Los medios de comunicación españoles, con honrosas excepciones, nos tienen acostumbrados a realizar análisis superficiales y a lanzar opiniones, que más bien parecen anatemas, sobre la izquierda abertzale en general y las organizaciones juveniles independentistas vascas en particular. Decía Mike Davis, refiriéndose a las bandas de negros y latinos en Los Ángeles, que una de […]
Los medios de comunicación españoles, con honrosas excepciones, nos tienen acostumbrados a realizar análisis superficiales y a lanzar opiniones, que más bien parecen anatemas, sobre la izquierda abertzale en general y las organizaciones juveniles independentistas vascas en particular. Decía Mike Davis, refiriéndose a las bandas de negros y latinos en Los Ángeles, que una de las características de la estrategia antiterrorista es negar la palabra a los supuestos terroristas y construir un discurso criminalizador sobre «locos sanguinarios» o «degenerados criminales irrecuperables». Sin embargo, cuando se les da la palabra -dice el escritor norteamericano»- son capaces de construir un discurso coherente con reivindicaciones como acceso a la vivienda, trabajo digno para los jóvenes, o control comunitario de los barrios. Las organizaciones juveniles vascas como JARRAI, HAIKA o SEGI no tienen nada que ver con esas bandas, pero no perdamos de vista que la criminalización de las expresiones políticas de la juventud afroamericana dio lugar a su desesperación y, a resultas de esta, al surgimiento de expresiones de descontento y de violencia gratuitas, parecidas a las que en España se están empezando a conocer, algunas muy recientemente.
A lo largo de los años, a causa de mi actividad en distintos movimientos sociales, he tenido relación con jóvenes de estas organizaciones, relaciones a veces de discusión ideológica y a veces de confluencia en objetivos comunes. No soy en eso ninguna excepción, porque, la primera reflexión que podemos hacer sobre JARRAI y sus sucesores, es su innegable importancia dentro del tejido social en Euskal Herria. Con sus altibajos, esas organizaciones han sido, y todavía son sin duda alguna, los grupos juveniles organizados más numerosos del país. Muy por encima de las sucursales juveniles de partidos mayoritarios como el PNV o PSOE. Una de las claves para entender esa hegemonía política dentro de la juventud vasca organizada es precisamente la autonomía (relativa pero real) frente a sus mayores, ya que han tenido históricamente voz propia dentro de la izquierda abertzale.
Otra de los elementos para entender ese éxito es la capacidad para transformar su discurso según cambia la propia realidad social vasca; por ejemplo cuando pasaron a apoyar la insumisión tras mantener posturas contrarias a esa estrategia, o con la entrada masiva de mujeres que incorporan el debate feminista, criticando así el machismo militante propio ciertas izquierdas, o en el tema de las drogas, aun con todas las contradicciones y problemas que ese tema ha causado en sus filas.
JARRAI, más tarde HAIKA y después SEGI, a pesar de las sucesivas ilegalizaciones, han sabido mantenerse en contacto con las nuevas corrientes culturales y políticas que llegaban a Euskadi (especialmente la música) y han realizado un gran esfuerzo de autoformación. Han organizado cientos de cursos sobre temas como la vivienda, la precariedad, las drogas, el sexo, el patriarcado, la cultura, la historia… que les han fortalecido. También muchas fiestas y conciertos. Han estado presentes en casi todas las fiestas de pueblos y ciudades mediante la instalación de txoznak que han contribuido a su financiación. Han tenido un papel importante en el movimiento de centros sociales juveniles ocupados ( Gaztetxeak ) junto con otros sectores políticos (a veces con relaciones complicadas) En momentos puntuales han sido capaces de realizar movilizaciones masivas, y en sus topaguneak (encuentros) han participado miles de jóvenes a lo largo de estos años; acampadas masivas y marchas montañeras les son también características.
Me viene a la memoria la paciencia de un militante de JARRAI explicando a un « hooligan» de cierto equipo vasco que las expresiones racistas no eran de recibo en los campos de fútbol de Euskal Herria. Sí, los jóvenes a los que ahora se acusa de terroristas (cosa a todas luces falsa), han tenido un papel positivo como parte crítica de nuestra sociedad.