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En el 61 aniversario del brutal atentado Hernando Calvo Ospina presenta el libro “El enigma de La Coubre”

Investigación aporta nuevos datos sobre la explosión del carguero francés ‘La Coubre’ en el puerto de La Habana

Fuentes: Rebelión

El escritor e investigador colombiano Hernando Calvo Ospina, radicado en París desde hace bastantes años, presentó ayer su nuevo libro “El enigma de La Coubre” en el que aporta nuevos datos sobre la brutal explosión ocurrida en la bahía de La Habana hace 61 años.

La presentación, televisada en Argentina, Cuba y en el canal Telesur, contó con la participación de los editores de la obra en castellano (Acercándonos ediciones, Argentina), portugués (Editora Insular, Brasil) y francés (Investig’Action, Bélgica), así como con la embajadora de Cuba en Bruselas, Norma Goicochea Estenoz.

La investigación realizada amplía los detalles ya conocidos sobre la explosión del buque francés La Coubre en el puerto de La Habana el 4 de marzo de 1960, y revela nuevos elementos a partir de entrevistas realizadas a algunos de los supervivientes y los archivos la Compagnie Générale Transatlantique, empresa estatal francesa propietaria del navío.

La Coubre transportaba mercancías para varios países, entre ellas cerca de 1.500 cajas de munición y granadas que Cuba había comprado a la Fabrique Nationale d’Armes de Guerre de Bélgica, con el aval del gobierno de este país, y que habían sido cargadas en el puerto de Amberes entre el 15 y 16 de febrero.

El trágico suceso dejó un saldo de 101 fallecidos, 6 de ellos marineros franceses, y unas 400 personas heridas, y desde los primeros momentos se sospechó que el estallido podría deberse a un acto terrorista, como más tarde corroboró la investigación llevada a cabo por Cuba.

El sábado 5 el Secretario General de la Marina Mercante francesa y el director de la Compagnie Générale Transatlantique enviaron a La Habana una “Misión de Información”. Las compañías aseguradoras del buque y de las mercancías procedieron de igual manera.

Sobre las causas, por ejemplo, Louis J. Audigou, representante del Secretario General de la Marina Mercante francesa, concluyó en su informe: “…que dicha información y constataciones sugieren que es improbable un error en la calidad de las mercancías; que es improbable un accidente involuntario durante la descarga…”

Unos meses después, el 14 de junio, se le dio razón en un informe restringido del Ministerio de Asuntos Extranjeros de Bélgica, realizado a partir de un informe “preliminar” de sus autoridades judiciales: “No es imposible que existan mecanismos de relojería capaces de dispararse después de 14 días y que, por otro lado, puedan existir dispositivos sin un mecanismo de explosión al retirar una carga sobre la que descansan…”

Lo que Calvo aporta en su libro son datos procedentes de los archivos conservados en la French Lines & Compagnies, que guarda el patrimonio histórico de la Marina Mercante francesa, y que estuvieron vetados al público hasta 2011, siendo el autor el primero en acceder a la totalidad de estos documentos, según explicó a Prensa Latina.

A partir de las declaraciones del exjefe de la contrainteligencia cubana, Fabián Escalante Font, del radio operador de La Coubre, Maxime Ivol, y del periodista estadounidense Donald Lee Chapman, que viajaba en el barco, y de los propios documentos consultados, la explosión fue provocada presuntamente por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense.

Según declaró el investigador cubano Tomás Diez Acosta en el libro, “las primeras medidas contra Cuba fueron impedir la venta de armas a este país. Y la revolución tenía que armarse para hacer frente a las diversas agresiones que recibió”.

Estados Unidos decretó un bloqueo de armas contra Cuba desde el primer momento del triunfo revolucionario, así lo contó el entonces presidente Dwight D. Eisenhower en sus memorias, y también el exoficial de la Armada francesa, Joseph Le Gall, en el libro de Calvo.

Washington no quiso venderle ni repuestos para las existentes y presionó a gobiernos europeos para que no entregaran el armamento que la dictadura de Batista había pagado. Así Londres se negó a suministrar 15 aviones, pero tampoco devolvió el dinero. En La Habana el historiador René González Barrios precisó a Calvo Ospina que para adquirir nuevo armamento “Cuba se dirigió a los países europeos, no a la Unión Soviética, y Bélgica dio un paso adelante”.

“La Embajada de EE.UU. en Bruselas, a través de un cónsul (¿miembro de la CIA?) y su agregado militar, intentaron, en vano, presionar al Ministerio de Asuntos Exteriores belga para que no cumpliera su contrato”, explica Le Gall, en referencia a la venta de armas acordada entre Bélgica y Cuba y que era parte del cargamento de La Coubre.

Con respecto a dónde se preparó el sabotaje terrorista, Escalante declaró en el libro que para la instalación de la bomba debió haber existido “la colaboración de los servicios de inteligencia de Francia y de Bélgica (…) Ellos pudieron, por ejemplo, facilitar la tarea de los asesinos”.

Calvo plantea la localización del puerto belga de Amberes, donde se cargó el armamento con destino a La Habana, y en el que permaneció durante tres días sin apenas vigilancia con todo el flete ya en las bodegas.

Además, el investigador aventuró que los responsables del brutal atentado hubieran recibido algún tipo de ayuda del denominado “Service VII”, una célula clandestina del Ministerio del Interior francés, cuyo principal objetivo era evitar a cualquier precio que llegara armamento al Frente de Liberación Nacional de Algeria (FLN).

En esos años, este grupo asesinó a varios traficantes de armas que suministraban a los rebeldes argelinos, hundió cinco buques e inutilizó once más donde se pretendían transportar estas armas al país norteafricano, y la mayoría de estas acciones de guerra sucia tuvo lugar en Amberes.

Antonio Cuesta es corresponsal de Prensa Latina en París