El derecho democrático a la autodeterminación nacional implica el derecho a la independencia y debe ser defendido por todos los demócratas. La independencia de los dominados y oprimidos es al igual que la descolonización necesaria y hay que defenderla incluso si su dirección está en manos de la burguesía de la nación colonizada. El capitalismo, […]
El derecho democrático a la autodeterminación nacional implica el derecho a la independencia y debe ser defendido por todos los demócratas. La independencia de los dominados y oprimidos es al igual que la descolonización necesaria y hay que defenderla incluso si su dirección está en manos de la burguesía de la nación colonizada.
El capitalismo, en su forma mundializada actual, con los medios electrónicos de comunicación y gigantescas migraciones internacionales e internas en cada Estado, destrozó las fronteras de los Estados-nación y acabó con los Estados con base étnica y lingüística que hoy tienen enormes minoría pertenecientes a otras etnias y con otras lenguas y religiones.
Los Estados actuales plurinacionales y pluriculturales o asimilan rápidamente a las minorías mediante una amplia democracia antirracista, antixenófoba e igualitaria o siguen siendo cárceles de pueblos inviables cuando todas las paredes del Estado-cárcel se agrietan impactadas por el capitalismo mundial actual.
La defensa de las lenguas locales es un intento desesperado por impedir que el capitalismo, con su tecnología uniformada, aniquile las viejas tecnologías culturales de todo tipo que formaron los pueblos colonizados y existen formas civilizadas de unificación de pequeñas minorías en un Estado: por ejemplo, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, federadas y con derecho de autodeterminación, fue real en tiempos de Lenin antes de convertirse en una ficción con Stalin, y Suiza, que federó y concentró sus cantones y tiene cuatro lenguas oficiales, es otro ejemplo.
La independencia catalana, por lo tanto, debe ser defendida por todos y sobre todo por la izquierda en España, porque el carcelero heredero del franquismo oprime a vascos, gallegos, valencianos, andaluces y a todos los trabajadores y demócratas del anacrónico reino de un Borbón puesto en su trono por Franco contra la voluntad popular.
La gran burguesía catalana desde siempre, como la vasca, forma parte de la gran burguesía española y del capital financiero internacional y acepta como su marco el Estado borbónico español. Un sector de la mediana burguesía y de las clases medias y una mayoría de los trabajadores apoyan en cambio la independencia, que hasta ahora está siendo dirigida por la burguesía media catalana. La existencia en Cataluña -que es la región más rica y desarrollada del Estado español- de una enorme cantidad de inmigrantes de otras regiones o extranjeros no puede ser ignorada.
Tanto la dirección burguesa del proceso independentista como el nacionalismo excluyente catalán traban la independencia pues ésta sólo es posible mediante una amplia alianza con otros independentismos y con la izquierda democrática y socialista en el resto de Españan. Ahora bien, ésta es timorata y nacionalista española, como Pablo Iglesias, que dice que la independencia catalana es «ilegal», como si la Constitución franquista de 1978 fuera el único marco legal y como si alguna independencia en la historia mundial se hubiera conseguido sin grandes luchas y movilizaciones ilegales que la conquistaron u obligaron al colonizador a concederla in extremis. Los obreros catalanes deben conquistar todavía las mentes y los corazones de sus hermanos españoles. En cambio, el nacionalismo catalanista está azuzando el nacionalismo español y los trabajadores españoles no ven aún a los trabajadores catalanes diferenciándose con sus métodos y sus declaraciones de Puigdemont y la Generalitat y del mando de los Mossos (la policía local) a todos los cuales hay que defender sin duda alguna de la represión franquista pero con los cuales no es posible confundirse.
El nacionalismo de los opresores no se combate con otro nacionalismo por legítimo que éste sea sino con huelgas generales y manifestaciones contra la ocupación franquista de Cataluña que Rajoy lanzará para controlar a los catalanes.
Para encontrar aliados firmes en España y en el mundo el proletariado catalán debe aún desplegar sus propias banderas rojas, socialistas, aunque agite al mismo tiempo la de la estrella solitaria. También debe reafirmar que el socialismo es «una federación de libres comunas asociadas», como decía Marx.
La suma de pequeños Estados dependientes del gran capital financiero que domina la Unión Europea es una peligrosa utopía reaccionaria que desataría en Europa la fragmentación de muchos países en regiones dirigidas por la extrema derecha, como la Lombardía o el Véneto en Italia. Luchemos en cambio por la Federación Ibérica de Repúblicas Socialistas, en el marco de una Federación Socialista Europea.
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