El día 10 de julio, la Presidencia Ejecutiva Federal de IU, por 35 votos a favor, 1 abstención y 1 en contra (el mío), aprobó lanzarse a formar un frente de izquierdas (?) con todos los grupos del Estado español que están fuera del PSOE (ICV-Compromís-Equo-Verdes en general…), con los movimientos sociales (sin concretar), y […]
El día 10 de julio, la Presidencia Ejecutiva Federal de IU, por 35 votos a favor, 1 abstención y 1 en contra (el mío), aprobó lanzarse a formar un frente de izquierdas (?) con todos los grupos del Estado español que están fuera del PSOE (ICV-Compromís-Equo-Verdes en general…), con los movimientos sociales (sin concretar), y con los intelectuales (Garzón, Víctor Manuel…). Es decir, se intenta reconstruir el espacio socialdemócrata, y con tintes nacionalistas pequeñoburgueses, abandonado por el PSOE en su desplazamiento a la derecha.
Viendo la gestación del proyecto, se entenderá por qué digo que es una trampa saducea. La convocatoria de Huelga General en septiembre pasado, dejó clara la oportunidad que se abría para IU; el Parlamento no representaba el ambiente en la calle y los dirigentes sindicales, tan acomodados a los pactos con los gobiernos del PP y del PSOE, se veían forzados a salir a la lucha con el brutal ataque emprendido por la burguesía europea. El gobierno del PSOE, comprometido con los intereses de la clase dominante, aceleró en su política económica, que está diseñada sobre una piedra angular: restaurar la tasa de beneficios de la burguesía a base de una transferencia gigantesca de recursos económicos de la clase trabajadora y capas medias, a los grandes empresarios y financieros. Lo que supone, inevitablemente, recortar el gasto social, rebajando los costes de reproducción de la mano de obra (Marx dixit ).
En esas condiciones, IU tenía ante sí una oportunidad única: lanzar un llamamiento a las bases de los sindicatos y a sus dirigentes y, también a las bases del PSOE (en ese momento traumatizadas), para construir un frente de izquierdas, con una consigna: derogación de todas las leyes de recortes de los derechos sociales (contrarreforma laboral, la edad de jubilación, empleo, privatizaciones, recursos ilimitados a los bancos…), y con un método: elegir los candidatos de forma democrática y con celebración de primarias. Era un mensaje claro, con amplio apoyo social. Los dirigentes de los sindicatos hubiesen tenido difícil oponerse a ese proyecto y el resultado de las elecciones municipales y autonómicas hubiese sido muy distinto.
Cuando planteé esta idea en la Presidencia Federal de IU, que se celebró en Zaragoza el año pasado, antes de la huelga general, todas las familias de IU lo consideraron interesante pero lo rechazaron y, por supuesto, de elección democrática de los candidatos a través de primarias como norma general en IU, ni hablar. Así cacicadas como las de Madrid-ciudad, volvieron a hacerse con la aquiescencia de todos los sectores, ya que todos pactaron algún puesto de salida a espaldas de la militancia.
Después surge el movimiento del 15-M, que viene a demostrar que aquellos que decíamos que no éramos el cauce de expresión de las inquietudes sociales, teníamos razón.
Pero este movimiento, como todas aquellas expresiones del malestar social, tiene muchas virtudes (algunas de ellas originales) y, entre otros, el inconveniente común a todos los movimientos de protesta; que es muy certero denunciando los males existentes en la sociedad pero no es capaz de articular una alternativa a los mismos. Y, por tanto, ahora todo el mundo quiere aprovecharse de este movimiento desactivándolo. Por supuesto los más estúpidos (y ha habido muchos en la izquierda), se han opuesto a él, pero los más hábiles se prestan a nombrarse «portavoces de sentir del 15-M». Es un truco muy viejo, al que el emperador Constantino dio un nuevo vuelo al asimilar las doctrinas antisistema del cristianismo, pero que hemos visto repetirse a gran escala, con Stalin y el comunismo o los partidos que se llaman a sí mismos socialistas; mejor que negar una cosa es desnaturalizarla.
Y así, en nombre del 15-M, IU se apresta a hacer lo contrario de lo que este movimiento expresaba, pues en lugar de poner la organización en manos de la sociedad, inicia un proceso de mercadeo de puestos en las listas al parlamento con todos los políticos profesionales que se han dedicado a montarse su chiringuito.
Después de los resultados de las elecciones municipales y autonómicas, un sector de la organización, (principalmente el que se ha identificado con Gaspar Llamazares), ve los riesgos que corre IU ante unas elecciones generales y también el riesgo que corren ellos de quedarse sin puestos de salida (esto ya había sido precedido por una «recolocación» de otrora destacados componentes de esta corriente: Rosa Aguilar y Pedro Antonio Ríos en el gobierno del PSOE, ahora Félix Taberna -que era el adalid del «nuevo modelo productivo»- con UPN y PSOE en Navarra, Reyes Montiel e Inés Sabanés en Equo. Y, además, por si fuera poco, Javier Madrazo y Serafín Llamas, se ven envueltos en un escándalo sin precedentes en Euskadi). En esta situación, y captando el ambiente social proclive a la «unidad», lanzan la idea de un «frente amplio», una especie de reconstrucción del espacio llamado socialdemócrata, y firman algunos manifiestos a los que se da publicidad, de famosos e intelectuales.
En un primer momento el núcleo de la dirección de IU, el entorno de Cayo Lara, no ve esta alternativa y se mantiene enrocada en otra idea: la «convergencia social», pero desde IU, dirigiéndose a la sociedad para intentar representar el ambiente social y ganar más apoyo. Algunos como Willy Meyer, afirman que «IU ya tiene garantizado el grupo parlamentario», pero el miedo en el escenario de elecciones anticipadas a quedar desplazados aumenta con cada manifiesto de «intelectuales y famosos» en favor de la unidad.
Desde el primer momento el sector que encabeza Enrique Santiago, siempre tan pragmáticos (como han demostrado en Madrid pactando la lista municipal con Pérez, sobre las ruinas de la asamblea de IU Madrid-ciudad, o con el proceso de privatización de Caja Madrid), argumenta que no podemos dejar esta bandera en manos de los llamazaristas y que, además, corremos el riesgo de obtener unos malos resultados electorales, por detrás de una hipotética alianza electoral sin principios en torno al eje ICV-Equo, que podría obtener más que IU. Los antecedentes de enarbolar banderas que no eran nuestras, en aquella famosa decisión del CC del PCE en la primavera del 77, debieran ser una lección para aprender que la única bandera que debemos izar es la nuestra.
Y así se gesta esta propuesta, aprobada en la Presidencia Federal, que, por cierto, ya adelantaba la prensa un día antes de que los miembros de la Presidencia supiésemos que íbamos a discutir el tema.
Sin duda es un giro brusco en la política de alianzas que venía defendiendo IU Federal, que quizá tenga más explicaciones. Una hipótesis, que no se puede aún contrastar, es la de que exista el temor a que, una vez que ICV ha acelerado en su propuesta con el apoyo de la intelectualidad y de algún medio de comunicación, algunos dirigentes de IU teman que, de no entrar en el juego, una parte de IU, que ya ha perdido fuerzas hacia esta maniobra, se sintiese más atraída por esta coalición que por mantenerse en IU y dejase una organización muy maltrecha en vísperas de las elecciones generales.
En cualquier caso, con este giro a la derecha, lo que se aprueba no es un frente de la izquierda, es una alianza sin más principios ni programa que el obtener puestos en el Parlamento.
En lugar de poner el programa por delante, se «adaptará» el programa al gusto de todos y se dirán generalidades. Resulta patético pensar que podemos tener un pacto con Garzón (¿nos olvidamos de la Ley de Partidos?), con algunos destacados artistas partidarios de la ley Sinde, con ICV que se dedicó a apalear a nuestros propios militantes en Barcelona, con Compromís que nos robó nuestra representación en el Parlament, con Equo que apoyó la masacre de la OTAN el Libia y que está formada por los que, perdiendo su sillón en IU, han ido a buscar su camino para mantenerlo.
Por eso es una trampa, porque es necesaria la unidad, pero con la calle, con las fábricas, con los barrios, no con los intelectuales que sólo se representan a sí mismos y con los políticos profesionales que representan todo aquello contra lo que se ha rebelado la juventud.
Claro que necesitamos un programa, pero uno que plantee la derogación de la contrarreforma laboral, la jubilación a los 60 años, la nacionalización de todas las cajas de ahorros bajo control democrático, la salida de la OTAN y la oposición a todas sus acciones bélicas, la coordinación de las luchas a escala europea, la creación de dos millones de puestos de trabajo en el sector público de forma inmediata, que permitiría un plan de creación de otros tantos puestos de trabajo en el sector privado, que es lo que necesitamos, y, mientras tanto, pago del desempleo indefinido, elevación del salario mínimo a 1.000 euros, y limitación del salario máximo en todos los ámbitos. ¿Esto lo va a apoyar ICV, o Compromís, o Almodóvar…?
Estamos poniendo la política cabeza abajo. Toda táctica está sometida a los objetivos que se pretenden alcanzar a largo plazo. La táctica es una cuestión de oportunidad, que depende de situaciones concretas. Una cosa era plantear un frente basado en la lucha contra el gobierno, con las bases de los sindicatos, y otra, muy distinta, un frente con «demócratas» o, como mucho, «socialdemócratas» que se sienten defraudados por el giro del PSOE y que quieren reconstruir ese espacio, y que, no nos quepa duda, volverán al PSOE cuando esté en la oposición (que será muy pronto).
La perspectiva a la que nos enfrentamos es la del mantenimiento de la crisis económica del capitalismo, la degradación de nuestras condiciones de vida y, por tanto, la polarización entre las clases sociales con un incremento de la conflictividad. Y si esta es la perspectiva, el instrumento que debemos forjar debe servir para la lucha. ¿De qué nos sirve unirnos a Compromís, a ICV, a Equo, a Garzón, Almodóvar o Víctor Manuel? Necesitamos forjar un compromiso en la calle, dar entrada a nueva militancia, demostrar que no somos como los demás, que nuestro programa representa sus intereses y que nuestros dirigentes y cargos públicos se eligen democráticamente (¡en todas partes!).
Una alianza cupular con oportunistas de todas las raleas no es el camino para prepararnos para la lucha. En el mejor de los casos obtendremos un grupo parlamentario que se fragmentará en la primera votación en que se ventilen cuestiones de clase, salvo que nos adaptemos a la política amorfa (más bien, radical burgués) de estos grupos. Y, claro, estaremos atrapados en la trampa, «no vamos a romper lo que tanto nos ha costado construir», y con este argumento retrasaremos lo necesario, la construcción de un partido de lucha, con un programa socialista de transformación de la sociedad y una democracia interna escrupulosa.
Por eso, hace más de un año, me quede solo en la Presidencia de IU, defendiendo un frente de izquierdas para luchar contra la política del Gobierno y fortalecer nuestra organización, y ahora me he vuelto a quedar solo votando en contra de una política que no es un frente de izquierdas, sino oportunismo electoralista.
Los problemas que debe resolver IU, y la izquierda en general no se resuelven con una ocurrencia como ésta, sino convirtiéndose en la expresión de las necesidades de la clase trabajadora y la juventud. Los partidos políticos, incluida IU, son el producto de un momento histórico concreto, pero después, cuando el movimiento retrocede, los partidos se mantienen, pero la sangre deja de circular debidamente por sus arterias y se esclerotiza, como el caparazón de un cangrejo, se convierte en una coraza que impide crecer lo que hay dentro. Eso representa el 15-M, un intento de romper esas cáscaras viejas, aún con todas sus contradicciones y su falta de nitidez en el carácter de clase, representa lo nuevo frente a lo viejo. Con esta táctica IU se aferra a su cascarón y al de otros cangrejos aún más esclerotizados y carentes de democracia interna. Se sobrevaloran los escaños parlamentarios, (es lo que Rosa Luxemburgo llamaría «cretinismo parlamentario»), frente a la necesidad de nueva afiliación y construir una organización en la lucha, por cuyas venas vuelva a circular la sangre oxigenada de la participación democrática y las ideas marxistas. Los propios acontecimientos están reivindicando el marxismo, y poco a poco todos estos experimentos de reanimar el cadáver exangüe de la socialdemocracia demostrarán que no son sino criaturas inviables, para dar paso a lo que necesitamos, una organización para la lucha, con una bandera limpia, la de la transformación socialista de la sociedad.
Alberto Arregui es miembro de la Presidencia Federal de IU
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