El director de Público, Jesús Maraña, decía en un editorial, con muy buen criterio, que lo que no se puede hacer en política es venderle al amigo las recetas del adversario. Dicho con menos elegancia: vendernos lo que hubiera hecho el Partido Popular, si se hubiera atrevido, en caso de estar en el gobierno. Y […]
El director de Público, Jesús Maraña, decía en un editorial, con muy buen criterio, que lo que no se puede hacer en política es venderle al amigo las recetas del adversario. Dicho con menos elegancia: vendernos lo que hubiera hecho el Partido Popular, si se hubiera atrevido, en caso de estar en el gobierno. Y vendernos esa mercancía como la única alternativa posible.
Olvida el Presidente decirnos que esa es, efectivamente, la única alternativa posible si se acepta incondicionalmente el marco de la Europa de Maastricht, es decir, el marco de una Europa sumergida ideológicamente en el neoliberalismo reaganiano disfrazado de centro- derecha o de centro-izquierda, que va laminando sin prisas pero sin pausas los derechos conseguidos tras muchas batallas. Pero, fuera de ese marco, ¡claro que existen alternativas! Sólo que, para acudir a ellas, hace falta un coraje que parece que no está al alcance de la clase política europea, incluida, claro está, la española.
El neoliberalismo, hay que repetirlo porque a menudo lo olvidamos, es una ideología. No es sólo una dictadura de los mercados. Actúa como una ideología que se proyecta a través de expresiones que parecen brotar del sentido común: «no hay alternativas»; «esto es lo único que se puede hacer»; «hay que hacer sacrificios hoy para asegurar el mañana»; etc. Pero es una ideología: no existen razones objetivas, salvo las ideológicas, para que Angela Merkel haya dado un tijeretazo al gasto público alemán; ni la cifra de la deuda ni el crecimiento del PIB explican esa «necesidad», que sólo puede ser justificada por la voluntad de «dar ejemplo» a los gobiernos europeos o por presiones de sus socios de gobierno, un partido liberal que se ha subido al monte reaganiano. Pura ideología.
No hay razones, como ha explicado contundentemente el profesor Vicenç Navarro, para reformar las pensiones alargando la edad de jubilación y los años necesarios de cotización. Desde hace décadas se nos viene aturdiendo con ese sonsonete, una imposición ideológica neoliberal de la que sólo conocemos el enunciado, sin que hayan datos fehacientes que la avalen. Pero, por desgracia, el sonsonete se ha convertido en meme, un meme con gran capacidad de autorreplicación que ha enraizado incluso en futuros jubilados que empiezan a admitir que «no queda otro remedio si queremos preservar las pensiones». Y es que una mentira repetida cien veces acaba convertida en absoluta verdad.
Quizá en el futuro algún psicólogo eminente conseguirá averiguar qué mecanismos de lavado de cerebro fueron utilizados con los restos de la socialdemocracia para lograr con rotundo éxito convencer a sus líderes de que las únicas recetas viables para solventar las crisis son las que propone la derecha más rancia. Y ya puestos, tal vez podría intentar también explicar por qué, cuando todo parece terreno abonado para que se produzca un crecimiento espectacular de la izquierda política y de la izquierda social, estas sigan renqueando, trastabillando aquí y allá, sin fuerzas para plantar cara a los que prosiguen, lenta pero implacablemente, desmantelando nuestro modesto estado del bienestar.
A un psicólogo así seguro que le dan el Nobel. A nosotros, en cambio, de momento, lo único que nos dan es jarabe de palo.
Fuente: http://www.elviejotopo.com/web/archivo_revista.php?arch=1502.pdf