A diferencia del resto de las profesiones y sectores el vocablo «los agricultores» señala siempre un concepto compacto que agrupa tanto al gran propietario como al minifundista de huerta o al jornalero sin tierra. No hay mayor distinción entre propiedad y trabajo cuando de reivindicaciones y protestas se trata y según rezan las pancartas de […]
A diferencia del resto de las profesiones y sectores el vocablo «los agricultores» señala siempre un concepto compacto que agrupa tanto al gran propietario como al minifundista de huerta o al jornalero sin tierra. No hay mayor distinción entre propiedad y trabajo cuando de reivindicaciones y protestas se trata y según rezan las pancartas de las manifestaciones actuales, «agricultores y ganaderos se encuentran al límite.» ¿Qué límite?
Teniendo en cuenta que el pasado día 20 de enero publicaba el FMI su informe anual sobre las perspectivas de la economía mundial para este año 2020 (1) y declaraba que la economía mundial se encuentra en «zona de peligro» por una desaceleración de la economía «inusualmente aguda», a causa tanto de la vuelta al proteccionismo arancelario y la consecuente distorsión en las cadenas de suministro que genera la contracción del PIB en un punto muy cercano al umbral de la recesión mundial comúnmente fijado en el 2,5%. En este sentido el FMI fijó el PIB de 2019 en el 2,9%.
El problema del límite
Nueve días después del informe del FMI, la UPA (Unión de Pequeños Agricultores), publicaba en su web; «las 10 principales reivindicaciones de los agricultores y ganaderos al límite» (2). Pocos días después se pone en marcha la cadena de persuasión mediática donde expertos de todo tipo imparten lecciones de historia agraria y rural, traducen efectos, demonizan al gobierno por el SMI.
Al mismo tiempo los grandes medios de comunicación inmolan en el altar de las purezas a los sacrificados agricultores, abnegados labradores y ganaderos, legítimos descendientes de Adán y Eva que entre cosecha y matanza escrituraron las tierras del paraíso terrenal para convertirlas en fuente privatizada de alimento de la humanidad. Así, en la parte audiovisual de expertolandia los intrépidos reporteros abren el micrófono para que «los agricultores» digan las consignas de las manifestaciones y muestren a los clientes de Mercadona, Carrefour, DIA, Eroski, Alcampo y Lidl que el límite ya está en la calle, donde siempre estuvo.
La prensa urbana
Ni las televisiones ni los expertos de ese fenómeno neopijo puramente urbano denominado prensa son capaces de distinguir un agricultor de otro, tampoco al pastor del propietario de sus ovejas. Mucho menos a un terrateniente de ASAJA de un minifundista de la UPA, así que nadie relata ya el cuento del lobo disfrazado de oveja. Y no se cuenta porque ahora apenas quedan lobos, así que lo moderno de hoy es ver al cacique de toda la vida disfrazado de pobre agricultor, que no de jornalero.
Los jornaleros de Jaén, u otras latitudes, son ya una categoría romántica semiurbana que además molesta mucho al cacique porque cobran el PER. Pecado que limita mucho la consideración de los jornaleros por los medios y expertos pues estos jornaleros subsidiados son los culpables de la importación de migrantes marroquíes, rumanos y sabe Dios qué otras especies geopolíticoreligiosas del otro lado de las concertínas, «el otro límite».
Así llegamos a las huelgas mediáticas de estos días con el caciquismo que durante decenios desde el XIX al XXI vació la España rural acaparando tierras y manejando jornales a conveniencia según la tradición. La misma que reclama ahora vestido de modernidad y enarbolando la bandera del nuevo señor de la naturaleza, el cambio climático y la repoblación de aquello que vació. Pero una repoblación eminentemente conservadora que no toque un ápice del catastro ni cuestione la propiedad acumulada con los modernismos afrancesados de Thomas Piketty u otros teóricos de la desigualdad (3).
La rebelión contra la libertad del mercado y el «empoderamiento» del poder agrario
Resulta, pues, curioso que en la web nacional de ASAJA (4) se ignore inexcusablemente el decálogo de las reivindicaciones de las manifestaciones que sí publica la web de la UPA (2). Decálogo que es perfectamente reducible a dos cuestiones fundamentales.
En primer lugar no se critica al sistema neoliberal, pero sí reclaman la regulación del mercado agrario mediante la intervención del Estado en favor de seis cuestiones singulares: el freno a la especulación con los precios agrarios, la falta de precios justos, la subida de los costes de producción, los recortes en las ayudas, las barreras comerciales y la reglamentación de ciclos cortos de comercialización. Toda una OPA hostil a la escuela de Chicago, Milton Friedman y toda la evolución de la economía neoclásica desde 1970, es decir, la escuela del dogma neoliberal. Pero no para ir hacia adelante.
En segundo lugar reclaman el empoderamiento político de los agricultores y ganaderos en virtud del dominio de tres competencias: competencia sobre el cambio climático, competencia sobre el control de la fauna salvaje y competencia para asumir del papel vertebrador de la agricultura y la ganadería frente al despoblamiento y los problemas ambientales y territoriales. Toda una declaración de independencia y soberanía sobre la España rural entendida ahora como una autonomía transversal.
Poder sobre el mercado y poder político
En resumidas cuentas, nuestro poder agrario, se alza ahora en las calles urbanas reclamando «poder sobre el mercado» y «poder político», dos reivindicaciones que secundan abiertamente tanto ASAJA como la COAG.
En la revista de ASAJA (4) y junto a un anuncio de coche de alta gama, su presidente cuasi vitalicio Pedro Barato, editorializa sobre los «agricultores al límite» con epicentro en «…la falta de rentabilidad que atraviesan las explotaciones, los bajos precios en origen que cada vez afectan a más cultivos, el encarecimiento de los costes de producción, la caída de la renta agraria en casi un 9%, las dificultades para exportar derivadas de los aranceles americanos, el brexit y el veto ruso, el temido recorte de las ayudas comunitarias que planean desde Bruselas y el hartazgo ante los ataques que estamos recibiendo…«.
Por su parte la COAG (5) define «el límite» en un comunicado de fecha 18 de diciembre de 2019 -mes y medio antes de la subida paupérrima del SMI- en el que justificaba la movilización general agraria diciendo: «La caída generalizada de los precios en origen, y en consecuencias de las rentas de los agricultores, el permanente incremento de los costes de producción, la desregulación de los mercados y eliminación de la preferencia comunitaria, así como la «uberización» progresiva del modelo social y profesional de agricultura, son razones fundamentales para la movilización».
Con el concepto de «uberización» la COAG señala directamente, a los seis gigantes: Mercadona, Carrefour, DIA, Eroski, Alcampo y Lidl, que con sus sistemas de compra mediante proveedores fidelizados convierten a los agricultores en asalariados autónomos de sus propias explotaciones férreamente controladas por el distribuidor.
La crisis del neoliberalismo en el agro español y la batalla por el control de la «España vacía»
La batalla no es nueva, pero los medios de comunicación de la derecha la relatan como si lo fuera culpando al nuevo Gobierno progresista de todos los males de la agricultura española, SMI y cambio climático incluidos (6). Aquí lo importante no es la claridad, sino el barullo, la confusión y el jaleo porque lo que realmente se pide no es otra cosa que la intervención del mercado agrario bajo la lógica de los grandes terratenientes y el empoderamiento político e institucional de las organizaciones agrarias sobre lo que parece emerger como una nueva comunidad autónoma transversal que denominan «la España vacía».
En cualquier caso lo que sí es constante es que la libertad de mercado -exenta de privilegios- nunca ha convencido al caciquismo agrario español porque su poder clásico se ha quedado reducido por su subordinación de facto al poder efectivo de las grandes distribuidoras de alimentación. Y este es el punto clave de la razón de estas manifestaciones que muestran al cacique clásico del agro español preso en las garras del dogma neoliberal de la libertad de mercado.
En estas jornadas de tractoradas callejeras la derecha agraria española se rebela contra su propia religión económica porque la lógica de mercado ha creado a los vampiros que ahora le chupan el capital. Y la rebelión del malestar de los pequeños agricultores la dirige contra el Gobierno progresista con el único fin de intimidarlo (6).
No obstante, en la trastienda de las manifestaciones de estos días Pedro Barato (ASAJA) muestra músculo también contra Juan Roig (MERCADONA), pero sólo ante los propios no en duelo cara a cara. Para ello reclaman ahora la intervención de un Estado que siempre han criticado por inmiscuirse en el libre albedrío del capital y por sus «grandes» exigencias fiscales. La contradicción es total y por ello los grandes agricultores recurren a la piel de cordero de la UPA bajo el subterfugio de la «acción unitaria».
La criptología rural y el malestar social diagnosticado por el FMI
¿Qué hace Luis Planas -ministro «progresista» de agricultura- en medio de esta representación teatral? Su gran amigo y catedrático de Sociología Rural del IESA-CSIC, Eduardo Moyano, desarrolla la tramoya del confusionismo de la tractorada callejera (7) diciendo: «Es más fácil buscar culpables fuera que soluciones dentro», para seguidamente concluir: «Pero es un deber moral escuchar a los agricultores por lo mucho que les debemos y por lo que nos han dado y nos siguen dando». Es la vieja tesis de la deuda, desarrollada ahora como dogma de fe sobre una abstracta legitimidad moral de los dueños «ancestrales» de las tierras de labranza.
La criptología del catedrático no señala a ningún algoritmo secreto, sino al buenismo habitual del resignado párroco de pueblo que en la clásica pelea entre el cacique y el alcalde invoca al espíritu santo bajo la formula del salmo al padre de todas las plantas y animales para apaciguamiento de la feligresía de los sin tierra. En este caso el 21,5% de la población española, más de 10 millones de españoles en riesgo de pobreza. Así el salmo recrea la vieja promesa de prioridad de los pobres en el reino de los cielos, toda vez que siempre es más fácil buscar culpables fuera del límite que dentro del catastro. En eso tiene toda la razón nuestro devoto catedrático.
En cualquier caso el informe del FMI (1) señala como riesgos importantes para las perspectivas de la economía mundial en el año 2020 tanto la agudización del malestar social como el deterioro de la confianza en las instituciones tradicionales, principalmente la desconfianza en los gobiernos que no gobiernan. Se trata, pues, de fenómenos que el FMI califica de muy extendidos y de profundo calado. Malestar social que pone a la misma altura de relevancia e impacto económico que las tensiones geopolíticas entre las grandes potencias mundiales. Y todo sin diferenciar población urbana de población rural.
El Gobierno placebo
¿Se enfrentará el ministro Luis Planas a la vaca sagrada del neoliberalismo en los mercados agrarios? ¿Limitará el megalatifundismo repartiendo tierras para repoblar la España vacía? ¿Prohibirá la especulación de los intermediarios?… ¿O por el contrario pedirá a la UE más subvenciones para la propiedad de la tierra? O quizás impulsará la repoblación de ciervos y jabalíes en los montes de la nobleza para combatir el cambio climático y la España vacía…
Nada de eso. Tal y como anunciaba el artículo de Eduardo Moyano en El País, Luis Planas crea «La mesa de diálogo» con los organizadores de la manifestación para «encontrar la mejor solución» ¿Cuál? ¿Y para quién?
El ministro Luis Planas es sin duda un auténtico especialista del placebo político en mesa camilla con brasero, nunca se sorprende a sí mismo. Ningún inspector de trabajo nunca lo hizo, tampoco nunca lo imaginará. Así que como dice el propio comunicado del Ministerio del día 4 de febrero (8), tendremos más de lo mismo. O sea que el ministerio «Destaca como principales medidas la reforma de la ley de la cadena alimentaria, la modificación de la ley de organizaciones interprofesionales o el incremento de la dimensión cooperativa»… «Por eso, el Ministerio ha propuesto una serie de medidas enfocadas a mejorar la rentabilidad de las explotaciones agrarias»… «apoyar el sistema de seguros agrarios»… «modificación de la ley de la cadena alimentaria», etc.
El misterio del valor añadido y el problema del reparto de poder en el cooperativismo agrario español
El misterio de la mesa de diálogo se encuentra aquí: «…la obligatoriedad de incluir el coste de producción como factor para el establecimiento de los precios en los contratos agrarios…», porque eso es justo lo que practican ya las grandes compradoras influyendo sobre la cuenta de resultados de sus propios proveedores fidelizados, por cuanto en el mejor de los casos -sin trucos ni engaños- al conocer los costos se conocen los beneficios y el comprador con poder es quien establece el precio. Y vuelta a empezar.
Pero si el capitalismo se basa justamente en el desequilibrio de las partes, ¿a qué se llama precio justo?, ¿justo para quién?, ¿puede un alimento básico tratarse como mercancía en un mercado capitalista bajo la lógica del máximo beneficio económico?, ¿cómo entra el consumidor final en la conformación de ese precio justo?, ¿pueden 10 millones de españoles soportar incrementos de precio en su cesta de alimentación?
¿Qué puede decir entonces el ministro a las seis grandes empresas de distribución que trabajan al amparo de la legislación comunitaria?… ¡Hola, qué tal! Tenéis que reducir vuestros beneficios hasta alcanzar una cuenta de resultados justa.
Sin embargo, la compleja realidad de la cadena de suministro, y valor, agroalimentaria no reside en la suma de sus partes, como lo ven los productores agrarios, sino en su estructura global, consumidor final incluido. Estructura que no puede organizarse desde la dogmática neoliberal de la maximización del beneficio de todas las partes de la cadena de suministros, ya que el eslabón más fuerte impondrá siempre sus condiciones al más débil. Pero en el sector del aceite interviene un agente tan potente como las grandes superficies, como son las grandes marcas de envasado que sí suben y bajan precios en almazaras constantemente.
Finalmente el gran problema del cooperativismo agrario español es la legislación que afecta a las cooperativas agrarias. Una legislación que favorece claramente el poder de los grandes agricultores en perjuicio de los pequeños. La fusión de cooperativas agrarias en España choca permanentemente con las estructuras de poder y dominio que sostiene cada cooperativa singular que además tiene un fuerte arraigo territorial. Consecuentemente la dimensión de las cooperativas agrarias españolas no es la solución, es el problema.
¿Cuál es el verdadero fin de estas manifestaciones convocadas por ASAJA, COAG y UPA, abolir la libertad de mercado, presionar al Gobierno progresista para que compense pérdidas y beneficios fallidos? ¿O simple terapia de placebo para sus descontentos?
Notas:
1.- Ver; https://www.imf.org/es/
2.- Ver; https://www.upa.es/upa/
3.- Ver; https://elpais.com/cultura/
4.- Ver revista de ASAJA enero 2020: http://www.asaja.com/revista , o directamente en; https://es.calameo.com/
6.- Ver, entre otros; https://www.elconfidencial.
7.- Ver artículo de opinión de Eduardo Moyano en El País de fecha 02/02/2020: https://elpais.com/elpais/
Blog del autor: https://
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.