En su imprescindible libro La historia como arma, el gran historiador cubano Manuel Moreno Fraginals subrayó que «la historia escrita» es parte esencial de la superestructura ideológica creada por la burguesía para perpetuar su dominación de clase. Más aún, añadió: «El historiador moderno es el gran triunfo intelectual de la burguesía, que ha tenido en […]
En su imprescindible libro La historia como arma, el gran historiador cubano Manuel Moreno Fraginals subrayó que «la historia escrita» es parte esencial de la superestructura ideológica creada por la burguesía para perpetuar su dominación de clase. Más aún, añadió: «El historiador moderno es el gran triunfo intelectual de la burguesía, que ha tenido en él a su funcionario más fiel, barato y eficiente». Cuando nos aprestamos a conmemorar el 75º aniversario de la proclamación de la II República y el 70º del inicio de la guerra civil, la batalla por la memoria histórica es uno de los desafíos políticos con mayor relevancia de nuestros días.
A lo largo de este año los grandes medios de comunicación, en función de los intereses económicos y políticos de sus patrones, concederán audiencia a una de las dos tesis hegemónicas sobre el periodo crucial de 1931-1939. Por una parte, el revisionismo de inspiración fascista continuará insistiendo majaderamente en el «caos» que dicen que creó la República y en la vocación «totalitaria» de las izquierdas para legitimar el golpe de estado de julio de 1936 y la instauración de la dictadura franquista.
Por otra, los historiadores e intelectuales afines al Gobierno renovarán el discurso del «empate político» y su eco incesante que proclama el manido «todos fuimos culpables». De hecho, la primera área de trabajo del congreso sobre la guerra civil que tendrá lugar a finales de noviembre en Madrid patrocinado por el Ministerio de Cultura se denomina «la quiebra de la democracia en España», evocando los trabajos escritos o dirigidos por el politólogo Juan Linz sobre la II República o el Chile de Allende que dieron una barniz científico a las tesis del «empate político»: la quiebra de la democracia en España y en Chile fue responsabilidad de los dos extremos del arco político, que se radicalizaron hasta el paroxismo y debilitaron el centro político y, por tanto, la posibilidad de concertar acuerdos entre los adversarios.
De la capacidad del PCE, del resto de fuerzas políticas de la izquierda transformadora y de los movimientos sociales que luchan por la recuperación de la memoria histórica (y no tan sólo por la exhumación de cadáveres con un discurso victimista y nostálgico estéril) dependerá que una tercera interpretación del pasado pueda instalarse en la sociedad: aquélla que reivindica con orgullo y se siente heredera de las luchas sociales y políticas de la clase obrera no sólo desde 1931, sino desde que en el siglo XIX la transición del feudalismo al capitalismo empezó a transformar a los campesinos en proletarios.
Cuando de manera inaceptable el Parlamento Europeo intenta criminalizar el comunismo y cuando los historiadores y periodistas pretendidamente neutrales ocultan de manera interesada el papel del PCE en la lucha por la libertad, la memoria histórica nos devuelve el decisivo papel jugado por nuestro Partido en la construcción del Frente Popular y en la defensa de la República en la guerra contra el fascismo, con hitos que aún hoy nos conmueven como la formación del Quinto Regimiento a partir de humildes campesinos y obreros, la llegada de los camaradas de las Brigadas Internacionales, la Defensa de Madrid que cantaron Neruda o Alberti, el heroísmo y el sacrificio de tantos miembros del Ejército Popular… Y qué decir de la lucha ejemplar de tantos republicanos y comunistas españoles en la lucha contra el nazi-fascismo (en el Ejército Rojo o en el maquis francés), de la guerrilla antifranquista o de la reorganización clandestina del PCE en aquellos oscuros años 40 de hambre, cárcel y represión brutal, mérito de tantos camaradas anónimos. Comunismo fue, es y será sinónimo de la lucha por la libertad, la justicia social y la dignidad de todos los seres humanos.
«Veniamo da lontano», proclaman los camaradas italianos. Recordamos estos hitos del pasado, en definitiva, porque alientan nuestra convicción de que es posible y necesario transformar el mundo actual, subyugado por la barbarie del neoliberalismo, el imperialismo y la guerra. La recuperación de la memoria nos exige investigar, bucear en los archivos, grabar testimonios, convocar a las gentes de izquierda a reflexionar críticamente sobre nuestros aciertos y nuestros errores para reconstruir la alternativa al capitalismo. El «hilo rojo» de la historia, la memoria histórica, es un arma cargada de futuro.