El panorama es tan desalentador para IU, que sus dirigentes no tienen a donde mirar. Si lo hacen a las asambleas locales, a las que mentan, -sólo mentan- como guardianes y dueñas de la organización, se encuentran lo que sembraron: una participación casi nula, donde hubo asambleas que señeras por su vida política, por el […]
El panorama es tan desalentador para IU, que sus dirigentes no tienen a donde mirar.
Si lo hacen a las asambleas locales, a las que mentan, -sólo mentan- como guardianes y dueñas de la organización, se encuentran lo que sembraron: una participación casi nula, donde hubo asambleas que señeras por su vida política, por el debate ideológico y la creación, hay hoy lugares fríos y tristes, donde cinco o seis personas, con una media de edad muy elevada, escuchan el informe venido -una vez más- de arriba, que lee con monotonía y disciplina algún dirigente local, con mas o menos ambiciones personales.
Si lo hacen a los resultados electorales, el desánimo los embauca, es cierto que algunos tienen la nómina a salvo para la presente legislatura, pero hasta ellos perciben que el horno se ha quedado sin bollos, que no hay futuro, que hay poco para repartir, que las alarmas están encendidas, y el sálvese quien pueda, domina los corrillos de los líderes.
Si lo hacen a sus lados, ven enemigos hasta en sus sombras, algunos porque quieren los puestos que ellos con tanto esfuerzo han conquistado, otros, porque están radicalizados, y así PRISA no les va a dar cancha.
Si lo hacen a su espejo, verán un burócrata, a una persona que ha dejado por el camino ideas, amigos, camaradas, y mucha vergüenza, todo por seguir en el puesto para el que se creen elegidos por los dioses. Les da miedo que alguien les descubra que no sirven para otra cosa.