Estuve en París el 24 y 25 de agosto, conmemorando el 60° aniversario de su liberación. El 25, la gran celebración francesa (día en que entró el grueso de la División Leclerc); el 24, la comedida gala hispana, en tributo «a los republicanos españoles (sic), componente principal de la columna Dronne», según reza la placa […]
Estuve en París el 24 y 25 de agosto, conmemorando el 60° aniversario de su liberación. El 25, la gran celebración francesa (día en que entró el grueso de la División Leclerc); el 24, la comedida gala hispana, en tributo «a los republicanos españoles (sic), componente principal de la columna Dronne», según reza la placa que instalamos en el muelle (no en el contiguo bulevar del mismo nombre) Enrique IV. El capitán Dronne, es sabido, mandaba «la Nueve», mítica compañía compuesta en gran parte de españoles ex combatientes en nuestra Guerra Civil, que, en vanguardia de «la Deuxième» División Blindada, llegó al Ayuntamiento a las 21.22 del 24.
Homenaje tardío, cuando ya sólo viven dos de aquellos españoles, y ha hecho falta un Ayuntamiento de izquierda, con una «Première Adjointe» a la alcaldía, Anne Hidalgo, de familia española, para que llegara.
Ambos, y Odette Christienne, también concejal, encargada oficialmente de «la memoria», convocaban al acto, consta en mi invitación numerada al mismo. Y subrayo esto, «la memoria», igual que cumple recordar que los vehículos de aquellos españoles llevaban los nombres de Madrid, Guadalajara, Teruel, Brunete, Guernica, junto a símbolos republicanos, y que el comandante Putz, jefe del batallón al que pertenecía «la Nueve», había combatido en la guerra contra Franco, porque el discurso en dicho acto del presidente del Senado español se las arregló para evitar absolutamente la más mínima pronunciación de la palabra «republicano» o «República», que estaban por todas partes, incluida la prensa francesa. Fue un alarde de funambulismo político, que no escribo por reprocharle: él sabrá sus condicionamientos, yo de política no entiendo, como me dijo un día Gutiérrez Mellado en La Moncloa.
Nos dejó fríos nuestro primer senador, y yo mismo me estoy medio censurando para nombrar lo menos posible esto de República, por temor a no ser políticamente correcto o «publicable».
Y no hablo aquí de Monarquía o República, que a la larga será lo que los ciudadanos, democráticamente, quieran. Hablo de Historia, de Verdad, de Dignidad, si es que soy alguien para ello. Hablo de los diezmos que aún hoy paga la memoria.
<>Y me dirijo al PSOE, en el que tantos españoles han depositado de nuevo sus esperanzas. Porque lloré al oír el discurso de ese gran hombre que es el alcalde socialista Delanoë, ojalá alguna vez presidente de Francia; y vi, a mi lado, quedar yerta por el discurso oficial español a Alegría Just Pellicer, hija del diputado blasquista y ministro de la República Julio Just, también ignorada. Aquellos españoles que habían luchado contra el fascismo en la guerra española y luego en Francia fueron traicionados en 1945, cuando esperaban que los aliados, tras liberar Europa, iban a liberar España. Que no sigan siendo traicionados. Ellos, y nuestros últimos soldados antifranquistas, los ‘maquis’ de los años siguientes, cuyos iguales en Europa son héroes, tienen medallas, seguridad social, pensiones, y aquí siguen tirados, a ver si se mueren ya todos. ‘La libertad es pespunte / que cose los corazones, / y en línea los va bordando / por el raso de la muerte’, escribió Arturo Serrano en Buenos Aires, a la liberación de París.>