Es una práctica común en muchos países el que las y los inmigrantes consigan la nacionalidad del país de «acogida» alistándose en las Fuerzas Armadas. Las costosas campañas de reclutamiento que paga anualmente el Ministerio de Defensa tienen como objetivo prioritario a los jóvenes (de ahí su presencia en todas la ferias infantiles, juveniles y/o […]
Es una práctica común en muchos países el que las y los inmigrantes consigan la nacionalidad del país de «acogida» alistándose en las Fuerzas Armadas. Las costosas campañas de reclutamiento que paga anualmente el Ministerio de Defensa tienen como objetivo prioritario a los jóvenes (de ahí su presencia en todas la ferias infantiles, juveniles y/o de empleo donde se permite su presencia), mujeres (hay siempre un apartado específico para ellas en las campañas antes citadas) e inmigrantes. En un marco de precariedad laboral tan extendida y total, se quiere presentar a las y los jóvenes el alistamiento en las FAS como una opción laboral más, con tintes incluso «humanitarios» (una ONG armada), y donde se pretende que la integración de la mujer en una de las estructuras patriarcales por antonomasia puede realizarse de manera normalizada (cosa que se ha constatado radicalmente falsa).
Respecto a la inmigración, parece que de manera voluntaria o involuntaria se está imitando desde el Gobierno un perverso modelo importado de EEUU: el presidente Bush firmó en julio del 2002 una orden por la que se podía solicitar la ciudadanía todo aquel que sirviera en las Fuerzas Armadas durante «la guerra contra el terrorismo» (es decir, una campaña de reclutamiento que no tiene visos de finalizar próximamente). Estudios del Centro Pew Hispánico, constataron recientemente que los inmigrantes latinos componen el 9,5% de las FAS de EEUU, pero en que resultan ser el 17,5% del total en «zonas de conflicto»… dato bastante revelador.
Desde el 2002, las FAS reclutan en el estado español a inmigrantes para intentar paliar el fracaso del Ejército Profesional, planteando al principio un «tope» para extranjeros de un 2% del total de reclutas, teniendo que aumentar posteriormente el cupo hasta un 9%, vista la imposibilidad de mantener el actual modelo de Ejército Profesional únicamente con reclutas españoles. Los inmigrantes que se alistan a las FAS españolas provienen mayoritariamente de Colombia y Ecuador (un 80% del total de inmigrantes alistados). Cava vez más y más inmigrantes obtienen la nacionalidad española alistándose en el Ejército, aunque curiosamente todavía no hay datos oficiales sobre cuántos son los soldados nacionalizados a día de hoy.
El colectivo de inmigrantes en las FAS españolas suponen un 5’4% del total, pero en «misiones de paz» o en «zonas de conflicto» (dejemos que cada cual elija el eufemismo que más le guste) como Afganistán o Líbano el porcentaje de inmigrantes sube en ocasiones hasta un 30%, en unidades como la Legión o la Brigada Paracaidista (según datos aparecidos en El País). Es decir, en el estado español es aún más claro que en EEUU como la procedencia de las y los soldados es determinante a la hora de elegir «carne de cañón» para las llamadas «misiones de paz».
Urge por tanto un debate público sobre la política exterior que practica el PSOE (ese partido que coreaba sin pudor el famoso «No a la Guerra» en múltiples movilizaciones) y sobre el modelo de defensa que se quiere para el estado español, visto el fracaso del Ejército Profesional después del fin del Servicio Militar Obligatorio. No hay que permitir que se difunda de manera constante una imagen distorsionada y poco veraz de los que es el Ejército: una estructura autoritaria, jerárquica, patriarcal y violenta.