Creíamos que era una generación perdida entre dos mundos, dos culturas, dos formas de ver la vida. Les veíamos como jóvenes promesas de un futuro mejor pero divididos por la ausencia de una existencia compartida. Pensábamos que teníamos muchas cosas que enseñarles, que compadecerles, que debíamos ayudarles a buscar su identidad… Pero no. Los representantes […]
Creíamos que era una generación perdida entre dos mundos, dos culturas, dos formas de ver la vida. Les veíamos como jóvenes promesas de un futuro mejor pero divididos por la ausencia de una existencia compartida. Pensábamos que teníamos muchas cosas que enseñarles, que compadecerles, que debíamos ayudarles a buscar su identidad… Pero no. Los representantes de esa segunda generación de inmigrantes que vive en España saben muy bien donde están, que simbolizan y, sobre todo, lo que quieren. Esta ha sido una de las principales conclusiones de las Jornadas sobre Identidades Transnacionales organizadas por GEA PHOTOWORDS la semana pasada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en las que que presentamos un documental inédito y un vídeo multimedia sobre estos jóvenes que han hecho que este país sea mejor que antes. En sucesivas entregas presentaremos tanto el testimonio de los especialistas como el retrato de los propios protagonistas de este apasionante proyecto.
Ellos y sus padres. Porque si alguien ha perdido en la gestación de esta nueva figura (para nosotros) de inmigrantes son sus progenitores. Ésta, al menos, es otra de las conclusiones menos agradables del encuentro. Madres y padres que dejaron a sus hijos atrás un día para servir de avanzadilla a esos cinco millones de personas que llegaron a nuestro país en la última década en busca de un presente mejor. Trabajaron duro, lejos de su familia, empezando como empleados casi clandestinos, para mandar remesas de dinero a sus países y poder traerse a sus hijos pequeños a vivir y estudiar en España. La mayoría lo consiguió. Pero ahora, con las «vacas flacas» de la crisis, los padres quieren volver de regreso a su tierra y, de nuevo, muchos lo tienen que hacer solos. Porque sus hijos se sienten más de aquí que de allí. Unos padres que, allí y aquí, están condenados a ver crecer a sus hijos por el skype del ordenador.
«La palabra inmigrante es hermosa. Para mí es alguien que busca una oportunidad para renacer de nuevo. Personalmente no me gusta el término «segunda generación», sobre todo cuando en otros países ya van por la cuarta. Y yo me pregunto: ¿cuándo se deja de ser inmigrante?» aseguró en su discurso de inauguración de las Jornadas Pablo Gómez Tavira, director de Inmigración de la Comunidad de Madrid. Entre sus palabras, Tavira dejó unas cifras que hablan por sí solas: en los primeros 8 meses de este año se han marchado de España 750.000 personas pero han llegado 650.000, «por lo que no está tan claro que los inmigrantes estén marchándose. Unos se van, pero llegan otros», afirma.
También, extrapolando cifras de la comunidad autónoma madrileña, se puede afirmar que el 20% de los jóvenes españoles son hijos de padres extranjeros. Y también que España, después de El Vaticano, es el país del mundo con menor índice de natalidad. «España necesita inmigrantes por este envejecimiento de la población» concluye el director de Inmigración de la CAM. «Y no sólo por eso», aclara, «sino porque España es un país mucho mejor desde que llegaron ellos».
Tras la presentación del vídeo que encabeza este artículo -realizado íntegramente por los voluntarios y los miembros de GEA PHOTOWORDS- se celebraron varias mesas redondas cuyos participantes trataron de ahondar en este tema más allá de las cifras.
CUESTIÓN DE IDENTIDAD
La primera en intervenir fue Rosa Aparicio, sin duda una de las personas que más sabe -sino la que más- sobre la integración de los inmigrantes de segunda generación en España. Doctora en Ciencias Políticas y Sociología e investigadora del Instituto Universitario Ortega y Gasset, Rosa recordó su origen hasta hacernos entender que por haber nacido en otro país siente mejor que nadie lo que habla: «Nací en Colombia pero a los 6 años me mandaron a estudiar a Europa. Por eso soy una «2G» en muchos aspectos. Lo primero que diría es que todos los hijos son distintos a sus padres. Y que no entiendo porqué, siempre que se habla de estos jóvenes, se presenta como un problema. Lo importante es huir de los tópicos: fracaso escolar, inseguridad, colapso sanitario, etc. Creo que, a pesar de la crisis, no hay grandes problemas de convivencia. Y eso es lo importante», asegura.
Aparicio aportó algunos datos sobre los estudios realizados desde el Instituto Ortega y Gasset en los que se demuestra que los adolescentes extranjeros tienen más ganas de ir a la universidad que sus homólogos españoles -un 55% frente al 47%- «aunque después se abre una gran brecha porque apenas la tercera parte de ellos lo consigue», asegura. A la pregunta de si se sienten españoles, según esos estudios, sólo el 20% de los que vienen de fuera lo afirman mientras que la cifra se invierte hasta el 80% cuando los que responden son los nacidos aquí. «Lo curioso es que las nuevas tecnologías les permiten estar conectados con los dos mundos y han hecho su elección», concluye la doctora.
La segunda intervención vino a cargo de Juan Madrid Gutiérrez, director del Centro Madrid Salud Joven, perteneciente al Ayuntamiento de la capital, que como médico especializado en Salud Pública, aportó su visión desde el punto de vista sanitario. «Yo nací en un pueblo y llegué a Madrid en los años 50. Y también me sentí como estos inmigrantes de ahora. Por eso me identifico mucho con ellos. Y, sin embargo, estamos ante un fenómeno nuevo porque hace 15 años la relación entre adolescentes e inmigrantes no era tema».
El médico señaló que uno de los problemas con los que se enfrentan en la atención a este sector de la población está en la salud reproductiva. «El 45% de nuestros usuarios es extranjero. Y de origen muy distinto. No se puede atender igual, por ejemplo, a una chica musulmana que a un joven centroamericano. Los valores cambian. Tenemos casos de adolescentes a los que los padres recomiendan tener su primera relación sexual con prostitutas y de chicas que se han quedado embarazadas y que son obligadas a abortar contra su voluntad por sus padres. En cualquier caso -afirma- el abordaje de estas situaciones se hace desde el Derecho, la Equidad y la Interculturalidad».
Otro de los ponentes fue Álvaro Hernando Freile, maestro, periodista, químico y coordinador del Aula de Compensación Educativa del barrio de Tetuán, en Madrid, que llegó a calificar, a pesar de trabajar en él, como «un centro segregador por la política de separación que aplica a los inmigrantes. Vivimos en una sociedad hipócrita que dice una cosa y luego hace otra. Todos los que trabajamos en educación estamos avergonzados de ello», aseguró Hernando al comienzo de su intervención.
El profesor contó una curiosa historia de un joven que llegó a su centro llamándose Abdul y pidió desde el principio que le cambiaran el nombre por el de Alberto. «No quería saber nada de sus orígenes. Era una especie de autodefensa creyendo que así se iba a integrar mejor. Pero con el tiempo, al ver que renunciar a su identidad era peor todavía, pidió que le volviésemos a llamar Abdul. Y hoy se siente muy orgulloso de ello. Estas historias de ida y vuelta son las que nos hacen pensar cada día que la esperanza está, precisamente, en el futuro de estos jóvenes».
PERIODISMO Y ESTEREOTIPOS
Nessrin el Hachlaf Bensaid, es abogada, periodista y becaria del Tribunal Constitucional. Llegó a Madrid con cinco años desde su Marruecos natal y hoy es una incansable luchadora por los derechos de los inmigrantes -especialmente las mujeres musulmanas- desde su buffete de la capital. Ella es una genuina representante de los jóvenes de segunda generación de inmigrantes en España. «Hasta que no te llaman para hacer un reportaje ni siquiera te lo planteas. Es lo que me ha pasado a mí desde que me llamasteis desde GEA para intervenir en estas jornadas» apunta Nessrin, «Y es que yo me siento multiplicada, no dividida. Es un lujo poder compartir dos culturas tan diferentes».
La abogada puso sobre la mesa varias cuestiones muy delicadas. Una de ellas fue la diferencia de trato que el Derecho Civil español otorga a los nacidos fuera de nuestras fronteras para obtener la nacionalidad española. «Si eres latinoamericano, apenas necesitas dos años para conseguirla, gracias a esa especial relación que España quiere tener con sus antiguas colonias. Sin embargo, si eres africano necesitas casi 10 años. Y eso es muy injusto. Es preciso un cambio legislativo urgente para acabar con esa discriminación», afirma Nessrin.
Por último, la joven y combativa letrada lanzó una andanada contra los medios de comunicación acusándolos de ser «los grandes enemigos de los inmigrantes porque favorecen los esteriotipos y etiquetándolos en las malas noticias por su origen. Y, que decir tiene, lo que se escribe o se habla sobre las mujeres musulmanas. No tienen ni idea».
La contundente afirmación de la letrada dio pie al debate, celebrado en la jornada del siguiente, sobre periodismo e inmigración. Uno de los participantes fue José Manuel López, director de la Fundación Pluralismo y Convivencia, una organización participada por el Estado que trabaja, sobre todo, en el estudio de las religiones entre las diferentes minorías de nuestro país. López aportó también datos interesantes que demuestran, numéricamente, como los estereotipos nada tienen que ver con la realidad. «El 18% de los marroquíes que llegan asegura que no es creyente y casi el 40 % del resto afirma que es creyente pero que no practica. ¿No desmontan estos datos esos estereotipos que tienen pánico al integrismo islámico y asocian la inmigración con la religión?» se preguntó durante su charla.
«No hay burkas en España por eso la campaña de un partido catalán durante la última campaña electoral no se entiende. Y nihabs (esos antifaces negros que llevan las mujeres musulmanas en algunos países y que asustan tanto) sólo tenemos contabilizados 130 y la mayoría son de españolas conversas o miembros del cuerpo diplomático acreditado en España. Lo que está claro -añadió el director de la Fundación- es que toda religión genera una cultura en su entorno. Pero seguir esa cultura no te hace ser religioso de la misma manera que poner un belén en casa no te hace por fuerza ser católico».
López hizo una encendida defensa de la multiculturalidad y de lo importante que es para nuestro país tener referencias externas de lo que somos frente a épocas pasadas: «Para mi madre lo «normal» era ser blanco, católico, castellanoparlante, heterosexual y conservador, no en el sentido de ser de derechas, sino de estar con el que manda siempre. Hoy, afortunadamente, las cosas han cambiado».
Mar Llerena, es la directora de contenidos de Radio Tentación, una combativa radio del sur de Madrid que trabaja mucho con los inmigrantes y en la que trabajan hasta 17 nacionalidades diferentes desde hace 15 años. La emisora ha recibido varios premios por su labor de integración y en pro de la multiculturalidad de sus emisiones. Por eso su voz es más que autorizada para hablar de este tema. «La prensa no es más que un reflejo de lo que se oye en casa», aseguró. «Como pasa casi siempre, primero se da la noticia mala pero luego no se sigue para ver si es verdad o no. Por eso estamos hartos de ver noticias donde se coloca la nacionalidad del delincuente para asociarla a algún tipo de delito. Nadie explica que son una excepción dentro de la normalidad reinante».
«Si preguntamos a cualquiera de los que están aquí que es lo primero que les viene a la mente si decimos la palabra inmigración, la mayoría entraría en un imaginario negativo: conflictos, ilegalidad, problemas, sufrimiento, etc. Y eso es, precisamente, lo que nos hace a los periodistas ser presa de los propios esteriotipos que existen en la sociedad donde vivimos», afirmó Mar.
El último en intervenir fue Nicolás Castellanos, periodista y responsable de temas de inmigración de la Cadena SER. Nicolás llegó con la noticia debajo del brazo al hacernos partícipes del reportaje que estaba cubriendo en esos momentos: la expulsión de forma ilegal y arbitraria de dos menores en Melilla cuando un policía los metió en un coche para abandonarlos a su suerte al otro lado de la frontera, en Marruecos, donde todavía se encuentran. «Es muy difícil movernos de los clichés -asegura-, porque los propios periodistas y los medios nos los saltamos. Utilizamos palabras absurdas para definir conceptos claros: ¨subsahariano» cuando queremos decir negro; «sin papeles» o «ilegales» cuando nos referimos a inmigrantes sin visado; etc. Los periodistas nos reunimos varias veces con los observatorios de inmigración para acordar modelos de conducta que luego se obvian sistemáticamente».
Uno de los problemas que está viviendo la profesión periodística es la falta de especialistas en inmigración en los grandes medios nacionales. «Y luego nos extrañamos de la baja calidad de la información. Pero es normal que el encargado de cubrir la información económica por la mañana no tenga porqué saber mucho de estos asuntos y coloque directamente un teletipo llegado de no se que agencia sin comprobar un dato ni cambiar los términos. Y si a eso le añadimos que se ha acabado con los programas de integración al reducir los presupuestos de 100 millones a 0. La crisis está afectando al rigor periodístico de una manera irrevocable», afirmó Castellanos.
RETRATOS LITERARIOS DICTADOS POR LOS PROPIOS JÓVENES
David Andrade. Actor y Especialista, trabajó varias temporadas como médico en la serie Hospital Central, nació en Ecuador y llegó con 11 años a España.
«Soy hijo de padres inmigrantes de diferentes partes del mundo y aunque nací en Madrid, tengo recuerdos de haber vivido en otra tierra en la que quedaron primos tíos y abuelos. Crecí en diferentes sitios de la ciudad y aunque no lo crean en todos ellos al mismo tiempo.
Hablo diferentes idiomas y lenguas. He vivido en hogares grandes y pequeños, ricos y humildes, pero siempre al calor de una familia que me ayudó, que me educó, que me transmitió valores que nunca precisaron de traducción porque eran simples, claros y pertenecen a todas las culturas y a todos los tiempos. Una familia que por momentos crecía también en alegría con la llegada de los seres queridos, una fiesta cada rencuentro. Entonces poco importaba ser españoles, europeos, andaluces, latinos, africanos, porque éramos mucho más que todo ello.
Cuando pequeño, en el colegio, algunos compañeros me llamaban de forma diferente: por el nombre, el apellido, la nacionalidad de mis padres – esa tierra que hoy también es mía- y siempre les respondí con determinación: no soy guiri, no soy extranjero, no soy inmigrante. Nací aquí, crecí aquí, soy más español que tú, soy igual que tú, soy diferente, soy.
Cuando las relaciones se hicieron más sólidas, ya no importaron ni el color de la piel, ni del pelo, ni la forma de mis ojos, ni el acento, mis amigos eran un territorio donde sentirse seguro, la familia y el barrio un sitio al cual pertenecer. Ahora lo que me importa es el presente, descubrir los secretos del mundo y los del propio cuerpo, el valor de la amistad, la duración de un amor y no tenerle miedo al miedo. Al mismo tiempo en otro sitio investigo álbumes familiares en secreto y en cada página, en cada imagen hay calor, busco un mapa, una raíz, una huella, veo en fotos a tíos y primos que apenas conozco, me encuentro con mis abuelos.
Con el tiempo gano en confianza pero ahí fuera las cosas no son como esperaba, como me las habían enseñado y contado, como intentaba que fuesen. No es culpa de nadie, doy conmigo y con las pieles que habito. Cuanto menos seguro de quien soy, mas me alejo de quien quiero ser. De ello discuto con mis padres, discuto con mis amigos y discuto conmigo mismo. No hay forma de ponerse de acuerdo. Decido comenzar una carrera universitaria, una formación en grado superior, trabajar en un taller mecánico, meterme en una banda o no, decido irme de viaje y visitar todos lo países y culturas a los que pertenezco, no hacer nada, decido saber quien soy. Y lo decido todo en una tarde y al mismo tiempo.
Soy quien decidió ser actor y lo consiguió, la joven con título universitario a punto de comprar un billete de regreso a un país que no sabe como la recibirá, ni siquiera si es el suyo, Soy aquel al que abandonaron y enormes personas, maestros y entidades lo ayudaron a salir adelante y soy al que no vieron y el que pasó. Soy el que festeja los goles de España y los de Ecuador, soy con papeles y sin papeles, blanco, negro y multicolor, quien buscando un sitio lo encontró. Soy de la bachata, del flamenco y del rock, el que emitió una promesa y se estrelló y el que se planteó un sueño y lo cumplió».
Paola Cardona acaba de terminar su diplomatura de Publicidad y RRPP en la Universidad de Málaga, tiene 23 años y llegó de pequeña a España.
«Mis padres y yo nacimos en la capital de la salsa, la sucursal del cielo… en una ciudad llena de alegría y de gente buena: Cali, Colombia.
Mi padre viajo a España en el año 2000, como todos aquellos que salen de su país para intentar mejorar nuestra calidad de vida y poder ofrecer a mi madre y a mí un futuro brillante, lleno de esperanza. Al año siguiente y gracias a que mi padre trabajo duramente durante todo ese año logro obtener sus documentos y regularizar su situación legal en España y pudo traernos por medio de reagrupación familiar.
Lastimosamente, dada la situación actual española y a la edad de mi padre, 54 años, lleva mucho tiempo desempleado, aunque en su época de actividad ha realizado diferentes tareas: conserje, construcción, etc. En cuanto a mi madre, siempre ha sido una persona con una inmensa suerte y desde que llegamos allá por el año 2001 nunca le ha faltado trabajo, actualmente es Auxiliar de geriatría.
Desde mi llegada a España, puedo decir que nunca he tenido obstáculos, ni en mi vida profesional, ni personal, siempre he estado rodeada de gente estupenda que me han tratado como una más y que me han acogido como una persona más sin importar mi procedencia. Únicamente y como excepción y dado que todavía no tengo la nacionalidad Española no pude disfrutar de una beca para viajar al extranjero para mis practicas de empresa al finalizar la universidad. Pero era un requisito como cualquier otro.
Por mucho tiempo que pase y por muchos lugares visite, nunca dejare de sentirme colombiana y de enorgullecerme al hablar de mi país. Agradezco a España todos los años que me ha brindado y que me ha cobijado sin ningún tipo de prejuicio, ocupa un lugar importante en mi corazón, pues la persona que soy ahora es gracias a todo lo vivido en este hermoso país y al cual agradeceré eternamente».
Asun López Morada 30 años, diplomada en Turismo. Nació en Málaga hija de padres filipinos y tiene un restaurante en Fuengirola.
«Mi madre llegó a España como interna en una casa a través de una agencia filipina que se encargaba de arreglar los trámites necesarios para poder trabajar aquí y así ella podría enviar dinero a mi familia materna. Y, por otro lado, mi padre vino a Europa porque siempre le había llamado la atención este continente y después de visitar distintos países como Bélgica, Holanda, Alemania, etc. optó por quedarse en España, en concreto, en Fuengirola donde encontró trabajo como cocinero en un hotel.
El mayor obstáculo que he encontrado es que tuve que esperar hasta la mayoría de edad para obtener la nacionalidad española aun habiendo nacido aquí. Al no tener la nacionalidad no pude optar a becas en mi período de estudios. Otro obstáculo para mí fue en su momento (porque hoy en día no ocurre eso para nada, todo lo contrario) fue el hecho de no poder optar por un puesto de trabajo porque la empresa buscaba a gente de nacionalidad española, o más bien de aspecto europeo.
En cambio, un beneficio que encontré a la hora de acceder a la Universidad fue el hecho de que si eras extranjero bastaba con un 5 de nota media en las Pruebas de Selectividad.
Puesto que llevo toda mi vida en España, me siento totalmente española, pero debo reconocer que me siento muy volcada con el país de origen de mis padres puesto que toda mi familia materna y un hermano mío y mis sobrinos viven allí.
La época escolar fue la más díficil: era una niña al que en cada paso que daba me encontraba a alguien que me miraba por el hecho de ser diferente. Cuándo me preguntaban de donde era yo les decía: «¡De dónde voy a ser. De aquí. Como tú!!». Y ya sin contar con esas excursiones a pueblos donde sí que era raro encontrarse a un extranjero de visita cultural… Verme allí me hacía plantearme muchas veces si ir o no.
Pero eso era antes, hoy en día la diversidad cultural está a la orden del día y a mí como hija de inmigrantes me encanta.
Recuerdo la primera vez que pisé la tierra de mis padres, la emoción que sentí al verme como una persona más y al ver ese lugar que tantas y tantas veces habían visto mis padres durante su infancia y adolescencia ya que ambos eran de la misma ciudad aunque se conocieron en Málaga…..La verdad que sentí que esa también era mi tierra. Sí es cierto que cuando éramos pequeños mis padres iban con frecuencia a fiestas de filipinos y que nos relacionábamos más con niños de filipinos, pero con el tiempo nuestro grupo de amistades son de origen español u otros. Aquí viven personas de muchísimas nacionalidades.
En breve voy a tener una niña con mi pareja de origen español. No me preocupa para nada el hecho de que vaya a vivir lo que yo viví en mi infancia por temas de «discriminación por ser diferente» (y lo pongo entre comillas porque no fue así realmente, pero sí es verdad que me sentí un poco fuera de lugar en algunos momentos de mi niñez) ya que hoy en día es algo más que normal el mestizaje y la mezcla de culturas, y es algo que me encanta».
Santtu Vottonen. 26 años, albañil, hijo de finlandeses. Llegó a España con 5 años.
«Los primeros años en España fueron muy difíciles. Tenía muchos problemas cuando caminaba solo por la calle. Tenía que correr y pelear muchísimas veces sólo por ser rubio. Hasta que conseguí amigos españoles y esto cambió. Los últimos años he trabajado casi exclusivamente para residentes finlandeses, ya que hay muchos que no hablan español o inglés y demandan servicios en finés. Por eso creo que tengo trabajo todavía y estoy luchando bastante bien en la crisis que hay. Pero el futuro en este mundo nunca no se sabe…
No me siento como un español. He nacido en Finlandia y tengo sangre finlandesa, eso no se puede cambiar. Pero como llevo tanto tiempo fuera de Finlandia cuando regreso para vacaciones me siento como un turista. Conozco las calles de aquí mejor. Viajando por el mundo cada vez más me siento como un «ciudadano del mundo» no de Finlandia y tampoco de España.
Llevo media vida aquí y muchas veces me hablan inglés en los supermercados y restaurantes. Les contesto en español pero me siguen hablando en inglés. Tengo cara de extranjero y creo que eso no va cambiar mucho».
Rakesh Bhagwan Narwani 31 años, hijo de padres indios y nacido en Ceuta.
«Mi padres nacieron en la India, mi padre en Ahmedabad y mi madre en Devas. Mi padre vino a trabajar en un bazar en Ceuta en los años 70, para conocer la experiencia de vivir y trabajar en el extranjero. Mi madre, sin embargo, vino porque se enamoró de mi padre. Juntos montaron un bazar propio en Málaga. Son compañeros de trabajo a jornada completa, amantes en horario nocturno, marido y mujer cuando se levantan y mis padres en los ratos libres.
Es un tópico decir que uno está entre dos aguas al hablar de su identidad. Yo no estoy entre dos aguas sino que intento nadar en un mar de identidades diversas. Estuve viviendo en Italia nueve meses gracias a una beca de Erasmus, así que me siento un poco italiano, sobre todo al hervir la pasta y tomando café. También estuve en Nueva York gracias a otra beca, esta de de idiomas, así que también tengo algo de neoyorquino. Me encanta poder estar en una ciudad en la que puedo hacer algo a cualquier hora del día.
Creo mi identidad es difusa, no se puede decir que me sienta más de un sitio que de otro, soy de todas esas partes en las que me he sentido vivo, y claro la India es una de ellas. Considero, además, que cuando una persona se siente de un sitio, o tiene su nacionalidad muy arraigada corre el riesgo de ver en otras personas, «el otro». Ese puede llegar a ser terrible y originar múltiples conflictos simplemente por sentir miedo hacia eso que aparentemente es desconocido.
Si tuviera que decir que soy de algún sitio yo me siento de la playa de Huelín, el barrio donde viven mis padres en Málaga. Estando en esa playa veo el mar y se que tras ese mar está África, está Ceuta, donde nací. Si miro a la derecha está América, New York donde estuve viviendo y trabajando como camarero y si miro a la izquierda está la India aunque no la vea está ahí, esperándome para que la conozca mejor. Es en la playa del barrio de Huelín, donde me siento orientado y sé perfectamente cuál es mi lugar en el mundo.
En un viaje a la India en 2009 me planteé sobre mi identidad. Tuve la necesidad de ir a la India sin mi familia, quise ir con unos amigos y así fue. Entendí en ese viaje que no era indio, paseando por las calles de Bombay la gente me miraba como si fuera extranjero, al igual que por las calles de Málaga. Fue en este viaje en el que entendí que las segundas generaciones son personas especiales porque están viviendo en un país en el que ellos no han decidido vivir, fueron sus padres los que eligieron emigrar. En el momento que me di cuenta de eso decidí que yo también quería elegir mi futuro y no descarto que mi elección sea, a diferencia de mi padre, volver, volver a la India.
Han sido mucho los debates internos que me han generado. Me hace pensar en el concepto de felicidad. Pienso que un emigrante siempre piensa en cómo hubiera sido su vida si se hubiera quedado, si hubiera sido en su tierra natal más feliz que en su país de acogida. En mi familia hay división de opiniones, algunos dicen que si hubieran sabido lo que les esperaba en España se hubieran quedado en la India. Yo cada cierto tiempo me pregunto cómo hubiera sido mi vida si hubiera nacido en Pune, donde vivía mi padre, ¿cómo serían mis amigos ¿cómo sería mi primera novia en el instituto? ? ¿qué hubiera estudiado en la universidad».
Tomás Morgenstern 29 años, periodista, argentino de origen, llegó con 6 años a Barcelona.
«Nunca me he topado con ningún obstáculo por el hecho de ser inmigrante, ni en el ámbito profesional ni en el personal. Al contrario, el hecho de ser nacido en Argentina y de provenir de una familia de origen judío-alemán siempre ha despertado el interés de la gente. Soy consciente de que nací en Argentina, pero la verdad es que tengo cero sentimiento de pertenencia a mi país de origen. Me siento 100% barcelonés.
Es cierto que ha habido momentos en los que he pensado: «he crecido en España, pero nací en Argentina, mis abuelos son alemanes y tengo familia en Israel…no me queda muy claro de dónde soy». A veces es confuso, ¡pero también divertido! Tiene su encanto ser de tantos sitios a la vez…¡Tengo casa en varios países!».
EL PAPEL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA INTEGRACIÓN DE LOS INMIGRANTES
En lo que a inmigración se refiere, Rosa Aparicio directora del Instituto Ortega y Gasset y una de las mayores expertas si no la más en hijos de inmigrantes de España, me llegó a decir que eran más importantes los medios de comunicación que las políticas. Es decir, es más importante cómo se cuenta que qué se cuenta. ¿Por qué? Porque en realidad contar el fenómeno de la inmigración no es tan importante. Y que no se me entienda mal, no es tan importante desde el punto de vista del periodismo actual. El periodismo actual, de los grandes medios, vive sobre todo de dar noticias que llamen la atención y, para lograrlo, suelen tratar los temas desde un punto de vista impactante, llamativo. La inmigración no iba a ser una excepción.
En realidad la migración es un fenómeno sociológico y geográfico, que lleva teniendo lugar desde que la humanidad es humanidad. Los siglos XX y XXI no son una excepción. Muchos dicen que no, que ahora hay más inmigración que nunca, que las desigualdades son mayores… No es un debate que nos competa ahora, pero -en mi opinión- es un punto de vista algo cortoplacista. La inmigración siempre ha tenido lugar. Mismo en España, aunque nos parezca nuevo, todo esto ya tuvo lugar.
En los años 40 y 50 miles de personas se trasladaron del campo a la ciudad en lo que los urbanitas consideraban avalanchas sin control. Se instalaron en barrios como Lavapiés, malvivían hacinados, le quitaban el trabajo a los de la ciudad, se les reservaban los puestos más bajos, aumentaban la inseguridad, etcétera… ¿Y qué ocurrió? La migración campo-ciudad en España aumentó la riqueza de las ciudades, su población, el trabajo y la productividad. Hoy, los hijos, nietos, bisnietos de estos emigrantes son ciudadanos de a pie parte de un tejido urbano pleno y desarrollado. Pero el fenómeno es demasiado jugoso como para no sacarle zumo.
El periodismo siempre ha tratado la inmigración al compás de la agenda política, esto es, lo ha tratado como un problema. Decía al principio que la migración es un fenómeno social y geográfico que no daría buenos ni llamativos titulares tratada desde un punto de vista observador, académico, neutral. Por eso el periodismo ha elegido otorgarle el punto de vista de la política: ‘ojo, tenemos un problema’. La alarma.
Tratar la inmigración desde un punto de vista aséptico nos daría titulares como: ‘llegan a España tantas personas’, ‘la mano de obra ha aumentado tanto’, ‘el desarrollo económico ha mejorado esto’, ‘las pensiones se han garantizado esto otro’, ‘la natalidad ha repuntado hasta aquí’… Bastante aburrido. Es mejor titulares como ‘Avalancha en la valla de Melilla’ -pese a que se le llame a avalancha a 12 tipos-, ‘pateras’ -pese a que el 1% de la inmigración que llega a España lo hace en patera-, ‘inseguridad’ -pese a que la delincuencia no ha hecho si no descender en España desde mediado de los 90-, etcétera… Lo que quiero decir es que la inmigración es, posiblemente, el único fenómeno social que es y ha sido objetivamente positivo para un país y se percibe como algo negativo. ¿Por qué? Efectivamente, el periodismo es más importante que las políticas.
REPITIENDO ERRORES
En lo que nos ocupa, hijos de inmigrantes nacidos en España o que llegaron de muy pequeños, se están repitiendo errores e irresponsabilidades que se cometieron y cometen con la inmigración de primera generación. Cabe destacar algunas cosas que ya nos sabemos de memoria: incidir en la nacionalidad de los protagonistas de un suceso cuando no tiene valor informativo, hablar de grupos de albanokosovares, por ejemplo, en lugar de criminales. En la línea con lo que decíamos antes: la búsqueda de llamar la atención, de vender el titular, de que entre por los ojos. En ese sentido, ¿qué prefiero escribir, una noticia sobre un ecuatoriano licenciado en aeronáutica o un intento de salto de la valla en Melilla? Llama más la atención lo segundo, pero ¿qué es más importante? Y sobre todo, ¿qué es más importante para nuestra sociedad? Poco le importa al periodismo actual, su cometido es vender. Vende la valla, no el licenciado.
Dicho esto, cabe llamar a la responsabilidad de cada uno. No somos tontos y podemos -y debemos- intentar huir de esta percepción. Que un marroquí haga algo no significa que los marroquíes se dediquen a eso. Que un búlgaro robe, no convierte a los búlgaros en ladrones. Es obvio. Se llama responsabilidad individual, discernir lo que nos cuentan y aplicar nuestras ideas no en base a los orígenes sino a las personas. Del mismo modo tampoco estamos aquí para juzgar si el periodismo se ha convertido -sólo- en un negocio o cuánto hay de nocivo en ello. La realidad es que, en inmigración, se generan estereotipos y debemos ser conscientes de ello mediante el análisis.
En lo que a los hijos de inmigrantes se refiere, se están volviendo a cometer esos errores. De nuevo el periodismo busca insaciable el titular, la etiqueta, la definición vendible. Me incluyo. Cuando elaboramos este reportaje iba con dos ideas fijas en la cabeza que quería utilizar. Una era averiguar qué modelo está siguiendo España para lograr la plena integración de los hijos de inmigrantes. La otra era preguntar, directamente a los protagonistas, qué se sienten: españoles o del lugar dónde son sus padres.
En primer lugar me encontré con un golpe en la cara: «Buenas tardes, es que estoy haciendo un reportaje de inmigrantes de segunda generación y…» «¡Epa! Un momento, ¿cómo que inmigrantes de Segunda Generación? Tú estás haciendo un reportaje de españoles cuyos padres son inmigrantes, ¿no?» «Pues sí…». «Entonces ¿por qué estos chavales que son españoles deben seguir portando la etiqueta de inmigrantes?». «Pues vaya, no sé, es verdad». Después apareció Rosa Aparicio y me dijo, «es normal el rechazo a este término, sin embargo es un término académico que nos sirve para hacer un seguimiento de esta generación, la primera en España cuya realidad es distinta a la de sus padres. Es necesario hacer un seguimiento para comprobar que su integración es buena. Puede llamarse portar una etiqueta, pero desde un punto de vista académico es necesario». Como veis, primer debate.
Después allá fui con mi pregunta de qué modelo se sigue en España. «Ninguno». Oiga, esto no me sirve para nada. Yo quiero hacer un reportaje. Pero es que, efectivamente, me fueron explicando que tan importante es poner las herramientas para la integración y que nadie se quede en la cuneta, como no incidir en la diferencia. Y esto, me explicaron, es especialmente importante en el colegio.
Me contaron casos y casos de profesores que, con la intención de proteger y respetar la cultura de un alumno extranjero, incidieron en ella hasta el punto de lograr diferenciarlo del resto de la clase. «Hoy fulanito nos va a contar por qué en su casa no comen cerdo. Hala fulanito, en pie y que se te oiga bien lo distinto que eres y todos te podamos respetar tremendamente». Es decir, un excesivo paternalismo que acabó siendo contraproducente. Lo mismo ocurre con el Estado. Un excesivo paternalismo conduce a marcar a los ciudadanos por su origen o nacionalidad. Menos sentido tiene todavía este paternalismo con chicos y chicas que ya han nacido en España que, en su condición de niños, aprenden a toda velocidad y se integran en su inmensa mayoría. Miren, aunque yo nací en Galicia mis padres se fueron a vivir a Asturias cuando yo era un bebé y regresaron cuando yo tenía 6 años. En clase me sentaron al lado de un chaval que hablaba sólo gallego. Estuve exento de la asignatura de lengua gallega tres años, pero en cuatro meses yo hablaba gallego perfectamente. Y, créanme, si yo puedo, puede cualquiera.
NO HAY MODELO
Mi segunda obsesión era la identidad. ¿Qué te sientes, español o ecuatoriano? ¿Española o china? Y así. De nuevo, sin titular. Primero porque me hicieron ver que la identidad es algo fluido, no es un tótem inamovible cuya condición perdura. La identidad va variando, va cambiando y hoy me siento una cosa y mañana otra. Los factores externos y avatares de la vida le van dando forma. Una volubilidad de la que los chicos se enriquecen.
La mayoría me decía que las dos cosas, que se sentían orgullosos, que se aprovechaban de su doble condición (incluso triple en algunos casos) y que no se paraban a pensar si más de una o de otra. Hasta muchos me decían que era la primera vez que se lo paraba a pensar. Incluso Nessrim, una chica de padres marroquíes que trabaja como abogada en Madrid, me dijo que cuando la llamé para hacer la entrevista fue la primera vez que tomó conciencia de que era una ‘inmigrante de segunda generación’.
Es decir, desde un punto de vista comunicativo, periodístico, podemos hablar de inmigración, de segunda generación, de sus problemas y podemos tratarlo como un grupo homogéneo con problemas y soluciones. La verdad es que cada uno tiene su realidad, son españoles con otras culturas, identidades, religiones y costumbres, pero eso no es un problema, es una ventaja para una sociedad. Por tanto, no estamos ante un grupo social del que hay que definir problemas. Estamos ante una nueva realidad de la sociedad española: ser español ya no es ser bajito (más bien feo), blanco y católico: ahora también es ser árabe, latino, de tez negra u ojos rasgados. También son españoles.
Y en periodismo, la comunicación debe estar a la altura. Si un chico o chica ha nacido aquí, especificar sus costumbres orígenes o religión no tiene otro sentido que el de estigmatizar. Deben dejar de salir en los medio en el rol de inmigrantes, deben ser una parte integrante, una parte más de la sociedad en los medios.
Me decían algunos protagonistas del reportaje que el día que en las series de TV (y yo añado que en la realidad, que incluso va por detrás), haya jueces negros, policías chinos o diputados árabes, entonces lo habremos logrado. Debemos afrontar y celebrar que la sociedad española camina imparable hacia un nuevo paisaje, hacia nuevas identidades que sin duda nos van a enriquecer y a hacer mejores.
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