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La agonía ideológica del Partido Socialista de Chile

Fuentes: Rebelión

Los partidos que arrancan de cuajo el proyecto político que los sostuvo históricamente perecen de inanición ideológica. Son los que después de darle la espalda a una tradición de luchas y a un imaginario social de emancipación sólo barajan criterios prosaicos para posicionarse políticamente. Los que ni siquiera tienen la fuerza para levantar a uno […]

Los partidos que arrancan de cuajo el proyecto político que los sostuvo históricamente perecen de inanición ideológica. Son los que después de darle la espalda a una tradición de luchas y a un imaginario social de emancipación sólo barajan criterios prosaicos para posicionarse políticamente. Los que ni siquiera tienen la fuerza para levantar a uno de los suyos para representar al partido. En el caso del Partido Socialista de Chile, los devaneos y dilemas presidenciales se estructuran a partir del ¿quién nos garantiza ganar y así disminuir el miedo al riesgo y a la incertidumbre de nuestros militantes temerosos de un cambio de gobierno? ¿Lagos o Guillier?

No hubo ni habrá ningún debate político serio en el PS acerca del futuro del país por si éste cae en manos de Piñera ya que llevamos a Lagos. O ¿qué programa para Guilier? No ha habido ni habrá balance o informe político partidario acerca del fracaso de Bachelet II ni de cómo la DC aguó el programa. Ninguna épica ni discurso apasionado por recuperar los ideales del socialismo y preguntarse cómo es posible que los neoliberales PPD (Valdés y Eyzaguirre) del partido de Lagos manejen el Gobierno y crean poder comer un sandwich tranquilos en la calle (al primero, el ministro de Hacienda lo imprecaron y lanzaron monedas a la cara).

Hubo y habrá puro cálculo cortoplacista.

Nadie pedirá un congreso de orientación ideológica para salir del consenso neoliberal y girar a izquierda. Ni tampoco militante alguno se referirá a Salvador Allende, porque hace tiempo que les incomoda. Menos aún los miembros del Comité Central apelarán a un supuesto partido de las bases, inmerso en los conflictos sociales, porque la misma ideología del consenso y del orden se los impide.

Fernando Atria tampoco convence. Su legalismo mental no ve otra cosa que las puras formalidades. Ya no hay lugar para dar batallas ideológicas y sacudir la modorra. No les interesa. Ya no tienen intelectuales. El que les queda, Manuel Antonio Garretón, hace años que repite lo mismo: «hay que corregir el modelo neoliberal».

En los encuentros del PS no hubo militantes como los que se inscribieron en el partido laborista inglés para que ganara Jeremy Corbin y encarnara, en su lucha contra las corrientes de derecha del «New Labour» el ideario, los valores y la tradición de lucha del socialismo inglés e intentara conectarse con la clase trabajadora.

No hubo como en el Partido Demócrata un Bernie Sanders apasionado, que logró galvanizar a los militantes de Occupy Wall Street y a la corriente socialista que lo levantó, para dar la lucha dentro del partido contra el establishment que apoyaba a Hillary Clinton y así parar a Donald Trump.

Tampoco hubo una juventud socialista que diera la lucha ética y clamara ¡fuera los corruptos del partido!

Demasiado tarde. La juventud biológicamente revolucionaria de la que hablaba Salvador Allende, la politizada de los movimientos sociales, ya no ve al PS como alternativa y detesta lo que representan sus dirigentes.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.