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Indígenas protestones

Fuentes: Público

Las guerras de independencia latinoamericanas en contra del dominio colonial español fueron, en lo esencial, guerras entre españoles, recién llegados al Nuevo Continente o asentados en él desde un par de generaciones, a lo sumo. Como muestra, baste decir que la familia de Simón Bolívar, El Libertador, procedía de Vizcaya, y que el padre del […]

Las guerras de independencia latinoamericanas en contra del dominio colonial español fueron, en lo esencial, guerras entre españoles, recién llegados al Nuevo Continente o asentados en él desde un par de generaciones, a lo sumo. Como muestra, baste decir que la familia de Simón Bolívar, El Libertador, procedía de Vizcaya, y que el padre del general San Martín, el de La Cruzada de los Andes, nació en Palencia.  
Por vía de consecuencia, las clases dirigentes de los nuevos estados independientes fueron cosa de cachupines, es decir, de españoles de origen. Las poblaciones autóctonas no participaron en las batallas independentistas, salvo como carne de cañón. 
La herencia de esa realidad es visible en la mayor parte de los gobiernos actuales de América Latina. Apenas hay dirigentes de extracción indígena. Tampoco mestizos. Cuando hablan de «la Madre Patria», la retórica es sólo temporal: tal vez no estén hablando de su madre, pero sí de su bisabuela. El 99% llevan en la tez la prueba evidente de su origen europeo. Por eso resulta tan cómico que algunos de ellos nos dirijan a veces reproches sobre las tropelías cometidas por los colonizadores. Te ponen la respuesta en bandeja: «Esas barbaridades pudieron cometerlas tus antepasados, que fueron allí; no los míos, que se quedaron aquí». 
Cuando leo y oigo cómo se refieren muchos políticos y periodistas españoles a Evo Morales y a Hugo Chávez (con qué displicencia, con qué superioridad, con qué tono burlesco), se me hace inevitable pensar que sigue en marcha y bien engrasado el mismo espíritu fundacional de las independencias latinoamericanas: disputemos entre nosotros, pero que los indios patanes se queden en su selva. 
¿Alguien se imagina a Juan Carlos de Borbón dirigiéndose a Vladimir Putin, cuyas impertinencias y salidas de tono son proverbiales, exclamándole en público «¿Por qué no te callas?», tuteo incluido? No sólo sería incapaz de tratar así a Putin. Tampoco a Mohamed VI, o a Gadafi, por mucho que le monten numeritos, que se los montan, en público y en privado. 
No cerremos los ojos a la evidencia: la España eterna sigue llevando muy mal que haya indígenas protestones.

http://www.javierortiz.net/jor/dedo/indigenas-protestones