EN el länd más próspero de la República Federal Alemana, Baden Wüttemberg, 9.400.000 habitantes, firma «Mercedes» en Sindelfingen, tuvo lugar una reunión postelectoral europea entre el lehendakari Juan José Ibarretxe, a quien no sin razones concretas acompañaba Ana Aguirre, responsable de Industria del Gobierno Vasco, y Edwin Taufel, presidente de la demarcación alemana citada. Se […]
EN el länd más próspero de la República Federal Alemana, Baden Wüttemberg, 9.400.000 habitantes, firma «Mercedes» en Sindelfingen, tuvo lugar una reunión postelectoral europea entre el lehendakari Juan José Ibarretxe, a quien no sin razones concretas acompañaba Ana Aguirre, responsable de Industria del Gobierno Vasco, y Edwin Taufel, presidente de la demarcación alemana citada. Se tuvo muy en cuenta en el encuentro la decepcionante y por otra parte intuida abstención masiva ante las lejanas y difusas urnas de una Europa que se desconoce mutuamente en su dimensión estatal, y que superó el 54% de los ciudadanos, lo cual vaticina una deriva hacia el modelo yanki de Estados Unidos de América, un país donde la participación en comicios se reduce, raspando, al 30% de sufragistas que en modo alguno representan un resultado racional, ni una voluntad colectiva. En la capital, Stuttgart, sostuvo Ibarretxe la ya conocida tesis de aproximar las candidaturas y programas a la ciudadanía mediante un sistema en el que las naciones sin Estado, como la Comunidad Autónoma de Euskadi, los länder alemanes, Escocia o regiones italianas del alcance de Toscana, puedan elegir sus representantes para Europa dentro de sus respectivas circunscripciones. Lo cual, se interpreta, redundaría en una menor difidencia (o indiferencia) ante candidaturas abstractas y absolutamente ajenas al electorado de los diversos Estados que componen hoy la UE. Del mismo parecer se mostraron el Presidente de Baden Wüttemberg, Edwin Taufel, y Peter Straub, quien ostenta simultáneamente las Presidencia del Parlamento del länd aludido y la del Comité de Regiones de Europa. Vino a tratar el encuentro de lo indispensable que resulta que dicha ciudadanía, de momento apática, se sienta más allegada a las administraciones comunitarias y a la gestión que en ellas se desempeña a través de sus representantes naturales, surgidos de la nación sin Estado donde se desenvuelve, abona impuestos y disfruta ( o no ) de servicios incluidos en las transferencias del Gobierno central. En palabras textuales de Ibarretxe, «Europa padece un grave problema de lejanía entre los ciudadanos y sus instituciones»; y agregó que «todos debemos trabajar para acercar Europa a los ciudadanos».
«Agasajo a Ibarretxe» en Stuttgart y convite en Münich
Es deseable, pero el territorio resulta excesivo e incógnito. La solución, algo utópica, consiste en que naciones sin Estado se transformen en circunscripciones para la próxima convocatoria del voto europeo, de modo que las candidaturas resulten conocidas. Excelente propósito que ha de tener en cuenta que ese conocimiento suele resultar teórico, o mediatizado a través de mítines, programas y posteriores alianzas no previstas por el contribuyente de a pie. De todos modos, buena voluntad y argumentos no faltan, y Peter Straub definió como «intermediarios» entre las sociedades y las instituciones de la UE a las naciones sin Estado, tras admitir que el «negativo resultado de las elecciones» es un síntoma de que Bruselas resulta lejano para la ciudadanía europea allí centralizada. Aseveró Straub que hará todo lo posible, desde su cargo en el Comité de Naciones sin Estado «para defender los intereses de regiones y ciudades frente a la Unión Europea con el fin de convertir en más democrático el edificio europeo». E Ibarretxe subrayó «la necesidad de la presencia de las regiones en Europa y en el proceso de construcción europea». Argumentó, idealista más que ideólogo, que «las naciones y regiones somos los auténticos aliados de la UE y quienes podemos tratar de limitar el grave problema de lejanía que Europa tiene respecto de todos los europeos». Abundó en las hipótesis antes relatadas y, tras el cordial intercambio de pleonasmos al respecto, agradeció a Edwin Taufel, su anfitrión en Baden Wüttemberg, su respeto hacia lo vasco. El aserto del Presidente de länder, de que «el pueblo vasco ha superado reveses durante 2.000 años sin perder su identidad, cultura y lengua, la más antigua de Europa» supone para el máximo dirigente de Euskadi «reconocer que Euskal Herria es el pueblo más antiguo de Europa». El derroche de alabanzas movió a un medio de comunicación a consignar en titulares como «agasajo de las autoridades de Baden Wüttemberg» la acogida a Ibarretxe durante sus jornadas en Stuttgart. No quiso quedarse atrás Baviera, que organizó en Munich una «Semana Vasca» con profusión de demostraciones culturales y, faltaría más, gastronómicas. No falla. Tras la despedida del lehendakari, fue la consejera de Industria quien prolongara durante unos días su estancia en Alemania Federal para clausurar el convite.
Monovolúmenes en Gasteiz
La confraternización incluyó la visita del lehendakari, alavés de nacimiento, junto a Ana Aguirre, consejera de Industria, a la gigantesca planta de que el consorcio «Mercedes» dispone en Sindelfingen, centro multinacional de fabricación de automóviles con una plantilla de 42.000 trabajadores. Desde hace más de 20 años «Mercedes» cuenta con sucursal en Gasteiz, capital de la CAV, donde se delega la elaboración de monovolúmenes. Posteriormente se realizó una visita a la firma «Beru» de calentadores de motores diesel, con implantación asimismo de una filial en Vitoria. Puede conjeturarse, sin temor a errar, de qué trató Ana Agirre con Edwin Taufel y los munícipes de Munich entre dos txistorras con Idiazabal y sidra y cerveza negra con salchichas. No olvidemos consignar que la delegación vasca llevaba consigo, para corresponder al homenaje, una ‘makila’ o bastón de mando, vara de espino con empuñadura y contera metálicas y pomo en elipse que desde hace siglos sirve de cetro a las autoridades locales. Es una insignia de mando que, en los últimos tiempos, se entrega a personajes como máxima distinción. Taufel lo aceptó satisfecho y algo perplejo.