Kafka habría podido escribir algunos de sus mejores relatos a la puerta de un Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE), En el de Valencia, se suceden las denuncias por maltratos y vejaciones. Este mes de octubre, varios inmigrantes de origen argelino han denunciado agresiones por parte de la policía en el interior del centro, que ya […]
Kafka habría podido escribir algunos de sus mejores relatos a la puerta de un Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE), En el de Valencia, se suceden las denuncias por maltratos y vejaciones. Este mes de octubre, varios inmigrantes de origen argelino han denunciado agresiones por parte de la policía en el interior del centro, que ya han sido notificadas a los juzgados de instrucción. La Campaña por el Cierre de los CIE reclama que se investiguen los hechos y que no se ejecuten las órdenes de expulsión de las víctimas, pues ello impediría que la justicia pueda actuar.
La primera de las denuncias tiene su origen en una huelga de hambre convocada por los internos el 11 de octubre para protestar por su privación de libertad, y secundada por una veintena de personas. Según Yossaf Alwalid, uno de los ciudadanos argelinos que participó en la protesta, la policía tomó nota inmediatamente del nombre de las personas que se negaron a comer. Al día siguiente, entre las 14:30 y las 17:00 horas, continúa el relato, se cerraron las puertas de las habitaciones, que habitualmente permanecen abiertas. Después, añade la denuncia, se procedió a reunir a todos los internos del CIE en el comedor en presencia de 15 policías antidisturbios y cinco guardias del turno del centro.
Se separó entonces a los que participaban en la huelga del resto de los internos, y a los primeros se les intimidó y se les comunicó que estaban tomando parte en un «motín», según el testimonio de Yossaf Alwalid. Tras la cena, fueron encerrados de nuevo en las habitaciones, sin que pudieran salir al baño o a fumar. Yossaf Alwalid denuncia que a las 23:30, él y otros internos fueron agredidos por la policía, cuando descubrieron que habían encendido un papel para fumar más tarde.
Uno de los guardias (identificado con su número de placa por el denunciante) golpeó a Alwalid en ambos lados de su cara, lo que le provocó un hematoma en el ojo. Otro de los internos se giró para ver qué sucedía y el mismo guardia le insultó y le golpeó repetidamente en la espalda. A continuación, se volvió hacia Alwalid y le propinó varios puñetazos en el rostro. Dada su situación, el joven argelino demandó atención médica, que no recibió hasta pasados cuatro días, informa en un comunicado la Campaña por el cierre de los CIE.
Otro ciudadano argelino, Redouane Badrdine, denunció un trato parecido por parte de un policía del CIE, que no llevaba placa identificativa, el pasado martes 15 de octubre ante el Juzgado de Instrucción. Los hechos ocurrieron, según el testimonio de Badrdine, el 13 de octubre durante la hora del desayuno, cuando un agente le encerró en el cuarto de baño. Tras sus quejas, el jefe de servicio, que pasaba por el lugar, le abrió la puerta. Poco después, el policía volvió a llamarle y le condujo al cuarto de baño, donde le golpeó con el puño en el pómulo izquierdo. Además, forzó a Badrdine a que abriera la boca para escupirle dentro.
Ante la gravedad de los hechos, Yossaf Alwalid y Redouane Badrdine han pedido en sus respectivas denuncias que se investiguen las grabaciones del sistema de vídeo y vigilancia, que se llame a declarar tanto a los agentes identificados como a los denunciantes, y que puedan testificar los internos que se hallaban en el lugar.
En su declaración el 22 de octubre ante el juez del Juzgado de Instrucción número 16 de Valencia, Redouane Badrdine ha afirmado que todos los días se encuentra en el CIE con el policía que le agredió. «Siento miedo cuando lo veo», confiesa. Ante sus «miradas amenazadoras», Badrdine agacha la cabeza. También afirmó que el policía supuestamente agresor pretendía «echarme la culpa» de recibir unos alicates por parte de una voluntaria de la Campaña por el Cierre de los CIE, que realiza tareas de acompañamiento a los internos.
Por otra parte, otros dos jóvenes argelinos (Sekkal Mohamed Nouredine y Amine Mourdani) denunciaron el 20 de octubre ante el Juzgado de Instrucción número 21 que recibieron patadas, puñetazos e insultos como «moro de mierda» o «hijo de puta» por la policía del CIE, después de que se produjera un intento de fuga en el centro. Según los dos testimonios, los agentes comenzaron a golpear a los compañeros (entre los que se hallaba Mourdani) una vez descubrieron que Nouredine había intentado huir. Cuando éste volvió a la celda, se afirma en la denuncia, los policías se arrojaron sobre él para propinarle puñetazos, escupirle e insultarle. Además, uno de los agentes le puso la bota en el cuello hasta dificultarle la respiración, según consta en la denuncia. Tras las agresiones, los agentes llevaron a Nouredine a la celda de aislamiento donde durmió en el suelo sin más ropa que unos pantalones cortos.
Mourdani señala por su parte que, tras la alerta por la fuga de su compañero de habitación, los agentes le pegaron en el hombro, le sacaron de la cama y, tras arrojarle al suelo, le pisaron el cuello al grito de «te mato, te mato». Al día siguiente, asegura el joven inmigrante, un agente de policía le pidió que acusara a las ONG que visitan el CIE periódicamente de introducir unos alicates y una cuchilla para que los internos se fugaran. Si así lo hacía, agrega, «me ayudarían a salir».
Fuentes de la Campaña por el Cierre de los CIE han subrayado la necesidad de que se llame a declarar, cuanto antes, a todos los internos que han denunciado malos tratos por parte de la policía. «Exigimos que, al contrario de lo que ha ocurrido en la mayoría de las denuncias, se paralicen las órdenes de expulsión de los denunciantes para garantizar el trabajo de los jueces; si las víctimas no pueden comparecer ante la justicia, difícilmente se realizará una investigación judicial efectiva y, por tanto, no se podrán establecer responsabilidades en casos que afectan a derechos fundamentales», añaden.
Según la Campaña, «los casos de vejaciones, insultos, golpes y palizas no son una excepción; todos los años documentamos este tipo de agresiones». El informe de la Campaña por el Cierre de los CIE correspondiente a 2012, presentado en marzo de este año en Valencia, recoge 26 ejemplos de internos que aseguran haber recibido maltratos en el CIE de Zapadores (se adjuntan además 38 páginas de testimonios sobre las penalidades y humillaciones que diariamente se viven en este centro).
En el documento se incluyen casos como el de Noura, una ciudadana marroquí residente en Orihuela. Identificada en la calle por la policía en julio de 2010 (no contaba con permiso de residencia), pasó una noche en los calabozos, donde denunció que un agente abusó sexualmente de ella. Nora acabó en el CIE de Valencia (40 días). Pero se da la circunstancia de que la denuncia por abusos sexuales no paralizó el proceso de expulsión, lo que hizo imposible la investigación y el juicio por los hechos.
Otro ejemplo de violación de los derechos humanos es el que padeció el ciudadano nigeriano Austin Johnson, quien denunció un «trato brutal» (múltiples hematomas en la cara y contusiones en el pecho, entre otros efectos de los golpes) por parte de los policías que le custodiaron y llevaron a término su expulsión. El juzgado de Instrucción nº48 de Madrid atribuyó en un auto las lesiones a «la propia actitud de Austin». En abril de 2012, cuatro menores argelinos que habían llegado en pateras a las costas andaluzas fueron detenidos e ingresados en el CIE de Zapadores. Denunciaron que un agente irrumpió de noche en su celda y les golpeó repetidamente con la porra hasta provocarles contusiones en la cara, cuello, torso y brazos.
A las agresiones por parte de los agentes se suma la precariedad de la vida en el interior del CIE. En muchos casos no se garantiza a los internos la atención más básica. Recientemente, las ONG han informado de las graves deficiencias en el tratamiento a personas enfermas de Sida, ya que el servicio médico del centro no puede disponer de su historial médico ni tampoco se cuenta con la medicación adecuada. En los Centros de Internamiento para Extranjeros permanecen recluidas personas inmigrantes que no han cometido algún delito. Permanecen encerrados en estas «cárceles para pobres» por el mero hecho de no tener «papeles».
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