Se lo he oído a prohombre de la patria, españolista nacional y nacionalista, aunque todo hay que decirlo reprocha que los nacionalistas de otros territorios sean tal. Pero así son los que hablan, así somos cuando nos empeñamos en ver la paja en el ojo ajeno. «Este vidrio es un ataque a mi partido», es […]
Se lo he oído a prohombre de la patria, españolista nacional y nacionalista, aunque todo hay que decirlo reprocha que los nacionalistas de otros territorios sean tal. Pero así son los que hablan, así somos cuando nos empeñamos en ver la paja en el ojo ajeno. «Este vidrio es un ataque a mi partido», es un ataque miserable, es cierto, es miserable que a uno le recuerden lo que ha dicho, que a uno lo citen en tiempos pasados. Pero siempre se nos cita desde el pasado, nunca se citará a nadie desde el futuro. Lo que vayamos diciendo, lo que vayamos defendiendo, lo que fuimos ayer y lo que somos hoy tiene que tener un continuum, pues de otro modo seríamos unos falsarios.
Me gusta que la memoria se haga presente en el presente, que nadie olvide lo que ocurrió, que nadie pase página sin leerla del todo, me gusta que se recuerde desde la ultraderecha pepera – con un «vidrio» mal hecho todo sea dicho, chapucero- el pasado reciente en temas de seguridad ciudadana que el gobierno de Zapatero es un caos, una catástrofe. Me ha gustado ver que la derecha no ha cambiado nada desde 1936, me gusta que la derecha sea derecha y ultraderecha clara y criminal. En la primavera de 1936 hay una intervención parlamentaria de Gil Robles (nacido en Salamanca) en la que se hace una relación de todos los acontecimientos ocurridos en el gobierno del Frente Popular, más de trescientos casos de desórdenes públicos, España estaba en peligro y había que ponerle remedio, y el remedio llegó de la mano de unos criminales que vestían el uniforme militar. También hay criminales en el ejército español. La Historia nos los certifica, y aquí si alguien se pica que coma ajos y beba agua. Me gusta la memoria, me gusta que me recuerden mi pasado, me gusta recordar el pasado de los que han pasado por la vida, me gusta recordar el año de 1987 en la playa de La Concha, era el mes de julio, y en un barrio cercano la guardia civil asesinó con un tiro en la nuca, en el piso en que se había refugiado junto a Iñaki Erro, a la joven Lucía Urigoitia. Un víctima del terrorismo de Estado; al frente de aquella operación se hallaba un sujeto que está condenado por crímenes execrables y que en ese momento lucía la estrella de comandante, era el criminal convicto Emilio Rodríguez Galindo – condenado a 64 años de cárcel por crímenes más repugnantes que los cometidos por el más sanguinario criminal- y curiosamente está en libertad junto a otros criminales como Vera y Barrionuevo. Me gusta la memoria, sobre todo porque mi existencia es tan anodina sin crímenes que hasta me entretienen estos criminales. Me gusta la memoria.
Ahora también le gusta la memoria al PSOE, también al PP, también a CiU, espero que los demás saquen también sus «vidrios» y que echen en cara al enemigo -en el lenguaje político es contrincante- las fechorías, las contradicciones, las barbaridades dichas y hechas en el pasado y que ahora, como el pez que muere por la boca, vienen a contradecir lo dicho por ellos mismos. El «vidrio» del PSOE en que se ve a José María Aznar López con esa alegría que le caracteriza «he autorizado contactos con el Movimiento Vasco de Liberación», o a Piqué y Piqué -que es más culto- mencionó con todas sus letras al MLNV, o esa otra frase gloriosa del energúmeno Rodríguez (el gracioso de la barba originario de Valladolid) «no habrá ni vencedores ni vencidos»; o las de aquel que era entonces el ministro Rajoy (vean el «vidrio»).
Me gusta la memoria histórica, porque eso nos decía el gran Borges: «la vida es olvido y es memoria». Olvido de lo superfluo, memoria en las humillaciones y vejaciones y los crímenes. Aquí, en esta España nuestra -que cantaba Blas de Otero- se ha instalado la gran trampa de hacer que unos -una parte- sean criminales, mientras que miembros de los aparatos del Estado -Aznar indultó a torturadores- y otros criminales de tiempos pasados ni se les menciona. La memoria tiene la virtud de colocar en su lugar a cada cual. Por eso me gusta la memoria y por ello no olvido absolutamente nada, lo procuro al menos.
El «vidrio» del PSOE sobre la tregua del 98 es objeto de disquisiciones, y es muy divertido oír lo que dicen los de la Cadena Ser, y lo que rebuznan los ultracatólicos, coinciden en el fondo, pues a ninguno le gusta que se haya publicado, y a mí es que me encanta que las contradicciones salten a la palestra, y en este caso, por motivos muy diferentes resulta que coinciden elementos muy antagónicos. Y en definitiva qué es lo relevante. Que la ultraderecha -la derecha extrema, jeje- se ha mosqueado porque les ponen el «vidrio» delante de las narices, y aún siguen vivos para verlo, y que nadie puede soportar la prueba del algodón de su propio pasado (salvo que haya sido honrado y decente, y serlo ha supuesto siempre un precio muy alto, lo saben todos los decentes). Ver a Rajoy en Córdoba, descompuesto, y gritando que es la respuesta del Gobierno a la «manifa» del último sábado de noviembre, es como mínimo una estupidez, y eso no lo puedo esperar de un registrador de la propiedad como es él. El «vidrio» es lo que es, un hostiazo a los que vienen desde el primer momento diciendo que la paz es una mala noticia, un mal negocio. Eso es lo que ha dicho aquel parlamentario vasco del PP con micrófonos abiertos. Además que la paz sería el fin de personajillos de poco pelo que viven a costa de la sangre derramada, caso de Rosa Díez por ejemplo, por no hablar de otros repugnantes políticos de su partido o de otros -¿alguien recuerda a Mayor Oreja contentísimo con el primer atentado mortal de ETA después de la tregua?, yo lo vi exultante, tenía razón porque la ultraderecha siempre tiene razón.
El vídeo del PSOE ya está en el aire y pone al neofranquismo contra las cuerdas, pues le quita los pañales y le dice que son tramposos, y el legionario de Cristo calla aunque ya suponemos que saldrá en breve con sus rebuznos habituales – y volverá a llamarnos miserables, volverá a llamarme miserable.
Pero ¿cuál es la utilidad de tales recuerdos en vídeo -en papel, en ropa ensangrentada, o cráneos reventados durante cuarenta años de franquismo-, cuál es la virtualidad de esas imágenes increíbles de la derechona cediendo ante las peticiones de ETA?. ¿Interesa para el objetivo de la resolución del conflicto vasco? ¿Los dirigentes políticos que negocian el fin de este conflicto pueden ver el mensaje que se esconde en el relato de los hechos de 1998?
Aquí nadie se ríe, nadie está para reírse, aquí estamos con el alma en vilo para que la racionalidad y la sensatez políticas se impongan sobre conductas viscerales, revanchistas y vengativas. Mirar hacia adelante es una obligación de quienes se miran a los ojos en la mesa de negociación. El «vidrio» que tanto ha mosqueado a la ultraderecha también es un mensaje para los demás. A buen entendedor, ya se sabe, pocas palabras bastan.