No hay nada más peligroso para la paz que un jefe de Estado haciéndole el juego a quienes hoy conspiran contra ella. La ambigüedad del Presidente de Colombia es una amenaza para realizar el anhelo más deseado de los colombianos y de los pueblos del continente. El encendido debate que se da hoy en el […]
No hay nada más peligroso para la paz que un jefe de Estado haciéndole el juego a quienes hoy conspiran contra ella. La ambigüedad del Presidente de Colombia es una amenaza para realizar el anhelo más deseado de los colombianos y de los pueblos del continente.
El encendido debate que se da hoy en el país, que ha afectado negativamente los diálogos, a raíz del escándalo que armaron los medios de comunicación ante la presencia de delegados de la comisión de paz de las FARC en un corregimiento de la Guajira, para hacer pedagogía de paz; nos aleja de la posibilidad real de alcanzar un Acuerdo que ponga fin a la confrontación armada en Colombia. ¿Por qué no se hizo un escándalo desde los medios cuando un bombardeo acabó con la vida de Jairo Martínez, delegado de Las FARC en la mesa, y 27 guerrilleros más cuando cumplía con la misión de explicar los acuerdos y hacer pedagogía de paz en mayo del 2015, en Guapi, Cauca?
El Presidente Juan Manuel Santos y el jefe de la delegación de paz, Humberto de la Calle, se unieron al coro de los guerreristas sin detenerse un segundo a analizar con cabeza fría lo que sucedía, a sabiendas de que las visitas han sido acordadas por las partes en un protocolo con los países garantes y el CICR, saliendo a acusar a la guerrilla de hacer «proselitismo armado», reeditando un trasnochado término acuñado por los enemigos de la paz y sus aliados de la gran prensa, que estigmatiza esta acción pedagógica de la insurgencia, como un acto de proselitismo armado.
Desconcierta y no se entiende cuando el Presidente da un ultimátum buscando someter la voluntad de paz de la contraparte, tomando decisiones unilaterales sobre el último punto de la agenda, el mecanismo de refrendación, afirmando que solo vale el plebiscito, como si la otra parte no existiera, aunque se sabe que esta decisión debe salir de la mesa. Sus ambigüedades son aprovechadas por las fuerzas y partidos contrarios al espíritu de la paz.
El mecanismo de refrendación del que trata el último punto, Implementación, verificación y refrendación está contemplado en el Acuerdo General para la terminación del conflicto. Cierra el ciclo de diálogos a partir de la firma del Acuerdo General, que como señalan todas las predicciones será este 2016, así no esté completamente seguro que el 23 de marzo sea la fecha de la histórica firma.
En el punto sobre el mecanismo de refrendación, hasta ahora se han planteado dos posiciones sobre cuál debe ser. Una es el plebiscito, lo ha planteado reiterada y unilateralmente el gobierno a través del presidente; y la otra, la Asamblea Nacional Constituyente, propuesta con la que las FARC y otros sectores sociales se identifican.
Existe, igualmente, una posición intermedia de algunos destacados juristas del país que han propuesto un camino intermedio entre el plebiscito refrendatario como primer paso, que implica que se convoque luego, al cabo de un tiempo que no se ha precisado, una Asamblea Constituyente.
Hay que buscar una salida al peligroso impase en que se encuentra el proceso, agravado por la incomprensible decisión del gobierno de suspender los viajes de la delegación de paz de las FARC a sus campamentos, en el marco de los acuerdos y protocolos establecidos entre las partes, para avanzar en la pedagogía para la paz que es urgente y fundamental hacer en todo el país, y así darle legitimidad y ganar apoyo a lo acordado.
Destrabar los diálogos, aclarar lo que se ha acordado, socializarlo con el país, no es una tarea exclusiva del gobierno, sino un compromiso de todos los que apoyamos la paz y la justicia social. El mecanismo de refrendación que se acuerde no puede ser el que el gobierno imponga como un ultimátum, tal y como acaba de expresarlo el presidente Santos cuando habló de las 4 líneas rojas que no va a permitir que se pasen: la Asamblea Constituyente es una de ellas.
Tras más de sesenta años de conflicto armado que tanto dolor y muerte ha costado a la familia colombiana, la ambigüedad del Presidente que hoy sale a hablar de «proselitismo armado», genera dudas en la gente, le quita apoyo al proceso y cuestiona su compromiso real con la paz. No es con ultimátum que pasamos la página del sectarismo, el odio y la guerra, señor Presidente. No es echando leña al fuego que construimos un ambiente favorable para la paz, lo que más anhela este pueblo.
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