La semana pasada, mientras esperábamos a que los dueños de nuestro flamante nuevo piso nos hicieran entrega de las llaves, decidimos refugiarnos de un gris y lluvioso domingo vitoriano en el cine. «¿Por qué no vamos a ver una peli del fin del mundo, de esas que nos relajan tanto?», me preguntó mi señora, a […]
La semana pasada, mientras esperábamos a que los dueños de nuestro flamante nuevo piso nos hicieran entrega de las llaves, decidimos refugiarnos de un gris y lluvioso domingo vitoriano en el cine. «¿Por qué no vamos a ver una peli del fin del mundo, de esas que nos relajan tanto?», me preguntó mi señora, a lo que respondí ya empapado del ambiente cultural con un seco «venga, sea». Total, que nos acabamos viendo de cabo a rabo, desde el primer crédito a la aparición del segundo electricista de los títulos de cierre (el «segundo electricista» es el «podéis ir en paz» de los creyentes del celuloide) de una cosa vendida bajo el nombre de Invasión a la tierra. Una película que anunciaba el fin del mundo tal y como lo conocemos, o para ser más concretos, el fin de Baja California tal y como la conocemos. Vaya, que una vez que apareció el segundo electricista, pensé en el buen trabajo que había hecho este chico, a diferencia del que había hecho su director, Jonathan Liebesman, su guionista Christopher Bertolini, y a diferencia de todos los creativos que había detrás de semejante bodrio fascista, sí señores y no me duele la boca al decirlo, porque aquello era una cosa facha a más no poder, y más para un blog como éste que está escrito con el lado izquierdo del cerebro. Pero a lo que vamos, y diciéndolo en estilo pomposo: pese a su apellido el señor director Jonathan Liebesman ha rubricado un filme que bien podría haber firmado y haber hecho las delicias de Joseph Goebbels cuando afirmaba aquello de que la única propaganda que funcionaba era la que no se notaba, sentencia con la que dirigió el cine alemán, y que dio como resultado que durante el III Reich tan sólo el 20% fue propaganda pura y dura, siendo el resto comedias, musicales, pelis de aventuras todas empapadas de acción y nacionalsocialismo… y eso porque aún no se habían inventado el subgénero «invasión alienígena», porque le podrían haber sacado un jugo…que vamos… pero tampoco mucho más de lo que le ha sacado Jonathan Liebesman, la verdad sea dicha.
Vamos a ver, la peli tenía una parte de propaganda pura y dura, que estaba centrada en las desventuras de un grupo de marines durante una invasión alienígena. Ya se pueden imaginar toda la serie de conceptos que esa premisa lleva unidos: militarismo, exaltación de la guerra y la violencia, machismo, referencias a John Wayne, una escena final que es un canto enloquecido a la carrera armamentística… pero en definitiva y explicada así no está tan alejada de En tierra hostil (2008) y esa ganó un Oscar de la Academia, o sea que no es tan raro que el cine más comercial apueste por el lema «Support our troops» (Apoyemos nuestras tropas). A mí lo que me mosqueó fue lo otro, el buen rollo, la verdad. Porque Invasión a la tierra es una película que apuesta por el multiculturalismo a marcha martillo, por la miscelánea de razas y el cristasol de culturas, por el concepto americano del Melting pot, de una sociedad diversa que se mezcla armoniosamente en la cultura local. Y no exagero, pero aquello es que era un poco machacón, la verdad, todos los personajes pertenecían a razas diferentes, José el chicano, hombro con hombro con el afroamericano, apoyados el chink (el oriental dicho en feo), y con la presencia en la retaguardia de una mujer (?)… que tan sólo faltaba para completar el Belén un amerindio y un indio («dot not feathers», «punto no plumas» que dicen los americanos para diferenciarlos). Eso sí, todos, militares y civiles, conservando sus atributos e idiosincrasias, y todos mezclados con la cultura militarista. Pero si hasta en su delirio multicultural, fíjense lo que les digo, si hasta en su delirio multicultural, un marine le dice a otro «te pasaré una maqueta de mi grupo de hip-hop». ¡¡¡De hip-hop!!!… que el hip-hop sólo sale en el cine comercial cuando precede a un asalto a mano armada de un supermercado o a la violación de una joven blanca en el ámbito de un campus americano…
La pregunta jodida que me sugirió esta peli es la siguiente: ¿por qué el cine de invasión alienígena es como subgénero el único tipo de cine norteamericano comercial que refleja a EEUU, o sea al mundo, como un lugar multirracial y multicultural?…bueno… a ciencia cierta, en las pelis de acción de polis, las buddy films, siempre hay algún afroamericano, pero digo así a gran escala, todos mezclados, que es como estamos, en definitiva. ¿Por qué esa parcela de realidad en la ciencia-ficción?. Mi teoría, y la de mucha gente que sabe más y mejor, es porque este discurso multirracial enmascara un peligroso, peligrosísimo discurso racista. Según un libro que me leí… por favor, no me hagan buscar la referencia que vuelve a estar todo metido en cajas… según un libro que me leí las películas de alienígenas de los 80 y los 90 venían a sustituir en el cine a los filmes de gánsteres en su reflejo de los miedos que produce la inmigración masiva: toda la ristra de matones italianos e irlandeses de los años 30 y 40 van a ser sustituidos durante los 80 y 90 por unos terribles alienígenas. Claro, que en las décadas de los 80 y 90, EE.UU. conservaba como hoy la herencia multicultural sobre la que estaba formada… ¿cómo se resuelve esa ecuación de un país multicultural luchando contra la invasión extranjera?. Pues del mismo modo que lo resolvió Independence Day allá por 1996, esto es, a través de un grupo multiétnico formado por un afroamericano Will Smith, un judío Jeff Goldblum y encabezado por un presidente anglosajón, WASP, como Bill Pullman luchando todos contra una invasión extraña y foránea… Aunque quizás Independence Day se quede como un cuento de niños frente a la virulencia racista de Invasión a la tierra, porque ya saben esa regla de tres: cuanto más intenso sea el discurso multirracial que intenta ocultar las verdaderas intenciones racistas del filme, más agresivo será el ataque al extranjero que existe en el trasfondo. Pero, ¿quién representa en este caso lo extranjero?.
Si es que el mismo título de la peli en inglés te lo está pidiendo «Battle: Los Angeles»… vamos a ver, Los Angeles como ustedes sabrán es una de las zonas del planeta donde es más visible la frontera que separa el Primer Mundo y el Segundo o Tercer Mundo, y por esa razón, política y geográficamente ha estado marcada tradicionalmente por distintas oleadas migratorias, especialmente, de hispanos y de población asiática… Ahora una pequeña digresión que nos llevará a la clave del asunto: no sé si ustedes son aficionados a las leyendas urbanas, pero hay una que podría explicar muy bien esta película en tanto que refleja el miedo al extranjero. Es una que cuenta la historia de una familia blanca se va de vacaciones al extranjero y se encariñan de un perrito callejero, lo traen de vuelta, y el animal enferma, lo llevan al veterinario y descubren que… ¡¡¡es una rata!!!. Si el viaje que han realizado es a algún país más pobre la confusión se justifica porque es un animal atávico y desconocido para la familia y si viajan a un país más desarrollado es porque es un animal modificado genéticamente. Sí, amigos, los extraterrestres de Invasión a la tierra son en parte animales, pero ¿son animales atávicos o tecnológicos?… la respuesta es… ¡¡¡tecnológicos!!!… oooooh, amigos hispanos, quedan fuera del juego… si Los Angeles hubiesen sido invadidos por hombres con grandes cabezas de perros, los mexicanos hubiesen tenido su chance, pero no, no es el caso, hoy toca cargar las tintas contra los asiáticos. De hecho, los aliens de Invasión a la tierra son una mezcla perfecta entre animal y tecnología, en una película que muestra a los EE.UU. como un país pre-tecnológico donde los valores simples de unos hombres cargados con armas aún tienen su importancia (magnifica esa escena donde para evitar ser rastreados por los extraterrestres el general grita «apaguen sus móviles»… como si fueran los Nokia y los Sanyo los anzuelos con los que estos «animales tecnológicos» pescan a la buena gente multicultural americana).
Ahora viene la tercera parte: ¿son galgos o son podencos?. Es decir, estos animales tecnológicos asiáticos son chinos o japoneses. Mi señora en un arranque de genialidad me dijo «son chinos, no ves que la tecnología alien se notaba que era barata»… Planteémonos la primera tesis: EEUU. ha vivido sucesivas oleadas de inmigrantes chinos empezando por la construcción del ferrocarril y terminando con la segunda oleada que se produjo tras la II Guerra Mundial (1949-1980), ese hecho ha ido acompañado de revueltas anti-chinas, de las bajísimas cuotas de inmigración asignadas a los ciudadanos chinos cuando éstas estaban vigentes y de un odio generalizado. Por ejemplo, en un momento de la película se dice que los aliens son como hormigas, del mismo modo, en distintos sitios de internet se pueden leer a comentaristas refiriéndose a la «hormiga china» frente a la cigarra consumista americana. En cambio, los japoneses han sido tradicionalmente considerados como el enemigo americano por excelencia, animalizados durante la Segunda Guerra Mundial (considerados como ratas), efectuando ataques esquivos como el de Pearl Harbour, que algo recordaba a las acciones militares aliens y utilizando armas que recordaban a hongos nucleares como el de Hiroshima. Eso por no hablar del papel predominante que hasta hace poco tenían en el mercado internacional…
Ahora la ristra de imágenes japonesas (aviso: en ambos casos no creo que las imágenes justifiquen nada por si solas, sino dentro del relato y del contexto cultural):
Aunque quizás ese debate es inútil y lo que importa es qué tipo de invasión era la alinigena; y según la película, los aliens no invadían Baja California por sus playas soleadas, su industria del porno, sus empresas punto.com, sus pavas bronceadas y sus skaters… es decir, no venían a quedarse, sino que lo que querían eran… ¡¡sus recursos!! (el agua, amigos, el agua cristalina de Baja California). Que irónico que EEUU sea un país invadido por una fuerza extranjera que ansía sus recursos, suponemos con el beneplácito de una ONU intergaláctica, que vería a Arnold Schwarzenegger (el republicano sensato, todo sea dicho) como un peligroso dictador. En definitiva, a mi me pareció que la película era una bonita metáfora de una país, que digo un país, ¡¡de un Imperio!!… que se siente débil económicamente, que en estos tiempos es igual que sentirse débil culturalmente, y que recibe una invasión que es militar, que en estos tiempos es lo mismo que decir una «invasión económica», de unos seres animalizados pero más avanzados tecnológicamente, es decir, de los países asiáticos. Unos países, que en una virulenta estrategia de marketing, estrenaron justo al mismo tiempo que esta peli su propia superproducción en todos los telediarios del mundo «Japón se auto destruye» en base al ya clásico formato «terremoto + tsunami + peligro nuclear» que probablemente hará revolucionar el mundo japonés y dará como resultado nuevas historias de monstruos, de mutantes, de Akiras, historias finiseculares como Dios manda, que todos estamos esperando ansiosos. Mientras Invasión a la tierra se retiraba de las pantallas japonesas con la excusa de que hacía referencia a desastres (¿seguro que ese era el verdadero motivo?), la nube nuclear llegaba a las costas de Baja California, y la gente corría enloquecida a comprar potasio sin pensar que había algo mas contagioso que la radiación, la cultura, y que la epidemia americana parece estar remitiendo en este siglo frente a las nuevas enfermedades japonesas… ¡¡¡Akiiiiraaaaa!!!!.
Fuente: http://palomitasenlosojos.com/2011/04/11/invasion-a-la-tierra-o-la-multiculturalidad-racista/