidad Popular y Republica, bases para una táctica contra la oligarquía española
A través de varias fases, en España se ha consolidado una oligarquía, que vinculada al capital extranjero, controla los sectores estratégicos de la economía (grandes empresas de industria, comercio, y distribución, bancos, finanzas, energía, carburantes, autopistas, contratas, materias primas, comunicación etc.). Mediante ese control expolian a la mayoría de la sociedad. La forma política de asegurar su dominio es la monarquía surgida de la constitución del 78.
Es por ello que si bien el desplazamiento de la oligarquía del poder político depende del avance de una Unidad Popular entroncada en la movilización de los sectores populares, para la defensa de sus intereses inmediatos o políticamente estratégicos, solo la reivindicación de la Republica expresa el crecimiento y consolidación política de la Unidad Popular capaz de acabar con el dominio de esa oligarquía atrincherada hoy en la monarquía. Y a ello contribuye la misma historia de nuestro pueblo en la que la Republica ha quedado relegada exclusivamente al campo popular.
Es a partir de esas líneas generales como orientaremos nuestra acción concreta en los diferentes frentes en los que estamos presentes: movimiento sindical, movimientos de desempleados, Plataforma de Afectados por las Hipotecas, Mareas (sanidad, educación y dependencia), cargos públicos e instituciones locales, Marchas de la Dignidad, partidos políticos transformadores, y asociaciones por la Memoria Histórica.