Carlos Iglesias vuelve a desnudarnos el corazón
Ispansi es una historia que va desde 1931 a 1975, para abordar, a través de una de las subtramas, el tema de los 3.000 «niños de la guerra» que el gobierno de la República envió a la Unión Soviética para protegerlos de los bombardeos de Franco. Unos niños que escaparon de nuestra Guerra Civil para encontrarse en medio de la Segunda Guerra Mundial. Con una infancia perdida por lo atroz que siempre les rodeo. En una eterna huida camino de ningún sitio.
Sabía, antes de verla, que Carlos Iglesias me iba a tocar el corazón, pues su cine está dotado de una sensibilidad a flor de piel que salta con fuerza desde la pantalla hacia el espectador. Iglesias despliega su gran capacidad de conmover porque consigue tratar cualquier asunto desde el punto de vista más humano. Es un hombre de posturas firmes, que sabe lo que está bien y lo que no, pero que evita los juicios universales profundos, los deja para el público. No por ello rechaza hablar con franqueza, pero le permite crear dudas que solo podrán resolver los personajes, los que deben tomar sus propias decisiones. Es cierto que el destino les ha precipitado a un lugar y un tiempo lejos de su elección, que han perdido muchas cosas por el camino, que sus valores se han visto condicionados por circunstancias extremas, donde vida y muerte casi son lo mismo. Pero aún así, lo que nos enseña Ispansi es que no han dejado de ser humanos. Y por eso, cada uno de los protagonistas vive una vida épica.
Tal vez el principio sea un tanto vacilante, trabar un nudo tan complejo no resulta sencillo, pero lo desborda con las estrategias que elige: un protagonista que conoce las historias de los demás y que está contando la aventura con su voz desde un tiempo posterior, que juega a administrar la información, sin inmiscuirse en los hechos por mucho que sean su propia vida. Con la punta del hilo en la mano vamos pasando por Ispansi, asuntos sobrecogedores matizados con la tranquilidad que produce la distancia de los años, de los pensamientos que vuelven una y otra vez, de lo obsesivo, de lo solo superado a medias. Con un hábil manejo del ritmo y la música que se convierte en emotiva cuando la película lo precisa.
Si algo pesa sobre cada personaje es el desarraigo que se va asentando en sus corazones. Un sentirse de un lugar al que no se puede volver, incompatible con la vida, emprendiendo un peregrinar unido al destino del pueblo ruso en una época de penalidades extremas defendiéndose del cruel imperialismo fascista que les acosaba y mataba. Así, con una sensación agobiante de ausencia, de sentimiento de tierra perdida, de raíces cortadas, crecen estos niños y niñas y los centenares de adultos voluntarios que les acompañaron. Los primeros que salieron de España fueron niños y niñas sin padres que vivían en orfanatos, infantes a los que la vida no les favorecía. Cada uno de ellos con una historia desoladora a sus espaldas va atravesando con la misma epopeya emprendida desde lo colectivo. Son hechos que ocurrieron y que deben ser recordados. Sin duda ese es uno de los principales valores de Ispansi.
Lo segundo que encuentro y destaco es el equilibrio en el guion, que va encaminado a llegar directo al corazón, pero tomando una perspectiva desde la distancia que le permita tender puentes para contar historias que nos unan. Es cierto que la equidistancia ideológica no es posible, que siempre prevalece una mirada que termina colocando cada término en su justo lugar, ese punto que marca la mirada del director y que se va desvelando a lo largo de la película.
Lo humano y lo compasivo siempre están presentes en Ispansi, incluso en los peores momentos. Los odios y las pasiones se mezclan, como en la vida misma. Los deseos se dejan en un segundo plano, porque compartir lo poco que se tiene se hace más importante que recibir. No se puede sobrevivir solo, no se puede dejar a los enfermos atrás sin perder una parte de sí mismo.
Después de mil vicisitudes surge la oportunidad de regresar para algunos. Pero los que vuelven encuentran un paisaje del que no se sienten parte. Son rusos en España y españoles (ispansi) en Rusia, gente de ningún sitio, de un pasado cercenado por dos guerras.
Cuenta Carlos Iglesias que resultó difícil el rodaje, en el invierno suizo, entre montañas y nieve. Pero esa crudeza de la naturaleza consigue unas paisajes maravillosos que se quedan grabados en la retina. Igual que las grandes interpretaciones, en especial de los papeles femeninos que adquieren mayor fuerza y dureza. Tanto Eloísa Vargas como Isabelle Stoffel e Isabel Blanco nos llenan de sentimientos enfrentados con sus papeles a la sombra de la historia, es la valentía con la que alimentan a sus personajes la que hace avanzar la película. Esther Regina interpreta a la protagonista, la historia más completa, la de quien debe tomar decisiones. Su trabajo sorprende y sostiene un personaje complejo y difícil de interpretar. Carlos Iglesias mezcla fortaleza y dulzura, pero se mantiene en segundo plano, acompañando con su personaje la historia, esperando el desenlace. Sus ideas se mantienen firmes, pero sabe aplicarlas sobre las personas con la humanidad que corresponde, con excepciones si es preciso, un valor que convierte su papel en entrañable.
La culpa y los culpables como tema sobrevuela la película. Culpar resulta sencillo y sirve a su vez de desahogo. Nos permite dar un paso más, sacar la rabia. Pero en el fondo se convierte en un quiste que no permite avanzar pues nos resiente la salud. Hace falta extirpar ese bulto para seguir caminando, pero esa senda impone la recuperación de nuestra Memoria Histórica. Traer ese pasado tan doloroso al frente y aprender de él, contar lo que pasó, lo que hubo y lo que faltó, sacar los muertos de las cunetas. Solo así, con Verdad, Justicia y Reparación, podremos emprender los españoles un camino común.
Ispansi, desde la ficción, da ese paso.
A modo de pequeño anecdotario: A Carlos Iglesias el tema de «los niños de la guerra» le empezó a interesar cuando estudiaba en la Escuela de Arte Dramático de Madrid. Allí tuvo como profesor de arte dramático al asturiano Ángel Gutiérrez, quien vivió aquella experiencia en su infancia y que luego contaba a sus alumnos en sus clases. Aquellos recuerdos y nostalgias se le quedaron grabados. De ellos surge el guion. Luego, para documentarse, se entrevistó con treinta y siete de aquellos niños, varios de ellos han fallecido antes de que la película se llegara a estrenar. Con esta información y con todos aquellos recuerdos elaboró el guion, intentado ser fiel a los sentimientos que estas personas le confesaron.
Fuente: http://islainexistente.javialvarez.es/2011/03/ispansi-y-el-sentimiento-de-la-tierra.html