Me siento pacifista radical. Y como yo, hay miles de la izquierda abertzale, pacifistas de verdad. Por rechazar la violencia, rechazamos la guerra del 36, la de Irak… Yo, que siempre he votado a la izquierda abertzale, hace cuatro años ilegalizada, me siento también ilegal. No entiendo eso que dicen con frecuencia los partidos del […]
Me siento pacifista radical. Y como yo, hay miles de la izquierda abertzale, pacifistas de verdad. Por rechazar la violencia, rechazamos la guerra del 36, la de Irak…
Yo, que siempre he votado a la izquierda abertzale, hace cuatro años ilegalizada, me siento también ilegal. No entiendo eso que dicen con frecuencia los partidos del sistema de que los de la izquierda abertzale, como individuos, tenemos todos los derechos civiles. ¿Les parece poco que no pueda votar a quien quiera, que no pueda asociarme como me dé la gana, que no pueda tomar parte en las instituciones en las que se deciden todos los asuntos que afectan a la colectividad, que me expolien de cuanto posee en «colectividad»…? Me siento rapiñado en múltiples sentidos, reprimido con saña. Se me priva por tanto de mis derechos civiles.
Pero, a pesar todo, creo que la izquierda abertzale está más viva que nunca. «Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud». Les pasa como a Franco, de quienes muchos serían fieles continuadores, que después de cuarenta años reprimiendo a los vascos, resultó que a su muerte estaban políticamente más vivos que nunca. La solidaridad entre nosotros no tiene límites.
Además, a mí al menos, no sabría porqué me ilegalizan. Porque me siento pacifista radical. Y como yo, hay miles y miles de la izquierda abertzale, pacifistas de verdad. Por rechazar la violencia, rechazamos la guerra del 36, la Irak… rechazamos con fuerza la violencia del Estado. El Estado, absolutizado, sacraliza hasta el extremo la propia violencia mientras rechaza la de los demás. El Estado es un monstruo divinizado que sacrifica en el altar de sus propios intereses todo lo que se le oponga. Además el Estado es en sí mismo una abstracción. El que usa la violencia con tanto furor es el partido que se ha apoderado e identificado con él, y dice que lo administra. Ese es el que practica la cruel violencia. En este caso el PSOE. Y no sólo la del GAL, prácticamente indemne, sino la de ahora, aunque crean que eso es legal.
Eso sí, soy y somos independentistas hasta las cachas. La unidad que dicen de España, conseguida por la violencia más ladina y cruel, no sólo no la consideramos un bien moral, como dicen Cañizares, Rouco y Sebastián, sino que para nosotros es el supremo mal moral, que nos costó infinidad de vidas humanas. No es más que nuestra ocupación sangrienta por Castilla. No es un dogma de Fe, sino una rapiña.
El PSOE y el PP son igualitos en la represión y en el uso de la violencia. Nadie sabe del PSOE, del PP sí, si quiere superar y resolver el problema vasco. La sonrisa de Zapatero no resuelve nada. Nada ha hecho al menos para resolverlo. Ha alardeado, incluso, de no hacer nada. Batasuna proclama constantemente que quiere la paz, ha diseñado el plan apara ello, y ha hecho por ella más que nadie. Parece que hay partidos, entre ellos el PSOE y el PNV, que ven la violencia como la gran coartada. Es como su gran ocasión para que, cada uno en su terreno, sacaran su propio provecho. Por eso nada hacen en serio para superarla, más que hablar, y acusar al adversario, Batasuna. También Batasuna se ve coartada en su política por las acciones de ETA. No entiendo que digan a todas horas que se necesita de Batasuna para resolver los problemas de aquí y que la mantengan ilegalizada y la repriman de todas las maneras imaginables.
Siempre fui partidario de que la izquierda abertzale estuviera en las instituciones, y cuando se consiguió, va y la echan de ellas, e impiden a toda costa que accedan a las mismas. Eso sí, a todas horas le piden que haga política. No lo entiendo. Muchos de los de aquí se aprovechan de ellos, y corrompen la políticas hasta límites increíbles. La ilegalización lo ha corrompido todo. No hay otro camino que superar de una vez la ley que los posibilitó.
No sé qué impresión causará España fuera de ella misma. La ilegalización no hace más que impedir que el estado funcione correctamente. Hace, por ejemplo, que funcione a placer una Audiencia de excepción, que se judicialice de manera absurda toda la política, que haya tortura y represión, que se celebren juicios políticos a tutiplén. Hemos visto el esperpento de que se quiera juzgar a un presidente autonómico por hablar para conseguir la paz y superar el conflicto. Zapatero, que tiene de sobra legitimidad y fuerza política, es incapaz de hacer nada y soporta, impotente, las obstrucciones políticas que le impone el PP e instancias institucionales del Estado, como la judicatura. Inaudito.
¿Será capaz el Gobierno de hacer unas elecciones con tanta gente en la cárcel, con tanto ilegal que no puede votar? Parece que Zapatero lo intentará todo, hasta la cuadratura del círculo, menos hacer lo que debe, normalizar la situación política. A quien debía ilegalizar es al PP, por franquista confeso y por obstaculizar a tope un proceso de paz.
P.D. Lo anterior está escrito antes de que el fiscal Molina pariera su engendro en las peticiones fiscales en el alocado juicio del 18/98. Esa acción del Estado, o mejor del PSOE, nos llevará al derrumbadero del absurdo. ¡Como para que Imaz siga confiando en ilusionar a España, confiando en el PSOE!