El próximo día 29 tenemos una oportunidad de hacer valer nuestra voz en una de las manifestaciones genuinas de la clase trabajadora, la Huelga General. A pesar de ser de un solo día y haber sido convocada casi a regañadientes por las dos grandes fuerzas sindicales, esta puesta en escena de la fuerza obrera pone […]
El próximo día 29 tenemos una oportunidad de hacer valer nuestra voz en una de las manifestaciones genuinas de la clase trabajadora, la Huelga General.
A pesar de ser de un solo día y haber sido convocada casi a regañadientes por las dos grandes fuerzas sindicales, esta puesta en escena de la fuerza obrera pone nerviosos a los políticos neoliberales, banqueros y grandes empresarios. Muestra de ello es la unanimidad en la descalificación del sindicalismo como forma de organización para defender los derechos de los trabajadores y la petición de leyes que limiten este derecho conseguido con la dura lucha de generaciones anteriores.
El ataque contra el estado del llamado «medioestar» es una parte más de la agresión generalizada a un modelo de Estado que, en alguna medida, equilibraba algo las diferencias sociales por medio de prestaciones públicas.
Queda ya meridianamente claro que el poder financiero realiza un ataque en toda regla a las conquistas sociales que, a pesar de ser en la mayoría de los casos tímidas y taimadas, son insoportables para su concepción del poder en la que los negocios deben estar por encima de cualquier otra consideración.
Vamos hacia un nuevo modelo donde el trabajador, sin derechos y amenazado por un desempleo estructural buscado, se vea en la necesidad de aceptar cualquier imposición y/o condición por parte del empresario.
Es, sin exagerar, la vuelta a un concepto feudal de las relaciones laborales y de vida. Domadas las naciones por la imposición de deudas odiosas, desarticulado el poder político por la dictadura financiera, llega el momento de convertir al trabajador-ciudadano, en trabajador-esclavo.
Ni el modelo de sindicalismo burócratico que gestionaba con la patronal y el gobierno la paz social, ni el sindicalismo alternativo, con casi nula representatividad, son las herramientas apropiadas para enfrentar esta amenaza, que no es nueva, pero que ataca con virulencia.
Seguramente debamos ir hacia otros modelos de organización en el ambito del trabajo o de la lucha social, pero hoy, y a pesar de las críticas o los análisis, hay que estar en la calle.
El ataque es tan agresivo y tan radical contra la población, que sea como sea debemos dejar las diferencias y las críticas a un lado, para dar una respuesta contundente el próximo jueves 29 de marzo.
Puede que la huelga sea floja, que llegue tarde, que no nos gusten las concesiones hechas con el llamado «pensionazo» o anteriores reformas laborales, pero es el momento de decir BASTA y decirlo juntos, como un puño, y al día siguiente seguir trabajando, seguir luchando, para que la contundencia nos haga abrazar otra vez la unidad combativa. Para decirle a estos señores feudales que vamos, no solo a pararlos, sino a combatirlos hasta el final.
Yo estaré en la calle el 29-M porque juntos, como nos ha demostrado la historia, trabajadores y trabajadoras lo podemos TODO.
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