El pintor y escultor Daniele Ricciarelli, denominado por su lugar de origen Daniele da Volterra, tendría hoy otra imagen si el mundo hubiera sido otro, no se hubiera cruzado en su vida con el papa Pablo IV, Giovanni Pietro Caraffa (uno de los tantos papas sinvergüenzas de la historia), y no hubiera aceptado el encargo […]
El pintor y escultor Daniele Ricciarelli, denominado por su lugar de origen Daniele da Volterra, tendría hoy otra imagen si el mundo hubiera sido otro, no se hubiera cruzado en su vida con el papa Pablo IV, Giovanni Pietro Caraffa (uno de los tantos papas sinvergüenzas de la historia), y no hubiera aceptado el encargo de tapar los órganos sexuales del Juicio Final de Miguel Ángel en la capilla Sixtina, siguiendo la línea más intransigente de la Contrarreforma católica, pintando taparrabos y bragas. A este artista del S. XVI, que cobró una buena pasta por su manipulación, se le conoce hoy por el apodo despectivo de «Il braghettone».
Recientemente otro italiano, el putero primer ministro Silvio Berlusconi, ha mandado cubrir con un velo el pecho de una figura femenina en la reproducción del cuadro pintado por Giambattista Tiépolo en 1743, elegido por el propio político para decorar la sala en la que ofrece sus conferencias de prensa en el Palazzo Chigi romano, sede del jefe de Gobierno. El púdico seno de la figura mitológica caía justo detrás del rostro de Berlusconi en el encuadre habitual de las cámaras de televisión. Y en lugar de apartarse él mandó emborronar el cuadro.
Alfredo Prada, antiguo simpatizante de Fuerza Nueva y Consejero de Justicia y Administración Pública de la Comunidad de Madrid, ha iniciado una campaña de vacunación antigripal, ilustrándola con una imagen del David de Miguel Ángel, como ejemplo de salud. Pero, como nuevo braghettone, le ha cubierto sus vergüenzas con una hoja de parra, turbado ante la impúdica exhibición de un pito.
Monseñor Blázquez, ahora obispo de Bilbao y otrora inquisidor de la Iglesia en el estado español, denunció en la misa del 15 de agosto en la Basílica de Begoña la violencia de ETA pero calló la que ejerce la Iglesia católica y sus líderes cristianos, apoyando por ejemplo el golpe de estado en Honduras
A monseñor Blázquez se le olvidó denunciar a los ladrones (algunos de ellos asistentes a la ceremonia), que han propiciado y se han lucrado con la crisis económica de escándalo, que padecemos, y que está generando pobreza y situaciones de tremenda desesperanza a mucha gente de la villa.
No se acordó de denunciar la avaricia de los empresarios, que no dudan en minimizar la prevención de riesgos para ahorrarse unos euros, y que produce cientos de muertos y heridos en el puesto de trabajo a lo largo del año.
A monseñor Blázquez se le olvidó denunciar la situación de tantos emigrantes que sobreviven a duras penas en un entorno hostil y en condiciones infrahumanas.
También se le olvidó denunciar la clausura de los pórticos de las iglesias de su diócesis para evitar que los mendigos puedan dormir en ellos, ya que los ensucian.
No se acordó de denunciar la situación de los familiares de los 800 presos políticos vascos (¡en un país de 3 millones de habitantes!), que tienen que viajar miles de kilómetros para verles todos los fines de semana, y que luego son apaleados por la Ertzaintza.
Si unos tapan su hipocresía y miserias con hojas de parra otros lo intentan con misas, inhumanidad y Dios.