Frente al comunicado hecho público por algunas asociaciones de inmigrantes latinoamericanos en Euskadi, no vamos a hablar en nombre de las compañeras y compañeros de las asociaciones de inmigrantes a las que pertenecemos, porque estos temas merecen un debate serio, profundo y responsable en cada una de las organizaciones y nadie puede por más miembro […]
Frente al comunicado hecho público por algunas asociaciones de inmigrantes latinoamericanos en Euskadi, no vamos a hablar en nombre de las compañeras y compañeros de las asociaciones de inmigrantes a las que pertenecemos, porque estos temas merecen un debate serio, profundo y responsable en cada una de las organizaciones y nadie puede por más miembro de comisión directiva que sea arrogarse el derecho de hablar tan ligeramente en nombre de sus asociados.
Frente a la muerte, sólo queda acompañar en el dolor a las familias de Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio y en el silencio de la meditación y la reflexión transformarnos cada uno de nosotros en instrumentos de paz.
Ahora, como trabajadores inmigrantes llegados a Euskal Herria hace ya poco más de un lustro, nos afecta que desde sectores inmigrantes se hable de «izquierda abertzale terrorista» y después, siguiendo el guión de la Audiencia Nacional, se llame a «desvincularse de la asociaciones sociales y políticas afines al mundo terrorista».
Quienes estamos haciendo nuestro futuro en Euskal Herria, educando a nuestros hijos y participando en la vida política y social de este país, compartimos con los vascas el dolor de dejar nuestra tierra; ser juzgados por tener una cultura diferente y un color de piel distinta. Cuando nadie hablaba de nosotros, cuando no teníamos papeles, cuando nadie pensaba que teníamos que tener derechos civiles y políticos, fue en el seno de la izquierda abertzale donde nos dijeron «son vascos todos los que viven, trabajan y quieren este país» y sin preguntarnos de donde éramos nos dieron un documento que para muchos fue la única identificación que tuvimos por mucho tiempo. En las asociaciones culturales y sociales aprendimos la cultura de este país, su lengua, y nuestros hijos e hijas, con cara de indígenas, vestidos de caseros, fueron abrazados y encabezaron todas y cada una de las fiestas de los pueblos en que vivimos.
Pero no nos queremos quedar sólo en el folklore de esta historia, queremos hablar de la realidad política y es ahí donde nos sublevan las expresiones hirientes de este comunicado. Nosotros, como los firmantes del comunicado, venimos de países que bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional eliminar a «la izquierda subversiva» significó la desaparición, tortura y muerte de ciento de miles de personas; ser acusado de pertenecer a asociaciones o partidos políticos acusados de amparar a la subversión significaba: ser detenido, torturado, violada, perder el empleo y dejar el país como única forma de seguir viviendo. ¿Saben quienes hablan de izquierda «abertzale terrorista» que cientos de vascos y vascas son detenidos, que la tortura en los organismos de seguridad del Estado es moneda corriente; que decenas de miles de personas no tienen derecho a expresar sus ideas, que hay partidos ilegalizados, que se cierran medios de comunicación; que quemar un contenedor de basura en Euskadi pueden ser 20 años de cárcel; que mueren decenas de presos en las cárceles; que las familias de los presos deben viajar cientos de kilómetros para ver a su ser querido y más de una vez se tienen que volver sin verlo porque fue «trasladado»? y todo esto hecho en nombre del Estado de Derecho y la democracia.
¿Qué solución están proponiendo los representantes de estas asociaciones de inmigrantes? Más represión, instalar definitivamente el «terrorismo de Estado» que tan bien conocemos los latinoamericanos. Como inmigrantes latinoamericanos queremos contribuir con respeto, diálogo, libertad y sobre todo justicia a construir un país para todos y todas, y para eso es necesario más participación en la vida política y social de Euskal Herria, y ser solidarios con el dolor de todos los que sufren en esta historia.