Nacimos en dos orillas distintas del gran charco, pero cuando nos conocimos en 1992 en El Mundo nos sorprendimos gratamente de tener tantas cosas en común. A la edad; orígenes vascos -el suyo directo, el mío por padres emigrantes-, trayectorias profesionales y de vida interrumpidas por detenciones y torturas bajo similares inquisidores; exilio político en […]
Nacimos en dos orillas distintas del gran charco, pero cuando nos conocimos en 1992 en El Mundo nos sorprendimos gratamente de tener tantas cosas en común.
A la edad; orígenes vascos -el suyo directo, el mío por padres emigrantes-, trayectorias profesionales y de vida interrumpidas por detenciones y torturas bajo similares inquisidores; exilio político en la misma ciudad, París, se sumaban muchas otras afinidades e inquietudes.
Sin conocernos aún habíamos coincidido con nuestros escritos mucho antes en El Viejo Topo, en Egin y en ese efímero pero ilusionante proyecto que fue Liberación. Luego seguiríamos encontrándonos en Rebelión, en Diagonal, en Safe Democracy y en distintos foros alternativos.
Con una buena mariscada y un bueno vino por medio nos dedicamos una y otra vez a poner a parir a los tantísimos periodistas conversos que un día se acostaron siendo de izquierdas y al otro se levantaron derechistas, lanzando desde sus poderosas atalayas en la prensa y en las tertulias latigazos a todo lo que oliera a progresismo, en un intento por salvar sus pecados ideológicos juveniles.
Alguna vez nos permitimos erigirnos en jueces y escribimos en una servilleta de papel una relación de los periodistas de nuestra generación en el Estado español a los que reconocíamos como parte de los nuestros, aunque no tuviéramos una relación personal con ellos. Y nos aterrorizamos de ver que en una sola cara de la servilleta nos cabían todos.
Escribiera o interviniera en el medio que fuera, Javier era siempre el mismo. Pero entendía que no se podía despreciar ningún soporte en el que pudiera expresar sin censura sus ideas… hasta que la cuerda se rompiera.
De la lista de la servilleta sin duda Javier sobresalía como el periodista comprometido de su generación que más rápido se adaptó al nuevo siglo y entendió la importancia de internet, de cómo conectar con esa juventud rebelde, alternativa, esperanzadora, que seguía día a día sus columnas y acudía a los foros en los que participaba.
Agur Javier, hasta un día de estos. Ahora que no tienes que escribir tu crónica diaria y disfrutas de más tiempo, aprovecha con tu catalejo a controlar al personal y comprueba si aparecen nuevos candidatos para incorporar a la lista. Hacen muchísima falta.
Roberto Montoya es periodista especializado en temas internacionales y autor, entre otros, de El imperio global y La impunidad imperial