La compra de los aviones de combate suecos JAS 39 Gripen es una prueba de que a este gobierno le quedó grande la “paz total” y que va rumbo al fracaso, igual como ha ocurrido con los gobiernos de la oligarquía.
Fracaso que confirma la muerte de siete menores de edad, asesinados por los bombardeos del ejército a posiciones de las disidencias de las FARC en el Guaviare.
Con estos hechos, el gobierno del cambio incumple el compromiso del respeto al Derecho Internacional Humanitario y su principal bandera de gobierno: Colombia, Potencia Mundial de la Vida.
Sin duda, la decisión de volver a emplear la reciclada estrategia de guerra contrainsurgente que el imperialismo diseñó para Colombia y el continente hace casi un siglo —con el objetivo de combatir a las guerrillas comunistas y nacionalistas alzadas en armas contra el Estado opresor, clasista, bipartidista, excluyente e imperialista— constituye una de las mayores contradicciones del actual gobierno.
Es sabido que, una vez electo, al gobierno del Pacto Histórico le tocaría gobernar un Estado caracterizado históricamente por estar al servicio de los intereses de la burguesía, los terratenientes, las mafias del narcotráfico, la oligarquía y el imperialismo. Que se encontraría con el acuerdo de paz firmado en 2016 entre las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos: incumplido, traicionado, hecho “trizas” —como dijo un reconocido fascista— y finalmente lapidado miserablemente por el gobierno uribista de Iván Duque (2018-2022).
Es decir, el estado desastroso de cosas con el que se encontraría el gobierno de Colombia, Potencia Mundial de la Vida no sería nuevo para quien, con suficientes argumentos y valentía, denunció y desenmascaró a sus principales responsables durante el período en que fue representante a la Cámara (1998-2006) y senador de la República (2018-2022).
Desde estas tribunas denunció no solo la alianza de la oligarquía y sus partidos con las mafias del narcotráfico y el paramilitarismo, sino la grave situación de derechos humanos y la corrupción que, como un cáncer, devoraba completamente al Estado y sus instituciones.
Un Estado que ha estado secuestrado durante décadas por la clase decadente que lo ha gobernado desde la Independencia; un Estado cuya razón constitucional —Estado social de derecho— fue desmantelada completamente; convertido en un Estado terrorista, criminal, excluyente, bipartidista (se repartió el poder por décadas entre liberales y conservadores exclusivamente) y cuya soberanía se entregó sin concesiones al imperio del Norte.
Bajo un estado de cosas tan graves y desastroso como este, parece que a este gobierno del cambio le quedó grande su principal meta: Colombia, Potencia Mundial de la Vida y la paz total. ¿Por qué?
Es un debate que le concierne a cada ciudadano colombiano en general, a las fuerzas democráticas y progresistas, a los movimientos y organizaciones populares, y a quienes se definen como socialistas. Es nuestro deber como nación analizar y discutir por qué la “paz total” también ha sido una derrota estratégica en el gobierno del presidente Gustavo Petro, el primer gobierno de origen popular —no oligárquico— de la historia, con una legitimidad democrática y respaldo popular sin precedentes.
Es tan lamentable que se haya retomado la misma estrategia contrainsurgente de los bombardeos y la guerra total para tratar de resolver una guerra interna que nos legó la narcoligarquía; la cual, después de 70 años de guerra de guerrillas y varios intentos históricos por resolverla a través de diálogo, apertura democrática, participación política, amnistías, perdón y Justicia Especial para la Paz (JEP), terminaron siendo la mayor traición a la promesa de paz con justicia social.
Ha sido así porque siempre se impuso la tesis de los sectores más reaccionarios y afines a los intereses imperialistas: derrotar al adversario y someterlo, jamás hacer acuerdos y concesiones democráticas, y menos reformas profundas que abrieran el camino a la justicia social.
El objetivo estratégico de la oligarquía, sus partidos y gremios capitalistas, fue siempre oponerse a los cambios constitucionales profundos y desconocer el Estado social de derecho que resolviera la larga crisis de exclusión social, pobreza, desempleo, miseria; acompañado de un terrorismo de Estado sistemático y del desconocimiento de derechos humanos esenciales como educación, salud, vivienda, empleo y servicios básicos dignos para los sectores sociales más vulnerables y excluidos.
No se trata simplemente de un debate entre petristas y antipetristas, sino de un debate público sobre soberanía nacional y antimperialismo en un contexto de disputa global entre un mundo multilateral con varios centros de poder (China, Rusia, Brasil, India, Irán —los BRICS—) y un mundo unipolar con una potencia (Estados Unidos) como centro de poder global, con aliados como Europa Occidental y la OTAN.
¿Dentro de este contexto, qué papel le corresponde a una nación como Colombia, que pertenece a lo que algunos científicos sociales llaman hoy el Sur global?
Ese debate debe abordar temas como la importancia de organizar al pueblo para convocar una Asamblea Nacional Constituyente que modifique la Constitución o dicte una nueva, que se apropie de un tema que siempre ha estado excluido de la voluntad y decisión del constituyente primario: la soberanía nacional, las bases militares y tropas yanquis, las relaciones con una potencia imperialista que amenaza con invasiones y guerra, y que solo busca gobiernos sometidos y aliados incondicionales en la región.
De ahí que sea válido preguntarnos: ¿en qué aporta a la nación y la soberanía en estos momentos la compra, por 16,5 billones de pesos, de 17 aviones de combate JAS 39 Gripen suecos? Cuando, por un lado, no se cuenta con un movimiento popular organizado y unitario con la conciencia antimperialista lo suficientemente probada para enfrentar una guerra de invasión y saqueo de sus recursos naturales, como la que amenaza en este momento a la República Bolivariana de Venezuela —que ha pasado por un largo proceso de lucha y resistencia contra todo tipo de amenazas, bloqueos, ataques y guerra sucia comunicacional.
En Venezuela, por el contrario, hay una unidad indisoluble entre el pueblo-nación, el Estado, el gobierno y sus FF. AA. bolivarianas, que lleva tres décadas construyéndose; proceso que ha derivado en una conciencia nacional, soberanista, independentista y antimperialista.
Proceso de formación de la conciencia soberana que se inició hace tres décadas con el presidente Hugo Chávez y que hoy tiene la capacidad de convocar a la unidad, organización, milicias y movilización nacional en defensa de su soberanía, como pocas naciones del continente y del mundo —con la excepción de Cuba revolucionaria y Nicaragua.
Además, Colombia no cuenta con unas FF. AA. y de Policía nacionalistas ni bolivarianas, mucho menos soberanistas y ni qué decir antimperialistas. Al contrario, todos los cuerpos de seguridad del Estado colombiano y sus agencias de inteligencia han sido formados, diseñados, armados, controlados, dirigidos y manipulados por el imperio estadounidense. ¿A cambio de qué?
A cambio de someterse a sus intereses geoestratégicos. En ese sentido, nos tratan como su patio trasero o, como eufemísticamente lo dicen en sus documentos y discursos, hacemos parte de su “esfera de influencia” y no tenemos derecho a movernos libremente de allí. Somos naciones sin soberanía nacional, somos Estados hipotecados a sus intereses.
¿Y mientras, el reino de Suecia? Muy bien, gracias. Ya somos aliados del gobierno del cambio en la lucha contrainsurgente —diría la alianza de partidos de derecha y de izquierda pegada con almidón de esta nación nórdica que cada día avanza más hacia el desastre social, económico y militar si se la mira a través de la lente de la geopolítica.
No obstante, Suecia encontró un socio “progre” para venderle sus aviones de combate JAS 39 Gripen que, según IA Grok, Suecia lidera el diseño estructural y ensamblaje final (en Linköping), pero EE. UU. aporta tecnología crítica para propulsión y electrónica, haciendo al Gripen un híbrido euro-estadounidense. Esto lo hace interoperable con la OTAN, pero dependiente de aprobaciones de Washington para exportaciones.
Ahora que no venga el gobierno de Gustavo Petro a hacerse el sueco… mientras Colombia se convierte en base de operaciones del imperio. Es lo que menos necesita la nación, en esta hora de agresiones basadas en los más inverosímiles montajes y falsas acusaciones a los gobiernos soberanos e independistas del continente.
Oto Higuita
@Otohiguita
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