Recomiendo:
0

La baraja tiene cuatro: más que suficientes

Fuentes: Insurgente

España es diferente, según decía cierto ministro fascista, fundador del PP. En España, la monarquía fue legalmente, jurídicamente y democráticamente barrida para siempre, por decisión del pueblo soberano en 1931, mientras las piezas provenientes del desguace de la corona eran dilapidadas en alegres francachelas por el depuesto monarca, Alfonso equis palito, palito, palito. Ciertamente existen […]

España es diferente, según decía cierto ministro fascista, fundador del PP. En España, la monarquía fue legalmente, jurídicamente y democráticamente barrida para siempre, por decisión del pueblo soberano en 1931, mientras las piezas provenientes del desguace de la corona eran dilapidadas en alegres francachelas por el depuesto monarca, Alfonso equis palito, palito, palito.

Ciertamente existen países democráticos donde aún tronan tronos. Es evidente y nadie puede negarlo. Las monarquías como inercia, como un déjalo correr, o como perro que no muerde ni hace daño y lo dejan que ande suelta, estilo Atahualpa Yupanqui, coexisten con algunas democracias burguesas, a condición de soltar algo de lastre absolutista y manteniéndose sólo como vestigios de ruinas históricas, folklóricas, especies jurásicas (o promesáticas) en vías de desaparición y con un cierto polvillo ceniciento de mírame pero no me toques.

Hay quien piensa en su utilidad en tanto exultorio de conciencias, divirtiendo al respetable súbdito con sus ejemplos de estulticia, de escándalos, mostrando miserias, travistiéndose en tampax o exhibiendo sus cruces gamadas. Solamente así son útiles, cuando las leyes sacrosantas del derecho a la expresión y las costumbres del reino permiten utilizarlos como «cristobitas» en estos tinglados de la antigua farsa shakesperiana.

Luego, la traición de un cuarterón de arrastrasables; tres años de genocidio; la voluntad de un dictador; unos días de inseguridad; varios lustros de terror institucional y pasotismo provocado y mantenido, han conseguido recomponer, reciclar e impedir el desmoronamiento, de otra monarquía -premio de consolación para los desheredados del franquismo-, a base de maquillaje y cirugía estética, practicados por encaladores de sepulcros. No puede considerarse ni siquiera un vestigio del pasado, sino una humillación suplementaria, un purgante más de los que se administraba a los vencidos en zona «nacional».

Últimamente, el coco utilizado por el Poder para amedrentar nuestros insomnios ha decidido, inteligentemente, iniciar una huelga de parabelum caidos. Se acabó la violencia: Se quedaron sin armas los salvadores de España: los partidarios de la dialéctica de las pistolas de destrucción masiva están quemando hasta el último cartucho en una traca final. La República avanza triunfante, limpia, luminosa, imparable. Es hora de despertar del sueño hipnótico al que nos habían condenado.

Ellos también deben despertar del suyo, no vayan a perder el tren de Estoril. Aquí hay demasiado paro.