Las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 dejaron a su paso un escenario incierto. El PP se desplomaba desde la holgada mayoría absoluta de 186 escaños obtenida en 2011 a una frágil mayoría minoritaria de 123; el PSOE, después de su debacle de 2011, seguía bajando de 110 a 90 escaños; Ciudadanos, muy […]
Las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 dejaron a su paso un escenario incierto. El PP se desplomaba desde la holgada mayoría absoluta de 186 escaños obtenida en 2011 a una frágil mayoría minoritaria de 123; el PSOE, después de su debacle de 2011, seguía bajando de 110 a 90 escaños; Ciudadanos, muy por debajo de sus mejores expectativas, debutaba con 40 escaños; Podemos, desafiando las encuestas bajistas de los meses previos, lograba remontar hasta los 69. Estos resultados hacían imposible una cómoda reestructuración desde dentro del régimen político de 1978, en la que una mitad del turno bipartidista pudiese formar gobierno con Ciudadanos -partido joven y nominalmente muy crítico con la corrupción, pero a la vez sólidamente instalado en los consensos ideológicos de 1978-, dejando a la otra el liderazgo de la oposición y relegando a Podemos a la inoperante periferia de este remozado mecanismo de gobernabilidad. Para sostener la exclusión de Podemos, y con ella la intangibilidad de los consensos de 1978, sería necesario un problemático acuerdo a tres bandas entre PP, PSOE y Ciudadanos que, según su formulación concreta, repartiría sus costes y beneficios de modo muy desigual entre sus participantes.
Durante los seis meses de gobierno en funciones de enero a junio de 2016 se desarrolló un endiablado juego de estrategias políticas cruzadas para dirimir este reparto de costes y beneficios. Asediado por incontables casos de corrupción y tras haber perdido un tercio de sus votantes, Mariano Rajoy parecía la víctima propiciatoria adecuada para que PSOE y Ciudadanos pudieran justificar su adhesión al pacto a tres ante sus propios electorados. Pero Rajoy, haciendo gala una vez más de su proverbial capacidad para atrincherarse y resistir a las situaciones más adversas, se mantuvo incólume: él había ganado las elecciones y presidiría el gobierno, en cualquiera de sus fórmulas parlamentarias, aunque sus dos socios debieran inmolarse por el camino. Las otras alternativas posibles tampoco fructificaron: un gobierno del socialista Pedro Sánchez apoyado por Ciudadanos y Podemos -unidos por su crítica a la corrupción, pero con programas económicos y sociales inequívocamente antagónicos- o un gobierno de Sánchez apoyado por Podemos y las fuerzas vascas y catalanas -que obligaría al PSOE, además de a virar decisivamente a la izquierda en materia económica y social, a dar pasos sustanciales en favor del reconocimiento nacional y el derecho a decidir de ambos territorios.
El fracaso de la legislatura y las nuevas elecciones del 26 de junio de 2016 premiaron la resistencia de Rajoy con una subida de 123 a 137 escaños y castigaron al PSOE, que bajó a 85, a Ciudadanos, que bajó a 32, y a Podemos, que en coalición con IU mantuvo los 71 escaños que entre ambos habían obtenido seis meses antes, pero perdió casi un millón de votos. Seguía siendo necesario un pacto a tres. Tras un nuevo período de negociaciones, Rajoy fue investido con el voto a favor de Ciudadanos y la abstención del PSOE, previa defenestración de su secretario general y candidato Sánchez, reacio al acuerdo. Tras diez meses de incesante agitación se abría un impás de reajuste lento, con un gobierno parlamentariamente muy débil y acosado por una nueva oleada de revelaciones sobre corrupción, pero con los dos grandes partidos de oposición inmersos en sendas crisis, el PSOE por su abstención y Podemos por su primer revés electoral de consideración.
La moción de censura recientemente debatida a instancias de Podemos ha servido para calibrar los resultados de estos procesos de reajuste. El segundo Vistalegre de Podemos tuvo más de trifulca familiar entre dirigentes extenuados por un vertiginoso ciclo electoral que de auténtica disputa política, y su resultado no modificó la hoja de ruta de contención programática y búsqueda de acuerdos con el PSOE; la inesperada y contundente victoria de Sánchez en las primarias socialistas, con el compromiso expreso de buscar una mayoría alternativa de gobierno, reabría el marco de posibilidad política cerrado en falso por la Gran Coalición.
Este realineamiento, del que la abstención socialista y buen tono mutuo en la moción de censura de Podemos fue un primer y simbólico avance, seguirá expresándose en las próximas semanas en asuntos dispares, de la investigación de las irregularidades en el ministerio del Interior al acuerdo comercial CETA pasando por la reforma de RTVE. Una nueva moción de censura promovida por el PSOE o que el gobierno convoque elecciones anticipadas figuran como hipótesis de peso en todas las agendas del próximo curso político. En cada una de sus decisiones Sánchez irá aclarando si el indefinido significante de cambio que hábilmente ha manejado para ganar las primarias socialistas se orienta hacia un retorno más o menos camuflado al neoliberalismo, sin más aspiración que desalojar al PP del gobierno para luego perseverar en sus políticas de austeridad, en la estela del francés Macron, o bien hacia un cuestionamiento sustancial del orden neoliberal y una genuina reinvención de la socialdemocracia, en línea con el británico Corbyn. Poderes económicos y mediáticos, aparatos de Estado y la propia burocracia del PSOE le empujarán intensamente hacia lo primero; su compromiso con las bases socialistas, la mano tendida de Podemos y la acción de los movimientos sociales y la sociedad civil organizada, hacia lo segundo.
Dada la posición clave de nuestro país en la Unión Europea, la salida a esta disyuntiva tendrá repercusiones continentales: un PSOE claramente posicionado junto a Podemos contra las políticas de austeridad supondría un duro golpe al fundamentalismo neoliberal promovido por Berlín y Bruselas y un renovado impulso a sus alternativas progresistas. Tal podría llegar a ser la responsabilidad histórica de las fuerzas progresistas españolas, ante nuestro propio pueblo y ante todos los pueblos de Europa, en este tiempo abierto a la posibilidad del cambio político que ahora se reinicia.
Publicado originalmente en Diario Hoy (30/06/2017): www.hoy.es/nacional/incertidumbre-reajuste-reinicio-20170630001717-nt.html
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