Había visto imágenes devastadoras por la televisión de un pequeño pueblo de pescadores del litoral habanero. Una semana después del paso de Irma me adentro en sus calles, solo quería conversar con los que trabajaban en la recuperación, tomar imágenes. No encontré nada, mejor dicho, encontré mucho. Joseito se imponía temprano frente al mar, […]
Había visto imágenes devastadoras por la televisión de un pequeño pueblo de pescadores del litoral habanero. Una semana después del paso de Irma me adentro en sus calles, solo quería conversar con los que trabajaban en la recuperación, tomar imágenes.
No encontré nada, mejor dicho, encontré mucho. Joseito se imponía temprano frente al mar, como si lo retara a un duelo, «no nos venciste, este espacio es nuestro», especula mi imaginación al ver su mirada perdida en el infinito.
Y es que, «los que vivimos en la costa siempre estamos en una batalla constante, a cada ratos no pasa, pero nunca como esta vez», dialogaba Julio sin soltar el escobillón. Le comenté de mi asombro, no había nadie, todo estaba cual barita mágica del hada de un cuento. Pero claro, aquí vinieron unas brigadas que se lo llevaron todo, si no los supervisamos hasta se llevan las aceras, asegura riendo el vecino que se empeña en sacarle brillo a su calle.
«Vivo en esta playa hace 28 años, jamás las olas habían llegado al techo de la casa, las piedras alcanzaron metro y medio de altura, cubrieron el murito y la calle, no se veía nada»…, y dónde está todo eso, interrumpo a Margot ¡Se lo llevaron todo! Y siguió contando sin parar, de cómo unos militares la trasladaron en silla de ruedas el sábado y así mismo la retornaron el domingo. «Mi´ja de eso si estoy contenta, la policía y las FAR no nos dejaron ni un instante, el miércoles vinieron a ayudarnos también del gobierno, mira a tu alrededor, todo está muy limpio, tenías que haber venido el miércoles», insistía esta abuela casi regañándome y seguía contando; que sus vecinos no paran de trabajar, no sueltan las palas hasta terminar con todo.
Solo transcurre una semana de que Irma se acercó a nuestras costas, además de colchones y libros revolucionarios secándose al sol, pensé que encontraría desastre, escombros y brigadas trabajando. Para mi sorpresa pasó otro huracán, el del trabajo y esfuerzo de esta gente de mar.
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