Traducido por Àngel Gerrero para Rebelión
Kurt Schwitters, uno de los miembros más conocidos del movimiento dadaísta, quiso convertir su cabaña en «la obra de arte definitiva». Damien Hirst ha iniciado una campaña para restaurarla.
En el Museo Sprengel de Hanover cuelga un retrato claramente manipulado del hijo mayor del rey Eduardo, el príncipe Albert Victor. Con la mitad del bigote rasurado y una hoja de afeitar pegada a su pecho en referencia a la (hoy desacreditada) afirmación de que el príncipe era Jack el Destripador. Parece una obra de pop art, no muy lejos de la portada del Sergeant Pepper de los Beatles, hasta que uno se percata de la fecha: 1947. Un garabato explica que antes era un retrato de Su Alteza Real y añade que «ahora es un retrato MERZ. ¡Ustedes disculpen!»
El bromista que escribió estas palabras fue Kurt Schwitters, uno de los más innovadores y excéntricos artistas del siglo XX. En su nativa Alemania hay hoy escuelas y calles que llevan su nombre. En el Reino Unido, donde Schwitters pasó sus últimos dieciocho años de vida, su legado ha sido olvidado por completo. Ahora un grupo de artistas y académicos, incluyendo a Damien Hirst, Anthony Gormley y Anish Kapoor, quieren cambiar esta situación construyendo un museo Schwitters en la desmoronada cabaña cerca de Ambleside, Lake District, donde trabajaba.
Este lugar de postal puede parecer el lugar menos adecuado para un museo dedicado a un artista hoy visto como uno de los pioneros del movimiento dadaísta mismo, pero la vida de Schwitters no fue sino una carrera hacia adelante: nacido en 1887 y criado en la Baja Sajonia, se convirtió en el tipógrafo oficial de Hanover, estableciendo un estilo de vida burgués en la época en que entró en contacto con figuras más anárquicas del mundo artístico de la República de Weimar como George Grosz y Tristan Tzara.
Schwitters compartió sus técnicas -recortando periódicos, revistas y fotografías, para juntarlo después de nuevo- pero no su política. Su obra también fue diversa: de la poesía fonética a la escultura y la arquitectura. Un acaparador compulsivo, transformó gradualmente su hogar en Hanover en una suerte de collage a tamaño natural a base de pinturas, esculturas abstractas y objetos encontrados. El Merzbau, como Schwitters lo llamó, creció tanto que tuvo que pedir a su inquilino en el piso superior que se trasladase para poder romper el techo. (El término Merz era la contracción de la palabra alemana Kommerz [de hecho, de Kommerzbank, N. del T.] y se convirtió en el prefijo para sus collages.)
Schwitters abandonó Alemania después de que uno de sus colegas fuese incluído en la exposición nazi de «arte degenerado». Finalmente recaló en el Reino Unido, pero la mayoría de directores de galerías rechazaron reunirse con este excéntrico de acento alemán que sólo llevaba calcetines de vez en cuando. Para empeorar las cosas, en 1943 Schwitters se enteró de que su vieja casa en Hanover -y con ella el Merzbau- fue destruida por las bombas aliadas. Deprimido, Schwitter abandonó Londres para pasar las vacaciones en Lake District y nunca regresó.
Allí se ganó la vida pintando retratos de los habitantes de Ambleside. Uno de sus modelos, un jardinero retirado y paisajista llamado Harry Pierce, le ofreció un granero vacío como estudio. Schwitters aceptó y, en 1947, comenzó a trabajar en un nuevo collage a tamaño natural que bautizó como MerzBarn (granero Merz). Pierce le ayudó a reunir los materiales: piedras, trozos de vidrio, metal, marcos rotos, una huevera y útiles de jardinería que mezcló con el yeso de las paredes. «Estoy trabajando tres horas al día», le dijo Schwitters a un amigo. «Pero necesitaré tres años.»
En enero de 1948 Schwitters murió de neumonía. La MerzBarn, a una hora de camino del cottage de Wordsworth, pronto se convirtió en un lugar de peregrinaje secreto para artistas y estudiosos. Damien Hirst recuerda cómo un antiguo profesor en Goldsmiths dio con ella mientras vagueaba por el campo. «Cuando entraron», dice Hirst, «estaba atestada de montañas de viejo material agrícola; las ventanas estaban cerradas y la hierba crecía alta afuera, dándole una inquietante luz verde al conjjunto. Como estudiante, fue una historia que me inspiró.»
En los sesenta, con la explosión del pop art, se produjo un renovado interés por el collage. Richard Hamilton recibió una beca para tratar de conservar la decadente MerzBarn. Una pared entera esculpida -todo lo que Schwitters había conseguido terminar de «su obra de arte definitiva»- fue transportada a la Newcastle’s Hatton Gallery. Pero una vez se transportó la obra, la cabaña fue relegada al olvido.
Más de cuarenta años después, Ian Hunter, un artista de Irlanda del Norte, recibió una beca para comprar la granja. Su fundación, la Littoral Arts Trust, planea ahora restaurar la granja, instalar una réplica de la pared (la original se estima que tiene un precio en el mercado de 15 millones de libras esterlinas) y abrir una galería para la comunidad. Se espera que una subasta en el Royal College of Art el mes que viene consiga las 500.000 libras necesarias para la restauración.
A Schwitters le hubiese gustado ser valorado en su país de adopción. «Inglaterra», escribió en una ocasión a un amigo, «es un lugar idílico, romántico, más que cualquier otro país.» Y probablemente hubiese apreciado lo improbable de su revival. Como reza el epitafio de su lápida en Alemania: «Nunca se sabe».
Más detalles en merzbarn.net
Fuente: http://www.guardian.co.uk/artanddesign/2009/apr/28/kurt-schwitters-dadaism-barn-cumbria