Se conocen estudios generales sobre la influencia de valores, presupuestos, cosmovisiones o simple ideología, por usar un término en desuso, en la elaboración de manuales de estudio. Acaso sea ilustrativo el estudio de un caso singular y de un tema concreto. Pongamos por caso un libro de ciencias sociales y geografía para 3ª de ESO […]
Se conocen estudios generales sobre la influencia de valores, presupuestos, cosmovisiones o simple ideología, por usar un término en desuso, en la elaboración de manuales de estudio. Acaso sea ilustrativo el estudio de un caso singular y de un tema concreto. Pongamos por caso un libro de ciencias sociales y geografía para 3ª de ESO editado por una prestigiosa editorial catalana especializada en manuales de enseñanza primaria y secundaria obligatoria y post-obligatoria. Los destinatarios son, mayoritariamente, jóvenes de 14 y 15 años, en una edad en que los asuntos públicos empiezan a interesarles y, en algún caso, a motivarles. Los autores del manual no son profesores de secundaria. Firman una catedrática de didáctica de las ciencias sociales, tres profesoras universitarias titulares de la misma materia y, finalmente, un profesor titular de Geografía.
El capítulo analizado lleva por título «La industria y los espacios industriales». Es el octavo del volumen. Valdrá un decálogo ampliable de ejemplos:
1. Autores y autor del volumen señalan que las regiones industriales más importantes del mundo se sitúan en Europa, Estados Unidos y Japón, apuntando que también existen centros industriales importantes en Corea del Sur, Brasil, China y México. Añaden a continuación en lenguaje asépticamente descriptivo y aparentemente científico, informativo, no ideológico: «Actualmente muchas empresas tienden a situar las fábricas en países con mano de obra abundante y barata que no pongan dificultades a la contaminación ambiental y que ofrezcan ventajas fiscales con impuestos bajos». Eso es todo. Ni más menos. ¿Algún comentario que pueda ayudar al joven lector o lectora a captar, a intuir la barbaridad del asunto? Ni una coma, ni un punto, ni una línea. El mundo tal como inevitablemente parece ser. La lógica empresarial es la única lógica razonable.
2. Ni que decir tiene que una de las categorías centrales usadas sin ningún comentario crítico es la de «mano de obra»: mano de obra cualificada, mano de obra sin cualificar, mano de obra barata, mano de obra mejor pagada, etc. Otras nociones como trabajadores, clase obrera, proletariado, o no existen o aparecen en un rincón de los archivos inútiles. O en recuadros marginales que no entran en los exámenes.
3. Se señalan en un apartado los principales elementos del proceso industrial: primeras materias, fuentes de energía, fuerza de trabajo, capital, tecnología, organización de la empresa. No se habla, desde luego, del papel de la publicidad, ni del tema de las subcontratas, ni del trabajo precario, ni de los despidos ni de las deslocalizaciones. Nada de nada. Se dice, eso sí, que la actividad industrial genera productos, que estos se destinan al mercado, que su venta producen beneficios y que éstos, sin ninguna consideración añadida, se reinvierten en la organización de la empresa. El beneficio empresarial privado se disuelve, pues, en el aire de su inexistencia. Entre todos lo hacemos todo. La empresa como unidad de destino comunitario.
4. Se distingue en otro apartado entre la división social y la técnica del trabajo. ¿Qué es la división técnica? Fácil. Se trata de que los trabajadores realizan diversas tareas en el interior de las fábricas, desde la producción directa hasta el mantenimiento de la maquinaria o la administración. La división técnica comporta, al mismo tiempo, se señala, una división social del trabajo que desde luego es inevitable. De esta manera se establecen unas jerarquías de mando y decisión de unos respetos a otros que no merecen ninguna valoración. Mejor dicho: una tan sólo. Las autores y el autor señalan que esto es muy importante porque «el sueldo que recibe cada trabajador depende de su posición jerárquica, de manera que cobra más un técnico que un obrero no cualificado». Punto y a otra cosa.
5. ¿Y los obreros y las obreras? O no aparecen, son mano de obra, o cuando se habla de ellos se les define del modo siguiente: «trabajador asalariado de una fábrica que no es de propiedad suya. A cambio de su trabajo el obrero recibe un sueldo». La ecuación es perfecta e inmediata: tu trabajo, tu sueldo.
6. El capítulo analizado informa también de las fuentes energéticas. Distingue entre tradicionales y alternativas. Entre las primeras, se sitúa correctamente la energía nuclear, y se reconoce que el problema más importante que plantea su uso son residuos radiactivos. Pero ni una pequeña referencia histórica, ni una sola, nada de nada, a los accidentes nucleares y a sus consecuencias.
7. El manual es reciente. Está fechado en 2006. En el capítulo que comentamos, dedicado a la industria y a las fuentes de energía, se habla de la contaminación que genera el uso excesivo de energía, que hace «deseable» su sustitución por otras fuentes energéticas. Pero no hay ni una sola indicación sobre el cambio climático, su actualidad y consecuencias.
8. No hay tampoco reflexión alguna sobre la necesidad de luchar contra el despilfarro económico o a favor de la austeridad energética. Citar las tremendas diferencias de consumo entre unas zonas y otras del planeta hubiera sido, parecer ser, inconcebible. Un alarde de ideologismo.
9. Tampoco se ha creído necesario hacer comentario alguno sobre lo que significó históricamente la revolución industrial para los sectores obreros y campesinos. Un pequeño texto, breve, muy breve, hubiera servido de ayuda. Nada. «La revolución industrial transformó profundamente el paisaje y la vida de las personas». ¿De las personas? ¿De qué personas? Nada más. Eso es todo. Ya es suficiente.
10. Y en cuanto a los beneficios empresariales, ¿cómo se incrementan? Fácilmente: aumentando la productividad, vendiendo más productos o abaratando los costes de personal; esto es, literalmente, pagando menos a los trabajadores por hora de trabajo y sustituyendo a obreros, ahora sí se usa el palabro, por máquinas. Asepsia pura, análisis sin temblor ético.
La lista podría incrementarse. No es éste, por lo demás, un manual atípico. Está destinado, como decía, a jóvenes estudiantes catalanes y, por lo que sé, es usado en no pocos centros de enseñanza secundaria, se trata de un manual exitoso.
No hay en las páginas del capítulo ni una sola referencia al vetusto concepto de la lucha de clases, pero, después de su lectura, sin atisbo de duda, hay que concluir que la lucha de clases en el ámbito de la teoría, como quería el malogrado Althusser, existe y está muy viva. Y a veces, casi siempre, es un escándalo, didáctico en este caso. Aunque no sólo.