En breves fechas tendrá lugar en el Parlamento andaluz el trámite parlamentario por el cual se darán por aprobados los presupuestos de la Junta de Andalucía para el año 2014. Todo parece indicar que dichos presupuestos superarán el citado trámite, puesto que las dos formaciones políticas que conforman el gobierno en la Comunidad Autónoma han […]
En breves fechas tendrá lugar en el Parlamento andaluz el trámite parlamentario por el cual se darán por aprobados los presupuestos de la Junta de Andalucía para el año 2014. Todo parece indicar que dichos presupuestos superarán el citado trámite, puesto que las dos formaciones políticas que conforman el gobierno en la Comunidad Autónoma han dado señales que sus diputados validarán esta propuesta presupuestaria. Podríamos sumergirnos en un baile de cifras y partidas, en una vorágine de números que al común de los mortales sólo nos llevaría a la más absoluta desesperación y a tomar consciencia de nuestra ignorancia supina en tales materias. Y no es por incapacidad o falta de entedederas que uno se sienta acomplejado ante semejante prosa; más bien es debido al interés que existe por los redactores para que lo que allí sea dicho no sea comprensible para nadie o casi nadie. Por ello, desde estas líneas no quiero hacer una reflexión aritmética ni expurgar cuanto de cierto o falso pueda haber en las cuentas públicas del año que viene. Mi intención va más allá de esto. Grosso modo, los presupuestos son un calco de los del ejercicio anterior, una simple copia de los mismos, que como ya se ha sabido por diferentes medios, contenían, de cara a su ejecución, una cantidad mortal de trampas y ardides (entre otras lindezas, 800 millones de euros presupuestados y no ejecutados). Los del año pasado fueron aprobados, como no podía ser de otra forma -cuestión que hay que recalcar, aunque parezca mentira-, por los diputados y diputadas de IU, los mismos que cuando salen de sede parlamentaria chorrean sangre roja y se jactan de parafrasear a los tótem de la izquierda. Estos, y aquí también debemos incluir a la dirección en pleno de IU, tratan, por medio de todo tipo de ejercicios de retórica y sofística, de hacer ver a la militancia que es el único recurso posible y, que si bien no son de su agrado, llevan inserta la rúbrica de IU, pues se ha conseguido y conseguirá paliar las desgracias que la crisis está acarreando a las familias andaluzas. No se habla en los círculos supremos de la dirección del adelgazamiento de grasa demandado en cuanto a las agencias de colocación del PSOE, del derroche que suponen los cientos o miles (nadie lo sabrá) de cargos inútiles y estómagos bien agradecidos; de aquel contrato ante notario que marcaba las líneas rojas que IU exigía a sus socios para conservar el acuerdo; de la elaboración de unos presupuestos participativos y democráticos, etc., etc. Por supuesto, tampoco se quiere entrar a debatir o reflexionar cuánto se ha conseguido para el pueblo con este reparto monetario, pues, ¿acaso nuestra educación pública o nuestra sanidad han mejorado?, ¿acaso con estos presupuestos se ha remediado el drama del desempleo o las necesidades derivadas de las prestaciones sociales?
¿Qué se podría hacer si no?, nos podemos preguntar. Pues bien, a través de esa dádiva caída en forma de 12 diputados, no aprobar la farsa presupuestaria, prolongar los que ya existen, que a la sazón son los mismos que vienen, y forzar, sesión tras sesión y reunión tras reunión a los socios de IU en el gobierno andaluz para que asuman en sus políticas las exigencias propias de una política radicalmente diferente: proponer una subida del IRPF a las rentas más altas, establecer una tasa sobre los depósitos bancarios y las transferencias monetarias, crear un banco de tierras real y útil, empezar a poner los cimientos para la creación de un banco público andaluz, desarrollar medidas de creación de empleo y no ejercicios de trilerismo y, en definitiva, llevar a la palestra parlamentaria y a la calle, aquellas propuestas que la izquierda militante y gran parte de la ciudadanía demandan, ejerciendo aquello que recogía un reciente slogan del partido: «Rebélate». Con diferentes argumentos, los cuadros dirigentes de IU pretenden justificar su apoyo al texto presupuestario, y ahí nos encontramos con lo que para todos y todas es sabido: las imposiciones de la troika y del gobierno central, el artículo 135 de la Constitución española, la Ley de Sostenibilidad Presupuestaria, y demás razones que, siendo todas ellas ciertas y contundentes, pretenden éstos sean una justificación ante tamaña traición. Que la troika quiere imponer sus medidas neoliberales para favorecer a la banca y a los grandes inversores no es nada nuevo; que el gobierno del PP ha visto como agua de mayo la inmensa crisis en la que estamos inmersos para aplicar medidas que aparecen marcadas a fuego en su ADN, haciendo bueno aquello de que en período de crisis es donde afloran las oportunidades, tampoco lo dudábamos la militancia y los simpatizantes de IU y todos aquellos otros que confiaron por primera vez en la formación de izquierdas para conseguir el cambio; que una vez en el gobierno andaluz se iba a plantear la problemática de gobernar con la soga del Artículo 135 y de la Ley de Estabilidad Presupuestaria tampoco podía escapar a nadie que estuviera en su sano juicio. Es por esto que aunque ahora los cuadros dirigentes de IU se afanen en buscar tales argumentaciones, el caso es que no les podemos creer ni podamos justificar el más que probable apoyo a unos presupuestos que son hijos de la troika y del gobierno central, nietos del capital y de la banca, y que han sido gestados en el seno del partido ideológicamente más corrupto y desleal para con la clase trabajadora, que no es otro que el PSOE, el mismo compañero de cama de mis camaradas en el gobierno andaluz, y el mismo que con agosticidad, premeditación y alevosía fraguó el golpe de estado que nos metió de lleno en el lodazal en el que andamos, cuando un agosto del año 2011 modificó «al alimón» con sus compañeros de cama del momento, el PP, la tan sagrada y cacareada Constitución del Reino de España, por no hablar de su papel central en el diseño de la actual arquitectura financiera y monetaria que impera en Europa. Desde mi ingenuidad, entendía que mi partido debía erigirse en un poder nuevo que, desde la coherencia, la ética y la razón, se armara de fuerza para alcanzar el gobierno por sí mismo; que hiciera frente con valentía y sin ambages a las políticas neoliberales que hoy aplastan a millones de europeos y que a través de la lucha, el acercamiento al pueblo y el desarrollo de políticas fuera de las órdenes que los poderes fácticos dictan, pudiera dar respuesta real a las demandas de una sociedad cada vez más decrépita y desesperada. Entendía que mis dirigentes harían lo posible y lo imposible por ejecutar aquello por lo que se les había dado nuestra confianza, situando a IU a la vanguardia de la lucha política, social y ciudadana. Pero no. Hoy me acuesto con la sensación de sentirme traicionado y desamparado, como muchos de mis compañeros, familiares, amigos y una gran parte de la sociedad española. Por este motivo me gustaría subrayar que mi reflexión de hoy surge de la más profunda decepción e indignación. Nace del desconsuelo y de la incomprensión que produce ver cómo el centro de mando de la supuesta vanguardia política española lleva el sello de la traición y el continuismo político. Sólo me queda entender que la dirección de IU necesita de este estado de cosas para poder nadar en él a favor de corriente, manteniendo sus sillones, cargos y sueldos, olvidándose de las raíces desgarradas que nacen en el seno de las reivindicaciones de la clase trabajadora y dejando para otros aquello de «Rebélate».
Jorge Alcázar. Colectivo Prometeo y Frente Cívico.