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Pablo Sánchez León propone recuperar la crítica de finales de los 70, que “sigue viva” e irradia su influencia sobre el movimiento de los indignados

Juan Carlos Monedero: «El relato mítico de la Transición deja paralizada a la izquierda y hay que dinamitarlo para poder avanzar»

Fuentes: Rebelión

«El relato mítico de la transición deja paralizada a la izquierda», aseguró el viernes el profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Juan Carlos Monedero, que participó con el historiador Pablo Sánchez León, investigador de la Universidad de Euskadi, en un debate dentro del programa de la tercera sesión de II […]

«El relato mítico de la transición deja paralizada a la izquierda», aseguró el viernes el profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Juan Carlos Monedero, que participó con el historiador Pablo Sánchez León, investigador de la Universidad de Euskadi, en un debate dentro del programa de la tercera sesión de II Jornadas Políticas de Memoria y Construcción de Ciudadanía, que organizan en Madrid la Fundación Contamíname para el Mestizaje Cultural y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).

El principal problema que causa un análisis de la Transición no surge de estudiarla «como un asunto histórico», sino si se analiza como un problema político y se intenta vincularla «a lo que ocurre en la actualidad», dijo Monedero, haciendo referencia, aunque no solamente, a las movilizaciones de «los indignados» acampados en plazas de ciudades españolas. En este sentido, el profesor de la Complutense aseguró que el movimiento 15-M y los resultados de las recientes elecciones locales son una expresión de «la crisis de la izquierda institucional».

«Me gusta negar la falacia de un falaz como Alfonso Guerra, cuando dijo que había una pizarra de la Transición que él había elaborado», aseveró el profesor, quien subrayó que en la Transición «no hubo pizarras, sino que fue un cúmulo de improvisaciones en una relación dialéctica entre las presiones populares con los propósitos diferentes de distintos sectores: empresarios, ejército, políticos franquistas e incluso Estados Unidos».

«Los vicios de la Transición son también los vicios de la democracia», dijo Juan Carlos Monedero, quien destacó entre ellos la existencia de un Tribunal Constitucional, «una barbaridad en una democracia consolidada», que «multiplica el disparate al infinito» cuando es capaz de frenar un Estatuto aprobado por un parlamento y refrendado por la población.

Otros «vicios» de la democracia española resultantes de la Transición son «la debilidad del Estado social, el desconocimiento de una Constitución, que la condena a no poder desarrollar sus aspectos más progresivos y la excepción española que permite ser demócrata sin ser antifascista, de manera que no hay un partido de extrema derecha, porque está resguardada dentro de un partido de apariencia democrática». Finalmente, de este periodo se arrastran los lastres provocados por la «construcción de España por agregación» y «el poder de la iglesia en las estructuras sociales», generador del «problema religioso».

«La política es conflicto», subrayó el politólogo, sin embargo, durante la construcción del sistema democrático se enalteció el consenso, «palabra mágica» con la que se pretendía evitar los conflictos y que se presenta como que «habría permitido que los españolitos acabemos enfrentándonos de nuevo».

Dentro de la Transición, además, se plantearon varios elementos que hay que eliminar: la anulación de la tradición democrática en la historia española -de forma que la democracia queda como un «invento de la Transición»-, la presentación de la sociedad democrática como un espacio sin conflictos -«y cuando los hay, el Rey los resuelve»-, y el cambio del enfrentamiento entre franquistas y antifranquistas por el choque «bunker-demócratas», establecido a partir del 23-F y que permite «pertenecer al bloque de los demócratas siendo franquista». La conclusión del 23-F, además, «sanciona la gran mentira de decir que hemos acabado con los del bunker». Este relato dominante sobre la Transición «trae una mentira que hay que dinamitar para poder avanzar».

Es necesario, por tanto, crear nuevos relatos de la Transición, en un país con una historia que presenta «demasiadas discontinuidades», con grandes vacíos que hay que rellenar. Y para resolver uno de esos vacíos, el historiador Pablo Sánchez León presentó «su» memoria de la Transición, la protagonizada por «ácratas, jipis, macarras», que ya a finales de los años 70 elaboró un discurso crítico con la «política real», que se ha vuelto a escuchar, más de treinta años después, en las plazas ocupadas por el movimiento de los indignados.

Para conectar con ese anterior análisis crítico no hay que conocer la Transición, basta con «re-conocer lo que ya sabemos y hemos olvidado: esa referencia sigue viva, solo necesitamos reconocerla en lo que está sucediendo en el presente», entonces, «irrumpirá un nuevo nosotros, que ha estado ahí todo el tiempo, aunque lo hayamos olvidado, está aquí, todo el tiempo. Basta con recordar quiénes fuimos. Estamos volviendo [a esa referencia en el pasado] después de notar que las salidas han llegado al límite». El ejercicio no es difícil, aseguró el historiador, porque a través de los relatos históricos es posible «recordar lo que no se ha vivido».

Monedero, por su parte, planeta que «solo la reconstrucción el relato de la Transición permitirá reconstruir la democracia y esto va a significar el enfrentamiento generacional». El profesor propuso rescatar la memoria del exilio: «me pregunto con tristeza si no estará en el exilio la base genética de nuestra democracia, si no será esa flor del exilio la que nos permitirá reconstruir la democracia».