Cuentan que Anastasio Tacho Somoza, el asesino de Sandino y durante dos décadas dictador de Nicaragua, era para Franklin D. Roosevelt, presidente de los EEUU, «un hijo de puta; pero es nuestro hijo de puta». Otros colocan el exabrupto en boca del piadoso Truman. Los hay que lo reseñan dirigido al no menos brutal Trujillo. […]
Cuentan que Anastasio Tacho Somoza, el asesino de Sandino y durante dos décadas dictador de Nicaragua, era para Franklin D. Roosevelt, presidente de los EEUU, «un hijo de puta; pero es nuestro hijo de puta». Otros colocan el exabrupto en boca del piadoso Truman. Los hay que lo reseñan dirigido al no menos brutal Trujillo. En cualquier caso, más claro agua: mientras sirviesen a sus intereses, ellos, los paladines de la democracia y del mundo libre, deberían permitir a tales tiranos sus atrocidades, y además íban a sostener.
Quizás porque no se lo pueden permitir, la mayoría de los gobernantes mundiales no son tan francos como suelen ser los yanquis. Pero, a la postre, hacen lo mismo o parecido. Todos y todas se proclaman ardientes defensores de los llamados derechos fundamentales: la vida, la educación, la salud, la alimentación, un trato digno, la libertad de expresión, el trabajo, la vivienda digna, la dignidad de la persona… pero, a la hora de la verdad, todo depende de los intereses en juego. El puesto de trabajo depende del interés del capital y, a pesar de la oposición sindical y la resistencia obrera, las leyes amparan al propietario de la empresa. Y si no es así, no tardarán en cambiarse.
AMINETU. En un interesante artículo en el El País, Ignacio Cembrero denunciaba las dos varas de medir de los gobiernos europeos en materia de derechos humanos: «Cuba tiene hoy en día 58 presos de conciencia. La Unión Europea no le brinda ningún tipo de cooperación y le aplicó incluso, en 2003, unas sanciones inspiradas en una posición común (*) El Consejo de Ministros (de España) otorgó, en enero de 2005, la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica a los generales Hamidu Laanigri, ex jefe de la policía secreta, y Hosni Bensliman, que manda la Gendarmería. Ambos figuran en el pelotón de cabeza de una lista elaborada por la AMDH con los nombres de los presuntos responsables de los abusos cometidos durante los años de plomo (1956-1990). Desde 2007 un juez instructor francés reclama, en vano, a Bensliman al que quiere interrogar con relación al secuestro y asesinato, en 1965 en París, del opositor marroquí Mehdi Ben Barka. (*) El Gobierno español es contemporizador y el PSOE también. Lo es incluso comparado con sus correligionarios franceses. La secretaría de relaciones internacionales del PS francés condenó con comunicados la primera oleada de represión contra la prensa, en 2000, del reinado de Mohamed VI. En octubre pasado hizo otro tanto con la segunda gran oleada. Entremedias, en 2005, también reprobó el aplastamiento de la revuelta saharaui. La secretaría del PSOE permaneció muda, y eso que España ostenta aún, según la doctrina de la asesoría jurídica de la ONU, la soberanía e incluso la administración del Sáhara Occidental aunque no la pueda ejercer. Desconciertan tantas cautelas por parte de un presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, que en junio de 2008 afirmó en un discurso dedicado a la política exterior: *(…) quiero que mi Gobierno hable con el lenguaje de los derechos humanos ante todos los retos de hoy y en todas las regiones del mundo*. Seis meses después el Consejo de Ministros aprobaba el Plan General de Derechos Humanos que recalca: *La promoción de los derechos humanos en todo el mundo es objetivo prioritario del Gobierno y atraviesa todas las actuaciones de España*.»
En relación a las demandas de Aminetu Haidar, lo prioritario se ha convertido en secundario (más bien en agua de borrajas), al igual que en los casos denunciados en el mentado artículo. El gobierno español recula ante la amenaza alauita de restringir las privilegiadas posiciones en materia económica que goza el capital español en esa región (además de lo relativo al banco de pesca saharaui, las extracciones de fosfatos, etc.) y dejar en suspenso las alianzas en materia de política migratoria (sin olvidar la amenaza de agitar las aguas de los enclaves de Ceuta y Melilla, españolas por la gracia de la ocupación colonial).
Aminetu Haidar, anteponiendo su dignidad como persona y como saharaui (negándose a aceptar una nacionalidad forzada) a la vida propia, está poniendo en jaque a la monarquía marroquí y al Estado español. Al primero, poniendo a descubierto su verdadero rostro: durante años la confinó en sus cárceles clandestinas, de las que salió con la salud muy quebrantada; ahora la empujan a la muerte antes de aceptar su pacífica pero decidida insumisión nacionalitaria. Al segundo le obliga a escoger entre la proclamada defensa de los derechos humanos y los intereses más espurios. Y el gobierno español, como casi siempre en estos casos, quiere nadar y guardar la ropa. No se lo podemos permitir: ¡Salvemos a Aminetu!
¿No dicen que la voluntad popular es ley en democracia? Si hay un tema que a lo largo y ancho del Estado español suscita el máximo consenso, es sin duda la defensa del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Ayuntamientos, comunidades autónomas, parlamentos y partidos políticos (desde la extrema izquierda a la extrema derecha, pasado por los nacionalismos periféricos de todas las ideologías) y, por supuesto, la ciudadanía de a pie es partidaria de la causa saharaui. Solo el gobierno central (y la patronal, incluida la vasca) se pliegan a la realpolitik y a los intereses económicos dominantes.
COPENHAGUE. En otro interesante articulo, Iñaki Barcena expone: «Aunque el gobierno de los EE UU representado por Bush padre no la firmó, pues como manifestó expresivamente no estaba dispuesto a poner en cuestión el american way of life, la cumbre de Río de Janeiro sirvió para poner los primeros cimientos que llevaron al Protocolo de Kyoto en 1997, donde los 39 países más industrializados del mundo se comprometieron a reducir sus emisiones de CO2 entre el 6 y el 8% para el año 2012, respecto al CO2 emitido por cada país en 1990. En Copenhague en Diciembre de 2009 se van a negociar quÉ reducciones deberán producirse a partir del 2012, la manera en que afectarán a los diferentes países, con qué mecanismos de mitigación y adaptación y con qué modos de financiación. Tanto la Cumbre de Río de Janeiro como la Conferencia de Kyoto se vendieron al mundo como victorias del ecologismo. No ocurrió lo mismo con la Cumbre del Medio Ambiente de Johannesburgo en 2002, que todo el mundo interpretó como un fracaso, ya que las Naciones Unidas tuvieron que reconocer que los gobiernos más importantes del mundo no estaban por la labor de invertir en el manido desarrollo sostenible.»
Y no parece que vayan a cambiar de actitud. Unos de forma descarada (EEUU, China, etc.) y otros mássolapadamente (la UE), hasta la fecha ningún gobierno ha tomado en serio la tarea de detener o frenar el cambio climático. Al igual que en el ámbito de los derechos humanos, los intereses de los poderes imperiales, los lobbys y multinacionales han considerado la naturaleza y todo lo que le rodea mera materia prima a explotar según conveniencia (y lo mismo hicieron los estados de lo que se llamo el socialismo real, y hace actualmente ese híbrido en galopante evolución hacia el capitalismo que es la Republica Popular de China).
Llevamos más de 30 años de retraso (desde la alerta dada por el Club de Roma). Durante años, gobiernos y multinacionales no han querido aceptar la gravedad del deterioro medioambiental, producto de un hiperdesarrrollismo. Conflictos bélicos sangrientos y contaminantes, un sistema de trasporte de viajeros y mercancías a la medida de globalización capitalista, extracción y quema de combustibles fósiles que han producido un calentamiento climático a punto de alcanzar cotas irreversibles, han acumulado sus destructivas secuelas hasta el punto de poner en tela de juicio la pervivencia a largo plazo de la civilización humana. Como detalle, convendrá apuntar que el Estado español, lejos de reducirlas, tal y como se comprometió, ha aumentado en un 30% sus emisiones de CO2.
Ya no pueden ocultar lo que salta a la vista. Pero maniobran con falacias relativas a las nuevas capacidades tecnológicas (o las que se podrán descubrir) para encontrar un solución. Todo menos coger el toro por los cuernos. De hecho, EEUU y China no parecen dispuestas a aceptar las medidas necesarias. Por tanto, no se contempla que se llegue a acuerdos eficaces. Habrá que esperar (dicen) a la próxima cumbre en Mexico.
Nada hay más nefasto que la resignación. El quedarnos en casa como espectadores ante un programa televisivo sobre catástrofes naturales. Es la hora de la protesta y la movilización. En Seattle nació el movimiento alterglobalizador de ámbito mundial que puso el boga el doble eslogan: Otro mundo es posible, y las personas son más importantes que las mercancías. En Copenhague ha de nacer su equivalente contra el cambio climático: ¡Que intereses bastardos no hipotequen el porvenir del mundo!
Rebelión ha publicado este artículo con permiso del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.