El 12 de junio queda inaugurada la Casa Africa, institución copatrocinada por el Ministerio de Asuntos Exteriores, el Gobierno de Canarias y varias instituciones públicas canarias más. Su sede está ubicada en Las Palmas de Gran Canaria, en un edificio cuyo acondicionamiento ha costado varios millones de euros. La inauguración es presidida por el monarca […]
El 12 de junio queda inaugurada la Casa Africa, institución copatrocinada por el Ministerio de Asuntos Exteriores, el Gobierno de Canarias y varias instituciones públicas canarias más. Su sede está ubicada en Las Palmas de Gran Canaria, en un edificio cuyo acondicionamiento ha costado varios millones de euros. La inauguración es presidida por el monarca impuesto por Franco «el africanista». Toda una referencia para iniciar la andadura. Aunque quizá, por la simbólica referencia, sea más correcto decir continuar, proseguir la marcha de rancio abolengo colonial, en estos días camuflada bajo los ropajes de la cooperación al desarrollo, el «plan Africa», ayuda para contener la emigración y otros programas de renovación de la presencia imperialista -ONGs bien gubernamentales mediante (a propósito, andan éstas algo soliviantadas por el vaticinio que hacen sus más sesudas cabezas de que su protagonismo va a ceder espacio a la acción directa del capital, como se desprende del hecho que el primer convenio de importancia firmado por Casa Africa lo haya sido con la Cámara de Comercio de Las Palmas).
Los jóvenes y las jóvenes del continente, cargados con la experiencia de siglos de expolio a manos del capitalismo del norte, mucho no deben creer en la bondad de tanto plan y programa porque siguen lanzándose al mar -aun a riesgo de perder la vida (según Amnistía Internacional, 6000 personas murieron el pasado año en el camino ya conocido como «fosa común del Atlántico»)- para intentar alcanzar las costas donde puedan hacerse con un trocito de las enormes riquezas que el colonialismo y el imperialismo han arrancado y expolian de sus países.
Para estos miles de personas (que no se resignan al destino de pobreza, opresión y muerte que les lleva el gran capital transnacional), España, la Unión Europea y Estados Unidos tienen respuestas tan humanitarias como las vallas de Melilla y Ceuta, el FRONTEX (muro de buques militares europeos en aguas de soberanía de países africanos, como Mauritania o Senegal), la deportación sin el cumplimiento de ninguna garantía legal, el confinamiento en hangares durante meses, la intervención militar estable con bases sobre el terreno y lo que no sabemos (que de atrocidades el capitalismo, especialmente el desarrollado -o sea, imperialista-, no se ha privado nunca y, seguro, ahora tampoco).
Frente a ello, y a ellos, no cabe más que continuar desarrollando la solidaridad internacionalista, la unidad de clase, conformando la fuerza común para arremeter contra el capitalismo y todas sus consecuencias.
Al hilo de la reciente convocatoria electoral, ha tomado cuerpo la campaña «Aquí vivo, aquí voto», como reivindicación de los derechos políticos de las personas inmigrantes. No podemos menos que apoyar y extender esa reivindicación, pues a ninguna persona se le puede limitar los derechos de ciudadanía allí donde entrega su trabajo. No podemos admitir que se tenga el derecho a ser explotada y no el de manifestar políticamente la rebeldía contra tal situación. En un tiempo en el que la tendencia y práctica cotidiana del capitalismo es limitar y suprimir derechos, nuestra lucha ha de ser por todos los derechos y todas las libertades para la clase obrera, para la sociedad. Incluidos los derechos políticos, pues ellos contribuirán también a fraguar la unidad internacionalista de clase para enfrentar el capitalismo, el imperialismo y el neocolonialismo aquí y allí con una fuerza esclarecida para vencer la dominación.
* Jaime Oramas es articulista habitual de Unidad y Lucha, periódico del PCPE