Sin lugar a dudas, el Partido Popular decidió homenajear a su presidente fundador en el mejor escenario posible, en la catedral de Santiago de Compostela, a los pies del apóstol fetiche y adalid del nacionalcatolicismo, el santo de la guerra, el Santiago matamoros, matajudíos, mataindios y, ya puestos, por qué no matarojos. «Un hombre de […]
Sin lugar a dudas, el Partido Popular decidió homenajear a su presidente fundador en el mejor escenario posible, en la catedral de Santiago de Compostela, a los pies del apóstol fetiche y adalid del nacionalcatolicismo, el santo de la guerra, el Santiago matamoros, matajudíos, mataindios y, ya puestos, por qué no matarojos. «Un hombre de bien para el que la conciencia era algo sagrado», glosaba trémulo la figura del finado su hagiógrafo Julián Barrio, Arzobispo de Santiago, dando carpetazo divino a la memoria de las víctimas del «fraguismo», a los masacrados en Vitoria y Montejurra, a los asesinados Julián Grimau, Francisco Granados, Joaquín Delgado, Puig Antich… A todas las víctimas del terror franquista.
Mientras en Galicia, entre pitos y gaitas y desmemoria histórica despedían con gran boato y solemnidad al «caballerete» de don Manuel, aquí en Tenerife, Eduardo Domenech, rector de la Universidad de La Laguna (la ULL), atacaba de nuevo, emulando a sus conmilitones más reaccionarios. Otra vez es Amec, la Asamblea del Movimiento Estudiantil Canario, el objeto de sus odios y es el fascista Reglamento de disciplina académica de 1954, el instrumento que utiliza, otra vez, este desaforado demócrata. En 2008, Eduardo Domenech, valiéndose también de esta antigualla inquisidora, se quedó con las ganas de expulsar a un conocido dirigente de este sindicato estudiantil. Ver más en http://www.rebelion.org/
¡La ULL es mía! parece asumir definitivamente Domenech que ya no se contenta con extirpar del sacrosanto cuerpo universitario a uno, ni a dos ni a tres de los inquietos y reivindicativos miembros de Amec, ahora ha decidido ir a por todos incoando expediente a los 23 estudiantes elegidos por el alumnado para formar parte del claustro universitario en representación del sindicato, más a ese otro que no pudo «ajusticiar» hace unos tres años. Pero es que Amec se lo ha ganado a pulso enfrentándose a las políticas neoliberales que ha intentado imponer Domenech y su equipo de gobierno, luchando contra Bolonia y la privatización de la universidad o denunciando el abusivo incremento de las tasas, pero también denunciando la anuencia e inacción de un profesorado acomodadizo desde que la LOU consiguió que la Universidad claudicara ante los poderes económicos y la superespecialización. Y esto se paga en una institución que se ha convertido «en un mundo cada vez más reaccionario, más conservador y más reduccionista» tal como la definiera recientemente el profesor Aguilera Kilnk.
El rector Domenech y la farándula inquisidora de la ULL se preguntarían en qué han fallado para que surgiera este grupo de estudiantes que piensan por sí mismos, cómo se ha podido desarrollar este virus contestatario a pesar de los esfuerzos del sistema por inculcarles el ocio fatuo, la moda y el consumismo como deidades que les alejen de reivindicaciones y exigencias de justicia e igualdad. Y tiró del manual del inquisidor, donde encontró este Reglamento que inexplicablemente sigue aún vigente, aunque es probable que esa vigencia también sea una prueba más de las trampas de la Transición y de que los Principios Fundamentales del Movimiento, que vería la luz cuatro años después, mantiene aún su carácter de «permanentes e inmutables».
En esta ocasión el subterfugio para el escarnio público ha sido denunciar que la Facultad de Psicología no fue diligente a la hora de tramitar las becas de unos trescientos compañeros a través de un respetuoso comunicado de prensa el 28 de febrero de 2011 (http://amec.wordpress.com/
Señor Domenech, cuándo denunciar una negligencia administrativa se puede considerar una ofensa, cuándo la valentía de no renunciar a su verdad, de falta de probidad. Seguramente en ese periodo tenebroso del que ha extraído usted ese carpetovetónico instrumento jurídico, en aquella «España, unidad de destino en lo universal» a la que tanto aportó el homenajeado Manuel Fraga y añoran los Aznar, Rajoy, Aguirre, Soria y tantos y tantos de los actuales gobernantes, en el franquismo de «Patria, Familia y Religión» donde la educación era adoctrinamiento y los rectores hacían lo que usted, expedientar a los estudiantes disidentes.
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