Estaba pensando en lo que podía decir sobre el futuro del sindicalismo, cuando recibí un mensaje de mi hermana. Ya sabéis, uno de esos mensajes que circulan por watsap. «No se si es cierto, pero por si acaso te lo mando» me decía mi hermana, para que estuviera atento, me daba a entender. El mensaje […]
Estaba pensando en lo que podía decir sobre el futuro del sindicalismo, cuando recibí un mensaje de mi hermana. Ya sabéis, uno de esos mensajes que circulan por watsap. «No se si es cierto, pero por si acaso te lo mando» me decía mi hermana, para que estuviera atento, me daba a entender. El mensaje decía que si me tocan el timbre en casa, y al abrir me encuentro con unas personas que me quieren vender perfumes, que no se me ocurra oler los frascos cuando me los ofrezca, porque inmediatamente caería dormido, momento que aprovecharían los supuestos vendedores para desvalijarme la casa.
No se que os parece a vosotros, pero yo estos mensajes no me los creo. No obstante, pensando y pensando, me decía: ¿no es esto lo que nos han hecho antes de que estallará la crisis financiera? ¿No nos han adormilado con perfumes hechos de créditos abundantes y baratos, que nos adormecían, mientras la participación de los salarios en la riqueza disminuía, mientras la precariedad aumentaba, mientras perdonaban impuestos a las rentas altas y a las rentas de capital, mientras financiarizaban la economía, mientras la política cedía su poder a la economía?
Y después de que estallara la crisis financiera, no cambiaron ese perfume por otro que olía peor, por una pócima que apestaba a resignación, a hastío, a miedo, que nos paraliza mientras nos roban los salarios, los derechos, las pensiones, la sanidad y la educación públicas, la protección social…?
¡Ojala, si fuera sólo eso lo que nos roban! Pero es que nos roban hasta las palabras. Hace unos años si alguien me dice que me iba a movilizar en contra de la austeridad, si alguien me dice que iba a hablar en contra de la austeridad, no me lo hubiera creído. Para mi la austeridad era una forma de vivir mejor, una forma de hacer frente al despilfarro y al consumismo compulsivo que busca el capitalismo. Y ahora, en ELA, llevamos ya seis huelgas generales, otro montón de huelgas sectoriales, y multitud de movilizaciones en contra de las políticas de austeridad que nos están imponiendo.
Lo mismo ha sucedido con la sostenibilidad. Nos la han robado. Ahora en su nombre hacen todos los recortes que desean hacer.
Y qué decir de la democracia. «Han convertido la democracia en un «lo sentimos pero es que no se puede hacer otra cosa». Han convertido la democracia en un «demos gracias» porque esto podía ser peor.
No puede ser. Tenemos que despertar. Y la única forma de estar despiertos, de estar atentos, es movilizándose, pisando calle. Porque a los sindicatos también nos han ofrecido multitud de perfumes que nos han adormecido. Nos han sacado de las empresas, nos han alejado de la gente, y en el momento en el que no se responde a las necesidades cotidianas de la gente, el sindicato empieza a ser prescindible. Una vez hecho esto, nos han robado las mesas, nos han robado el diálogo, sólo quieren las foto social para las decisiones que toman por su cuenta.
Ante está realidad, en Euskal Herria, distintos sindicatos y movimientos sociales hemos decidido pasar de una fase resistente a una fase propositiva. Para ello se utilizó la última huelga general del 30 de mayo como punto de partida de la construcción de la Carta de derechos sociales de Euskal Herria. Un proceso largo, a posta, porque pretende ser muy participativa. El objetivos principal no es la carta en sí, sino el mismo proceso, en el que se están tejiendo relaciones, complicidades y redes entre los movimientos que buscamos la alternativa.
Por lo tanto, y para concluir, los sindicatos no necesitamos perfumes adormecedores. Lo que necesitamos es la pócima de Asterix y Obelix. Necesitamos recuperar la fuerza, necesitamos recuperar la ilusión, y sólo hay una manera de hacerlo: volver a los orígenes del sindicalismo. Volver a las raíces del sindicalismo. Volver a las empresas, acercarnos a la gente, motivarla, organizarla, afiliarla y movilizarla. No hay otro camino. Y para hacer eso es imprescindible la autonomía financiera y la adaptación organizativa a la nueva realidad. En ELA estamos en ello. Las pócimas mágicas las dejamos para los comics y para los mensajes de watsap.
Unai Oñederra (@uonederra). Manu Robles-Arangiz Institutua (@mrafundazioa) www.mrafundazioa.org
Blog del autor: https://unaionederra.wordpress.com/
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