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Caso Villoldo

Justicia que apesta

Fuentes: Rebelión

Como bien ha señalado un viejo refrán: «La Justicia tolerante, es cómplice del maleante», lo que ha quedado evidenciado en múltiples oportunidades en los fallos en cortes norteamericanas cuando se trata del tema Cuba. La excarcelación definitiva del afamado terrorista Luis Posada Carriles no sorprendió a aquellos que tenemos plena conciencia de que la justicia […]

Como bien ha señalado un viejo refrán: «La Justicia tolerante, es cómplice del maleante», lo que ha quedado evidenciado en múltiples oportunidades en los fallos en cortes norteamericanas cuando se trata del tema Cuba. La excarcelación definitiva del afamado terrorista Luis Posada Carriles no sorprendió a aquellos que tenemos plena conciencia de que la justicia norteamericana se encuentra totalmente secuestrada por la ultraderecha norteamericana. Los cargos imputados a él solo por fraude migratorio por un tribunal en El Paso, Texas, obviando su historial terrorista, dieron el aldabonazo definitivo para quienes alguna vez albergaron ciertas esperanzas de un fallo de culpabilidad contra el connotado criminal, aunque solo fuese por violar leyes migratorias. No hacía mucho tiempo, para bochorno y vergüenza de la jurisprudencia estadounidense, llena de vericuetos y contradicciones que llevan a dudar de ella, otros terroristas como Santiago Álvarez Fernández-Magriñá y Osvaldo Mitat recibieron penas irrisorias por el delito de posesión de un abultado arsenal de guerra. En sucio contubernio con los representantes de la justicia, las propias autoridades fiscales, les disminuyeron las penas mediante espurio acuerdo. Lo mismo ocurrió con la bochornosa absolución de todos los implicados en el intento de magnicidio contra Fidel, al ser capturados en El Santrina en 1997. No es la primera, ni será la última vez, que las leyes norteamericanas se vulneran al antojo de los mafiosos de Miami y sus padrinos de la ultraderecha norteamericana.

Otro escandaloso fallo judicial involucró no hace mucho al terrorista Tony Calatayud, estafador connotado, quien se apropió de más de 300 mil dólares al Medicaid, particularmente en el robo de los fondos del programa de Ayuda a los Ancianos de Miami, en 1978. Salió con una simple fianza de 50 mil dólares por considerar el juez como un atenuante su historial «patriótico». Cabe en todo este estercolero de juicios amañados, decisiones retorcidas, farsas montadas con impune descaro, compra de testigos, doblez y desenfado asqueroso, pensar que en Miami solo gana el que odia a Cuba y comparte la ideología de sus autoridades, capaces de comprar jueces a su libre albedrío. Tuvo razón Platón, el antiguo filósofo griego, cuando expresó: «Yo declaro que la justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte.»

Sin embargo, esa misma justicia, la que se vanagloria de honrar a Dios y a respetar el juramento hecho sobre una Biblia, se confabuló para imponer penas sin precedentes y exageradas contra cinco cubanos en un amañado juicio celebrado en Miami, por delitos no cometidos y falsas acusaciones de espionaje y peligrosidad para la Seguridad Nacional. Se les condenó por defender a su patria de esos mismos terroristas a los que benefician los fiscales y jueces corruptos; de los que levantan un enorme muro de detracciones mediáticas y los que amamantan a diario los odios ancestrales contra Cuba, con desenfrenada violencia. Esos hombres dignos no han tenido una respuesta legal y honrosa a sus reclamos de justicia, al igual que otras víctimas de ese desprestigiado sistema legal como fueron los casos de Sacco y Vanzetti; los casos contra Julius y Ethel Rosemberg; los Ocho de Chicago y muchas víctimas más de la injusticia institucionalizada en estados Unidos.

EL CASO VILLOLDO: OTRA VERGÜENZA MÁS.

Una nueva farsa para premiar a delincuentes y criminales acaba de suceder en La Florida, cuando una jueza de Circuito, Beatriz Butchko, sin pudor alguno, pretende despojar al gobierno cubano de 2.8 billones de dólares para compensar a Gustavo Villoldo Sampera, un contrarrevolucionario de origen cubano, quien sirvió por más de tres décadas a la CIA y que tuvo como base para su absurda acusación una supuesta persecución y daños por parte del gobierno revolucionario cubano. Compungida, más bien cómplice del criminal, la jueza falló a favor de indemnizar al aprovechador y oportunista, al concederle la millonaria indemnización que, por supuesto, es otra manera descarada de apropiarse de los fondos de Cuba en el exterior. Beatriz Butchko no quiso pasar inadvertida ante los grupos de poder de la ultraderecha miamense, pues tal vez alberga algún día a un puesto en la ciudad donde todo se logra a fuerza de corrupción y manejos turbios. Por ello, hipócritamente conmovida ante las lágrimas de cocodrilo de Villoldo, optó por creer la versión del asesino, quien alega haber sido torturado en Cuba y que el gobierno cubano ha intentado asesinarle en más de una oportunidad. También optó por creer la versión del criminal sobre el hecho de que su padre se había suicidado bajo presión de las autoridades de la Isla en 1959.

Pero validando otro refrán que reza: «Buena es la justicia, si no la doblara la malicia», Villoldo ya había incursionado en las pútridas cortes norteamericanas para demandar a Cuba en el año 2009 con los mismos falsos e irrisorios argumentos. En esa oportunidad, obtuvo una indemnización cercana a los 1,2 billones de dólares, concedida por otro juez de dudosa trayectoria e imparcialidad nombrado Peter Adrien. Poco después el fallo fue revertido por otro juez federal y esto sirvió a Villoldo para armar su nuevo espectáculo judicial.

Que Gustavo Villoldo es un fan desesperado del dinero, lo demuestra el hecho de que el 26 de octubre de 2007, organizó la macabra e irrespetuosa subasta de un mechón del cabello del Che, de quien fue uno de sus captores y asesinos, por la suma de 100 mil dólares. Dicho mechón de cabello fue a parar a manos de Bill Butler, un librero tejano.

Las ambiciones de lucrar a costa de Cuba en tribunales norteamericanos, para despojarla de sus fondos, no es un hecho aislado, ni solo Villoldo ha participado en estas sucias jugarretas. Jueces benévolos y de clara posición anti cubana, se han congraciado con los mafiosos de La Florida en muchas ocasiones, Aún puede recordarse el fallo que concedió 253 millones de dólares a la familia de Rafael del Pino Siero, de quien se dijo falsamente que fue prisionero inocente en cáceles cubanas, cuando en realidad traicionó a su propia patria. Otro caso fue la compensación por un juez a los familiares de los provocadores de Hermanos al Rescate, fallecidos al ser derribados luego de violar reitera y provocativamente el espacio aéreo cubano, quienes recibieron 188 millones de dólares como indemnización.

LA SAGA LEGAL DE UN CRIMINAL

Como señalara Sófocles, antiguo poeta y dramaturgo griego: «Sólo el tiempo puede revelarnos al hombre justo; al perverso se le puede conocer en un solo día». El tiempo, empero, ha servido para mostrar el verdadero rostro criminal de Gustavo Villoldo, sus odios enfermizos contra Cuba, sus desmedidas ambiciones personales y su estirpe de criminal de baja estofa.

Nacido el 21 de enero de 1936, en La Habana , Villoldo perteneció a la flor y nata de la burguesía cubana, pues su padre poseía una cuantiosa fortuna como concesionario de la General Motors en Cuba, teniendo varias propiedades en los barrios de Miramar y Baracoa, así como en el balneario de Varadero. Dada su privilegiada posición económica, cursó estudios en Estados Unidos. Gustavo Villoldo Sampera se codeó con los más tenebrosos asesinos de la dictadura de Batista, entre ellos con el torturador y jefe policial Conrado Carratalá Ugalde, con quien compartía en un bar la esquina de 23 y 12, en el barrio de El Vedado. Carratalá era asiduo visitante de Villoldo Motor´s, la concesionaria de autos de su padre, la que le procuraba beneficios de varios millones anuales, y en pago a sus delaciones contra el movimiento revolucionario le premió con el grado de Capitán «Honorario» de la policía. Descubiertos sus vínculos con la derrotada dictadura, Villoldo se asiló en la Embajada Argentina en la Habana, trasladándose posteriormente a Miami.

Villoldo fue reclutado por la CIA en 1960, para trabajar en los planes contra Cuba, junto a Luis Posada Carriles, Jorge Mas Canosa, Félix Rodríguez Mendigutía y otros contrarrevolucionarios, integrándose al grupo terrorista Los Heraldos de la Muerte.

Luego del sonado fracaso de Playa Girón, donde Villoldo fungió como oficial de seguridad en la Brigada 2506, un numeroso grupo de mercenarios de la fuerza derrotada, ingresó en Fort Benning, para prepararse para servir como cantera al US Army y a la CIA. Entre ellos estaba Gustavo Villoldo, quien alcanzó los grados de segundo teniente y pasó de inmediato a servir a la CIA en sus programas encubiertos contra Cuba y para realizar otras misiones de represión y asesinato en cualquier parte del mundo, junto a Jorge Mas Canosa, Félix Rodríguez Mendigutía, Luis Posada Carriles y otros. Villoldo participó en la invasión a República Dominicana en 1965, en Viet Nam, el Congo y otras naciones.

La CIA encargó a Villoldo, quien usó la falsa identidad de Eduardo González para dirigir las operaciones del Segundo Batallón de Rangers bolivianos para neutralizar a la guerrilla comandada por Ernesto Che Guevara y propiciar la captura del mismo. Su equipo de la CIA estaba integrado también por Félix Rodríguez y Julio García, entre otros. Villoldo estuvo presente en el asesinato del Che en la escuelita de La Higuera, aquel nefasto 9 de octubre de 1967. Luego participó en el entierro de los restos del Guerrillero Heroico y de sus compañeros Willy Cuba y el peruano «Chino» Chang.

Posteriormente, Villoldo participó en operaciones encubiertas de la CIA en Ecuador (1968), Brasil, México, Perú, Guatemala, Honduras (1984), El Salvador (1986) y Nicaragua (1986), fundamentalmente para realizar atentados contra intereses cubanos y personalidades de la izquierda latinoamericana dentro de la condenable Operación Cóndor.

Villoldo fue inculpado por el FBI el 26 de agosto de 1976, por estar relacionado en una operación de tráfico de drogas, al usar su nombre para adquirir un banco que fungía como fachada de la CIA, el National Bank of South, en Hialeah, en La Florida. Los federales que llevaron el caso, Harry Brandson y Joseph Dawson, demostraron el 14 de septiembre de 1978, que Villoldo era parte de una red de narcotraficantes, pero la CIA se entrometió para anular el caso, protegiendo a Villoldo

Años después, el 20 agosto 2009 el propio Villoldo confesó a un periodista, en su propiedad de West Kendall, haber participado con un team de la CIA, integrado por miembros de la organización terrorista Alpha 66, en el ataque contra un caserío pesquero situado en Boca de Samá, en Holguín, perpetrado el 12 de octubre de 1971 contra varias personas inocentes, varias de las cuales fueron asesinadas y heridas.

Este es, lectores míos, quien pretende presentarse como víctima ante una jueza complaciente en La Florida, propiciando de la misma un fallo bochornoso y totalmente ilegal. Es una prueba más de que, en Estados Unidos, la justicia apesta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.