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Izquierda Unida en nuestras manos

Fuentes: Rebelión

Con la celebración del Consejo Político Federal de Izquierda Unida el pasado 22 de enero, se ha cerrado una etapa en la crisis de Izquierda Unida, pero, en ningún caso se ha llegado a una solución estable. Por primera vez en la historia de nuestra organización vivimos una situación en la que un sector quiere sacar […]

Con la celebración del Consejo Político Federal de Izquierda Unida el pasado 22 de enero, se ha cerrado una etapa en la crisis de Izquierda Unida, pero, en ningún caso se ha llegado a una solución estable.

Por primera vez en la historia de nuestra organización vivimos una situación en la que un sector quiere sacar ventaja de su posición en la dirección aún sabiendo que está en minoría en la base, y al mismo tiempo, rechaza la oportunidad de alcanzar un acuerdo interno que permita la convivencia de las discrepancias, la riqueza de las posiciones contrastadas, como un ejercicio cotidiano de democracia interna.

La paradoja, que debemos resolver, es que nunca había sido tan necesaria una Izquierda Unida capaz de romper el pensamiento único, encauzar la rebeldía de la sociedad, ser parte del propio movimiento real, político y social de nuestros barrios, centros de trabajo y estudio, y, en definitiva, reafirmar la autonomía de un proyecto de transformación socialista de la sociedad. Y esta es la tarea a la que convocamos a todas y a todos quienes sienten la necesidad de forjar una fuerza capaz de constituir una oposición consecuente al gobierno del PSOE, y luchar por la hegemonía de la izquierda social.

El mayor peligro en estos momentos sería el del desánimo, la retirada, o peor aún, lo que ya hemos visto otras veces: «la profecía autocumplida»; si insistimos en que no hay nada que hacer para variar el rumbo de IU, y nos marchamos, la estaremos desahuciando nosotros mismos. Pensemos sólo en que si todos aquellos que han abandonado IU en los últimos tiempos se hubiesen mantenido, hoy se hubiese producido ya el cambio por el que muchos hemos luchado. Un cambio en el que seguimos empeñados, y alcanzaremos a través del trabajo cotidiano, la presentación de alternativas y el recurso a todos los cauces que nos ofrece la organización.

Depende de nosotros

Poco creíble resultaría nuestro propósito de transformar la sociedad si ni siquiera nos sentimos capaces de transformar la organización de la que somos parte esencial, tanto numérica como cualitativamente. Hoy las razones que dieron origen a IU siguen más vigentes que el primer día. La organización pertenece a cada compañera y compañero dispuestos a luchar por este proyecto de izquierda transformadora. Ante la irresponsabilidad de una dirección, la responsabilidad de quienes sí tenemos un proyecto, no decae, sino que crece. El futuro de Izquierda Unida está en nuestras manos, depende de nosotros.

Si la pluralidad es una de las señas de identidad de IU, y el reflejo de las distintas sensibilidades políticas es una condición de la democracia interna, aún falta mucho para poder afirmar que nos dirigimos por el buen camino.

El proceso abierto de cara a la VIII Asamblea Federal suponía un reto para toda la militancia de Izquierda Unida. Exigía una definición de nuestros objetivos, escuchar la voz del conjunto de la organización, reconstruir la identidad propia que se ha venido diluyendo en los últimos años y, por fin, constituir una dirección que reflejase fielmente los sentimientos de todas y todos los afiliados expresados en el proceso.

Pero quienes se empeñan en «una oposición influyente y exigente», parece que van por otros caminos; tienen su vista puesta, no en la base de la organización, sino en sus relaciones con el Gobierno. Somos conscientes de que la marcha de la organización, su capacidad de mantenerse sin rupturas constantes es una responsabilidad que, aunque corresponde en primer lugar en quienes detentan el aparato, recae también, ante la irresponsabilidad de los primeros, en quienes nos vemos abocados a plantear el proyecto de futuro, la alternativa, y somos desplazados de una posible dirección integral, a pesar de haber tenido el respaldo mayoritario de la VIII Asamblea.

Esta paradójica situación se puede ver en el proceso de elección de la Comisión Permanente de IU, el órgano ejecutivo que afronta la política cotidiana de la organización; su utilización sectaria es algo que ni siquiera estaba prevista en nuestros estatutos, pero nunca hizo falta pues ningún coordinador general abusó jamás de la ventaja que le conceden las normas al ser él quien propone una lista completa a la Presidencia Federal, que se limita a aprobar o rechazar la propuesta, pero que no puede presentar lista alternativa. Fue ese espiritú de pluralidad el que permitió que desde los orígenes de IU, incluso grupos que poseían una escasa representatividad fueran acogidos en la dirección. Hoy, los tiempos han cambiado, se valora la uniformidad, y las dos candidaturas que obtuvieron más del 50% de los votos en la Asamblea Federal, recibieron una oferta de constituir el 20% de la dirección permanente. Eso es, y no otra cosa, lo que ha impedido mi participación en la Comisión Permanente. Aún después de haber sufrido la ilegitimidad de la Comisión de Garantías, y la interpretación leguleya de los estatutos para permitir un tercer mandato de Gaspar Llamazares sin el respaldo preceptivo del 60%, no podíamos legalizar una actitud tan poco democrática como estrecha de miras, con una presencia que hubiese sido utilizada como aval de un procedimiento antidemocrático.

El abandono del proyecto

Sin olvidar la utilización torticera que se ha hecho de las normas internas, no podemos detenernos en ello, nos condenaríamos a una tarea estéril. Sin embargo, lo importante es comprender que la crisis de IU es, en lo esencial, el reflejo de una crisis política relacionada con los procesos que vivimos en la sociedad. Desde procesos más generales, como la caída de los regímenes del Este, o el mantenimiento del crecimiento económico en los países capitalistas desarrollados, a otros mucho más cercanos como el triunfo electoral del PSOE de ZP y el fracaso en las urnas de nuestra propia organización han llevado a algunas compañeras y compañeros a extraer la errónea conclusión de que el proyecto socialista carece de vigencia. La identidad propia de IU, como proyecto transformador que se concreta en un Movimiento Político y Social, se ha ido desvirtuando, para ponernos, acríticamente en muchos casos y sin debate alguno en otros, a la estela del PSOE.

La actual dirección de IU, se puede sentir hábil navegante pero la realidad es que nos conducen al pairo de los acontecimientos. Los ejemplos son abundantes, si bien destaca entre ellos la incapacidad de gestionar una política federal de IU ante el proyecto de reforma del estatuto vasco, conocido como Plan Ibarretxe. Nos ha colocado en una situación patética, pero sobre todo ha demostrado que la frase de Gaspar Llamazares «he entendido el mensaje, la nueva dirección será la más colectiva y plural de Izquierda Unida», era huera en ambos términos.

No ha entendido, sino que, lejos de la federalidad, escenifica un desmembramiento de la organización, sin valentía para abrir una discusión interna y liderar el proceso tanto en lo interno como en la sociedad. No es un tema secundario, como refleja la agresiva manifestación del día 22 de enero en Madrid, convocada por la AVT. La derecha está abriendo un campo de batalla, apoyada en la actitud del PSOE, que aún permanece en el «abrazo del oso» con que el PP le retiene en un pacto llamado «antiterrorista» exponente de un maniqueísmo frentista entre nacionalismo español y nacionalismo vasco, y del que le resulta muy difícil alejarse, pues ha caído en su propia trampa, y es acusado de tibio o de favorecer a los terroristas cada vez que intenta distanciarse de la política del PP. Por otro lado, Ibarretxe puede perder el control de la situación, acorralado por el Gobierno y por sus propias limitaciones, lo que puede desatar una situación de grave conflicto en el País Vasco, y un clima de tensión que favorezca a la extrema derecha en el conjunto del Estado español.

Ante ello IU aparece pidiendo su parte, en lugar de exigir al PSOE que rompa con el PP y emprenda un camino que permita la solución política del conflicto vasco dentro del marco constitucional actual o futuro. No se puede pretender que para compensar el pacto por la derecha del PSOE con el PP, hagamos otro pacto «por la izquierda», del PSOE con IU. Parece más una comedia de enredo que política seria.

Para profundizar en esa línea, y también sin haberlo discutido en la organización, se anuncia, nuevamente sin debate interno previo, un pacto de legislatura con el Gobierno del PSOE. ¿Esto es reivindicar la identidad propia de IU? Nos proponen todos los inconvenientes de estar en un gobierno, sin ninguna de sus ventajas.

Parece que el mismo PSOE que intentó reiteradamente destruir IU, incluso convenciendo con papeles institucionales a algunos miembros destacados, ahora quiere ayudarnos con altruismo. ¿Acaso Gaspar Llamazares no comprende a donde nos conduce este proceso? El PSOE busca, como es lógico, la mayoría absoluta en unas próximas elecciones, el PP les está ayudando, y parece que algunos compañeros nuestros caen en la celada.

Ser oposición, construir la alternativa

Si no se produce una catástrofe en el terreno económico, el Gobierno del PSOE puede conseguir ese objetivo, y lo hará, no olvidemos, a costa, en parte, de IU. Así, un período de gobierno que muestra a las claras las contradicciones de la política de los dirigentes del PSOE, que debiera ayudarnos a recobrar el apoyo perdido en la sociedad al evidenciar las limitaciones de su política, personificada por un Solbes o un Bono, y la necesidad de una fuerza transformadora, se puede convertir en un nuevo retroceso para IU, absorbida por el PSOE. Si la gente tiene que elegir entre dos fuerzas reformistas se quedará con la más grande, la original.

Por todo ello, es urgente para la revitalización de IU, que seamos capaces de proponer un programa de acción común, que tenga como objetivo prioritario el construir una oposición de izquierdas, republicana y alternativa, al gobierno del PSOE, a la vez que evita el avance de la derecha y de las políticas conservadoras. Los contenidos deberían partir de los problemas políticos y sociales más acuciantes: precariedad y políticas de empleo, derechos sociales, medio ambiente, lucha contra la exclusión social, igualdad de género, e identidad antibelicista, en un compromiso decidido contra la militarización de las relaciones internacionales.

Elemento esencial de esta propuesta es la definición de un modelo de federalismo que partiendo del reconocimiento de una realidad plurinacional del Estado español, y el reconocimiento del derecho de autodeterminación de los pueblos, combine la descentralización del poder político con la democratización del mismo. Ser capaces de articular la defensa de los derechos de los pueblos con la unidad en la reivindicación de los derechos sociales. Necesitamos articular un nuevo proceso de convergencia republicano y socialista, con centenares de miles de personas, dispuestas a luchar por superar las limitaciones del actual marco constitucional, entrando con iniciativas, y no a rastras, en lo que ya se está denominando como una segunda transición.
Los ritmos de cambio en una organización suelen ser más largos del plazo que ofrece una Asamblea Federal. Aún así, es innegable que hemos puesto ese cambio en marcha y ha obtenido el respaldo de la mayoría de la organización.

Nada en la historia está decidido de antemano, el futuro de IU, tal como venimos demostrando no depende sólo de sus dirigentes, depende del conjunto de la organización de todas las compañeras y compañeros, especialmente la militancia que desde las Asambleas de Base ha sabido rebelarse y presentar batalla, conscientes de lo que estaba en juego, aportando vitalidad a un movimiento imparable para la renovación que puede determinar el futuro para IU como fuerza transformadora, como auténtico Movimiento Político y Social. Es cuestión de tiempo, pero sobre todo de expresión de la rebeldía y el trabajo cotidiano.