Dice uno que esta serie (creada por Laura Sarmiento y Verónica Fernández y estrenada en junio de 2022, Netflix) tiene “más tópicos que una guía de viajes, adivinas lo que va a pasar desde el minuto uno”.
¿Tópico que las protagonistas sean mujeres? ¿Tópico que tengan vida propia? ¿Que se apoyen unas a otras? ¿Que termine bien? (menos la que se suicida, claro) ¿Que un marido soporte la presión social de ser “cornudo” (incluso habiendo sido él quien propuso “pareja abierta”)? Concluyo que quien opina que todo eso son tópicos ve series y films que yo no conozco (y que no existen…).
Sí, claro, en las comisarías de policía, los hospitales, los despachos de abogados y etc. de las series siempre hay alguna mujer. Alguna… a veces, solo una entre diez hombres, como ocurre en Non uccidire. Pero ¿cuántas están protagonizadas por las mujeres? Cierto, haberlas, haylas: The Good Figth, Borgen, Fleabag, Big little lies, Gambito de Dama… Y ¿Por qué, siendo mujeres algo más de la mitad de la humanidad, solo protagonizamos un escaso 20% de las ficciones audiovisuales?
Otra extraordinaria novedad de esta serie: centra su trama en la violencia machista. Pocas lo hacen. Y, sin embargo, esa violencia impregna la sociedad, es el pan nuestro de cada día y se ejerce en todos los ámbitos y de todas las formas.
¿Ya olvidamos a Verónica? Fue ayer, en 2019. En Iveco, la empresa donde ella trabajaba, un ex-amante difundió un vídeo sexual y Verónica terminó suicidándose.
Para mayor dolor, su suicidio no levantó una oleada de indignación social. El Movimiento Feminista de Madrid convocó una concentración con el lema «Verónica no se suicidó, a Verónica la mataron». Yo, que por casualidad estaba de paso en la ciudad, acudí y comprobé con tristeza que no éramos ni doscientas personas y que la mayoría teníamos ya una cierta edad. O sea, comprobé la permisividad social hacia la violencia machista y la poca conciencia feminista de las jóvenes (que son, sin embargo, las víctimas propiciatorias de este tipo de violencia). Véase las fotos:
Y lo más repugnante: un año después, la Inspección de Trabajo cerró el caso concluyendo que Verónica no se había suicidado por la difusión del vídeo sino porque temía que su pareja de aquel entonces (que también trabajaba en esa fábrica) lo viera. Solo con tener dos dedos de frente, cabe preguntarse: pero ¿si su pareja podía verlo no era porque se estaba difundiendo?
Se deduce que la Inspección de Trabajo carecía de esos dos dedos de frente (o ¿los empresarios presionaron? o ¿la Inspección de Trabajo es una cueva de misóginos vocacionales? Se admiten opiniones…).
Porque, además, Verónica había denunciado ante la dirección de la fábrica el acoso y la dirección no hizo nada, igual que en Intimidad. https://www.lavanguardia.com/vida/20200625/481946782843/inspeccion-trabajo-trabajadora-iveco-suicidio-video-sexual.html
¿Recordáis el vídeo de Pedro J. Ramírez? Si a Esperanza Aguirre –la pongo como ejemplo porque no es persona fácil de pisar- la hubieran grabado mientras un prostituto le hacía un cunnilingus ¿hubiera seguido “viva”? Diréis, fue en 97. Pero el suicidio “inducido” de Verónica ocurrió hace solo tres años… Y actualmente: vídeo de Santi Millán. Para empezar, a él no lo grabaron, él se grabó (seguro que para fardar ante sus amigos) y él lo envió (aunque luego se difundiera sin su control). Millán folla con una mujer prostituida. Desgraciadamente, en nuestro país, comprar actos sexuales (por llamarlos de alguna manera) no es delito, pero ¿cuántas voces se han alzado indignadas al saber que Millán es un putero de m…? Por el contrario, seguro que muchos lo envidian. Pues imaginemos que el vídeo hubiera mostrado a la mujer de Santi con un prostituto. En vez de envidiarlo ¿no le habrían hecho toda una campaña de mofa, befa y escarnio por “cornudo”? ¿Habría él defendido públicamente a su mujer? ¿Y ella? ¿habría podido “recuperar” su dignidad?
Si hoy, en la vida real, se diera un caso como el de Verónica, el Ministerio (llamado) de Igualdad, su titular y su inefable Pam, escribirían sendos tuits de condena, qué duda cabe… Y ya. Tuits de condena…
Luego, volverían a lo suyo: la defensa encendida (e irracional, añado yo) de que las autopercepciones deben convertirse en leyes de obligado cumplimiento y observancia.
Desgraciadamente, en esas estamos. De modo que, como alguna ha apuntado, el final de Intimidad “es demasiado feliz para resultar creíble”.
Pues por eso, yo, que conozco el poder de la ficción audiovisual, me alegro muchísimo de que exista esta serie e incluso me alegra que tenga un final “edulcorado” porque, tal y como están el panorama, no nos viene mal que no den ánimos, que nos digan que, a pesar de todo (de la misoginia generalizada, de la de los jueces y la policía, etc.) siempre hay un resquicio y que debemos luchar por agrandarlo.
Fuente: https://tribunafeminista.org/2022/08/intimidad-una-serie-de-debemos-defender-y-publicitar/?amp=1