Jóvenes canadienses intercambian en esta provincia experiencias sobre las prácticas de la agricultura sostenible, gracias a la labor de los promotores de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre. En su mayoría estudiantes de la enseñanza superior, permanecerán durante más de 40 días en Cuba, a partir de convenios de colaboración […]
Jóvenes canadienses intercambian en esta provincia experiencias sobre las prácticas de la agricultura sostenible, gracias a la labor de los promotores de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre.
En su mayoría estudiantes de la enseñanza superior, permanecerán durante más de 40 días en Cuba, a partir de convenios de colaboración con la Organización Campesinos Urbanos, de Canadá, así como la Universidad de Alberta, también de ese país.
La pasantía incluye el intercambio con otros productores de la capital provincial en diferentes patios, donde se evidencia la aplicación de la agricultura sostenible.
El empleo de abono orgánico, el aprovechamiento de todos los desechos mediante ciclos cerrados y la construcción de baños ecológicos, constituyen principios de la permacultura que los amigos canadienses llevan hoy a sus agendas, gracias a los promotores espirituanos.
Hemos venido para conocer sobre estas prácticas porque, aunque en Canadá existe un gran desarrollo de la agricultura convencional, ante los problemas actuales del medio ambiente, el mundo necesita un cambio de mentalidad, declaró Becky Lipton, una de las jóvenes que visitan los patios agroecológicos en este territorio.
Nuestro objetivo es demostrarles cómo se producen alimentos en Cuba, a pesar de carencias, sequías, ciclones, y a partir del respeto a la naturaleza, afirmó Roger Santiesteban, uno de los productores.
Desde hace más de una década la Fundación incentiva la obtención de alimentos mediante prácticas ecológicas. En los últimos tres años los permacultores del territorio han desarrollado intercambios con grupos verdes de otras naciones como Inglaterra y México.
La permacultura, más que un conjunto de técnicas, constituye una filosofía de vida, que incentiva el aprovechamiento social de la naturaleza, sin grandes afectaciones a los ciclos que la rigen. En este sentido se aprovechan los conocimientos acumulados por las diferentes culturas antiguas, sin dejar de tomar en cuenta los aportes de la investigación científica.
Esta filosofía de vida comenzó a promoverse durante la década de los 70 en Australia y cobró auge en Cuba a partir de la década de los 90, cuando el período especial obligó a los cubanos a cambiar mentalidades con respecto a las formas de hacer producir la tierra, incluso en lugares alternativos como terrazas, balcones, recipientes…