En enero de 1999, en una edición de la revista bogotana Cambio, ese personaje se expresó de esta manera: «La guerrilla responde a una razón política, anterior al narcotráfico, que tiene que ver con la pobreza, con el atraso, con la falta de oportunidades y con distintas formas de persecución que ellos sufren«. Sobre el […]
En enero de 1999, en una edición de la revista bogotana Cambio, ese personaje se expresó de esta manera: «La guerrilla responde a una razón política, anterior al narcotráfico, que tiene que ver con la pobreza, con el atraso, con la falta de oportunidades y con distintas formas de persecución que ellos sufren«.
Sobre el narcotráfico dijo: «Se necesita una inmensa cantidad de dinero para emprender los planes de rehabilitación de unas zonas muy grandes del país, y en ese sentido pienso que ese dinero lo deben suministrar, principalmente, los países consumidores de droga. Lo deben hacer como sanción moral, como razón de justicia, por haber creado aquí una situación basada en su consumo de drogas (…) Estoy hablando de miles de millones de dólares que deben ser aportados por los países consumidores de droga«. Y propone «que el presidente vaya a esos países consumidores de droga a pedirles -a exigirles, mejor- el dinero de la rehabilitación, como compensación por el grave daño causado por ellos«.
Venidas de tal personaje estas afirmaciones sorprendieron, y fueron aprobadas por muchos.
Tres años después les echaron tierra. Es que por decisión del presidente Bush hijo, las guerrillas colombianas pasaron a ser «narcoterroristas», y por ese dictamen se empezó a repetir que su lucha había perdido los objetivos políticos. Hasta el 2002 las guerrillas habían tenido reconocimiento de fuerzas beligerantes, siendo recibidas por numerosos gobiernos en el mundo, y hasta el Departamento de Estado se reunió con las FARC en Costa Rica.
Esa sentencia de Washington le produjo una felicidad inigualable a las empresas estadounidenses de armas, al gobierno colombiano, y hasta a un sector de oportunistas en la izquierda.
Ah, sí, ¿quién fue el «personaje» autor de esas frases en 1999? No un jefe guerrillero, ni un dirigente de la izquierda. No. Nada más ni nada menos que Julio Mario Santo Domingo, el hombre más millonario de Colombia, y uno de los multimillonarios del mundo.
Lo que Santo Domingo no reconoció en la entrevista es que casi toda su fortuna la consiguió explotando humanos, por tanto es responsable de esa desigualdad social que lanzó a un sector del pueblo a la toma de las armas, y a otro a sobrevivir de la producción de cocaína.
* El autor es periodista y escritor colombiano residente en Francia, colaborador de Le Monde Diplomatique.
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