El llamado a la abstención activa se ha convertido en el foco de interés de las elecciones municipales del 28 de octubre. Ante el peligro de que la abstención supere todos los rangos conocidos, constituyéndose en una manifestación ciudadana de gran significado político, el gobierno y todos los partidos impulsaron una vasta -pero tardía- campaña […]
El llamado a la abstención activa se ha convertido en el foco de interés de las elecciones municipales del 28 de octubre. Ante el peligro de que la abstención supere todos los rangos conocidos, constituyéndose en una manifestación ciudadana de gran significado político, el gobierno y todos los partidos impulsaron una vasta -pero tardía- campaña para llamar a votar. Los partidos de todo signo ideológico temen que una gran abstención ponga al desnudo la crisis de representatividad que afecta a la institucionalidad heredada de la dictadura militar. Eso llevaría directamente a encarar la opción de una Asamblea Constituyente para evitar una ruptura de otro tipo.
En vísperas de las elecciones, el ministro del Interior se reunió en La Moneda con los presidentes de los partidos para afinar los detalles del acto electoral y hacer un último esfuerzo por derrotar la abstención. La campaña del gobierno y de los partidos se dirigió sobre todo a los jóvenes. Los ciudadanos mayores (y también menores) de 18 años vienen expresando su rechazo a la institucionalidad política. Por eso, mediante una ley de inscripción automática y voto voluntario 5 millones 300 mil ciudadanos fueron incorporados a los registros electorales. Pero se teme -como lo señalan varias encuestas- que un elevado porcentaje no vote o que opten por el voto nulo o en blanco. Es importante considerar que los más jóvenes entre los jóvenes -en este caso la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES)- asumió un rol catalizador de este descontento. Por supuesto no todos los estudiantes están llamando a la abstención. Los militantes de las juventudes políticas valoran las elecciones municipales y apoyan con entusiasmo a los candidatos de sus partidos.
En las pasadas elecciones municipales (26 de octubre de 2008) se registró una abstención del 25% y más de medio millón de votos nulos y en blanco. Esta vez, igual que en 2008, la Concertación presenta dos listas: a) Concertación Democrática (DC y Partido Socialista) y b) Por un Chile Justo (PPD, PRSD, Partido Comunista y su acompañante, la Izquierda Ciudadana). El PC participa en ambas listas de la Concertación. En la primera a través de un pacto por omisión, que significa apoyo mutuo para la elección de algunos alcaldes. Y con el PPD-PRSD, el PC-IC llegaron a acuerdo para la elección de concejales. Los partidos de gobierno, Renovación Nacional y Unión Demócrata Independiente, a su vez, presentan una sola lista como coalición. También compiten algunos partidos menores como Igualdad, Regionalista de los Independientes, Progresista y Humanista. Los candidatos que se han refugiado bajo los paraguas de estos partidos buscan captar una votación de rechazo, tanto al gobierno como a la llamada «oposición». En algunas comunas, como Providencia, hay candidatos independientes que provienen de las organizaciones sociales, que podrían atraer importante apoyo ciudadano.
Aunque la abstención activa se veía venir ha tiempo, no fue sino hasta que la ACES lanzó su llamado que el tema se convirtió en epicentro del debate político. En esta misma página la abstención activa se viene abordando – sin mayor eco, hay que confesarlo- desde abril de este año(*). La alarma de los partidos ante la eventualidad de una gran abstención, bordea la histeria. Desde luego, voceros de la Concertación se autocritican por haber impulsado la ley de inscripción automática y voto voluntario promulgada por el actual gobierno con apoyo transversal en el Parlamento. Califican esta medida -que la Concertación agitó por años sin convertirla en ley- como una «debilidad populista» que dejaría la alternativa electoral en manos de la derecha. Estos arrepentidos apelan a un sofisma detestable y tramposo. El voto voluntario -dicen- favorece a la derecha porque «los pobres no votan» si no se les obliga. De manera que probablemente la Concertación impulsará una contrarreforma para reimplantar el voto obligatorio.
Sin embargo, atribuir a la pobreza y la incultura el desinterés por votar, no explica porqué millones de pobres y excluidos se marginan de lo electoral. No lo hacen porque son pobres, sino porque se sienten engañados por los partidos del sistema y, sobre todo, decepcionados porque aún no surge una alternativa que los represente. La abstención y los votos nulos y en blanco son frutos de la decepción, no de la pobreza. Las víctimas del abuso reiterado de las falsas promesas y de la ausencia de partidos leales a la causa de los pobres y explotados, que deberían estar haciendo conciencia y organizando a los pobres, reaccionan absteniéndose o votando nulo o en blanco.
En América Latina podemos ver países donde los pobres se movilizan y hacen largas colas para votar -sin que nadie los obligue-. Un ejemplo es la reciente elección presidencial en Venezuela -país donde el voto es voluntario- en que más del 80% de los inscritos concurrió a votar y la mayoría respaldó un programa socialista. En cambio, en nuestro país una mayoría está atrapada en los engranajes del modelo neoliberal. Este no sólo consiste en economía de mercado y en el espejismo del crédito. También es un pérfido sistema de dominación cultural y política. La capacidad de resistencia del pueblo -que hizo frente al terrorismo de Estado- se fue debilitando por la estafa que significaron los gobiernos de la Concertación.
Durante sus administraciones el modelo de dominación neoliberal llegó a una fase de consolidación que de paso recibió -durante el gobierno de Lagos- un barniz de legitimidad democrática que induce al pueblo al desaliento y arrastra a las dirigencias políticas y sindicales a la corrupción y al acomodo. Oponerse al sistema se convirtió en un gesto sin destino hasta que irrumpieron los estudiantes con sus marchas y protestas. Fue entonces que la indignación estalló en Punta Arenas, Aysén, Coyhaique, Constitución, Calama, Freirina…y no cesa. Este cambio en el estado de ánimo de las masas se debe en importante medida a los estudiantes, como los que están llamando a la abstención activa.
En Chile ha comenzado un nuevo tiempo cuyo soporte es la conciencia colectiva, la forma más alta de la política. Los jóvenes han inaugurado el tiempo de gestación de la alternativa democrática, popular y patriótica que pondrá fin al saqueo de las riquezas naturales y le pondrá un límite a las ganancias hoy desorbitadas del capital. A eso apunta el llamado de la ACES. La abstención activa es el tábano en esta coyuntura. Su misión es demostrar que es legítimo y necesario rehusarnos a ser los tontos útiles del sistema. Chile no puede continuar entrampado entre dos derechas. Necesita una vía de Izquierda independiente. La abstención y el voto nulo o en blanco son un desafío a esa institucionalidad que intenta seguir procesando los conflictos a través de los mecanismos que aseguran la dominación capitalista. El vocero del statu quo, el diario El Mercurio, expresó esas esperanzas de la «clase política» cuando asegura que «Chile será un país más institucionalizado luego de estas elecciones. La efervescencia de la calle habrá transitado por el cauce institucional. De ahí que los sectores más radicalizados, como la ACES, hayan apostado a funar las elecciones, pues cualquiera sea el resultado, este acto cívico legitima el orden institucional como la vía hacia las soluciones que quieren los chilenos»(**).
Si la abstención y los votos nulos y en blanco superan los niveles permitidos por la tradición electoral, la apuesta mercurial será sólo el tañido de una campana de palo.
De allí la importancia del llamado de la ACES que explica su resonancia. Una organización estudiantil relativamente nueva, que funciona en asambleas, que no tiene dirigentes sino voceros y que ha logrado construirse con una precariedad de medios impresionante, vino a dar la pauta de lo que hay que hacer en esta coyuntura. Es una responsabilidad enorme la que asumen estos jóvenes. Llenan un vacío de conducción de partidos y sindicatos ausentes de la lucha por una verdadera democracia participativa. La abstención activa se convierte en un llamado a la acción. Un gesto de altivez e independencia colectiva. Una iniciativa política que no pretende hacer de la abstención una táctica permanente. Tampoco su crítica a partidos de la utilería del sistema es un rechazo a la concepción del partido como instrumento para organizar las fuerzas sociales y administrar el Estado en función de los intereses del pueblo y de la soberanía nacional.
A partir del resultado que alcance el desafío de los estudiantes secundarios se inicia un largo camino de construcción de fuerzas. La iniciativa la lleva una vanguardia juvenil inteligente y entusiasta. Muchos otros sectores se decidirán a tomar su puesto en el movimiento político-social que seguramente dará continuidad a la protesta del 28 de octubre.
(*) Ver editoriales de PF 755, 757, 759, 762 y 765.
(**) La semana política, El Mercurio, 21/10/ 2012.