Últimamente, los pueblos despiertan por sorpresa. En estos tiempos de demolición de las certezas que nos adecentaban la vida, con frecuencia hemos tenido la sensación de que el pueblo dormía una larga siesta. «Vendrá la realidad y nos encontrará dormidos», dijo no hace mucho un importante filósofo. Pero no hay nada como un buen jarro […]
Últimamente, los pueblos despiertan por sorpresa. En estos tiempos de demolición de las certezas que nos adecentaban la vida, con frecuencia hemos tenido la sensación de que el pueblo dormía una larga siesta. «Vendrá la realidad y nos encontrará dormidos», dijo no hace mucho un importante filósofo. Pero no hay nada como un buen jarro de agua fría para despertar.
El pueblo donde vivo, Candeleda (provincia de Ávila, corazón de la España que todavía ronca), ha despertado gracias al agua. Es una curiosa asociación, la del agua y la ciudadanía, que está haciendo recordar la dignidad a más de uno.
Está el agua fría que corre, como la que desciende desde las cumbres de la sierra de Gredos por las gargantas que la llevan al río Tiétar… el agua que simboliza la vida, la juventud, la energía con la que comienza un nuevo día.
Y está la ciudadanía, esa condición de la gente despierta por excelencia, consciente de sus derechos… y consciente también de que se sostienen precisamente desde lo público, lo que es de todos y para todos, y que no puede nunca someterse a eso que llaman «el mercado» porque la condición de mero consumidor, de cliente, acaba en sinónimo de súbdito del rico.
Como el ladrón que opera mientras dormimos, de puntillas, el Ayuntamiento de Candeleda quiso entregar la gestión del agua a una empresa privada sin decir apenas nada, como si tal cosa. No pensaba que el pueblo despertaría sobresaltado, no contaba con que saltaría la alarma gracias a la Plataforma contra la Especulación Urbanística y Ambiental de Candeleda, un reducto ciudadano que nunca ha terminado de dejarse arrastrar por las formas contemporáneas que asume el dios Morfeo. La oposición municipal (PSOE e independientes) en un principio asumió la cuestión como una discusión rutinaria más en uno o dos plenos. No informaron motu proprio a nadie, no le dieron especial relevancia al tema. Se dejaron arrasar por la mayoría absoluta del PP, aposentados en su práctica habitual, permanentemente de espaldas a la ciudadanía, como si la política fuera eso, cosa de los políticos: las chispas de los plenos, el rodillo de las votaciones en el consistorio… y la cita con los electores una vez cada cuatro años.
Así que en el pueblo donde vivo se acabó la calma chicha. Se cuecen en sus calles los mismos procesos que están naciendo, tan explosivos como atomizados, en media España. La defensa de lo público genera fuerza ciudadana que se expresa desde fuera de las instituciones, reclamando antes que nada una democracia de verdad que pasa, por principio, por atrincherarnos en lo que es de todos y nos quieren arrebatar. Se cuece una suerte de consenso social por encima de identidades políticas a partir de factores comunes que nos unen sin distingos y que ponen en jaque el tinglado político-corrupto que nos viene sangrando durante años. Semillas de frente cívico que pueden germinar para morir en poco tiempo, o que quizás arraiguen… regándolas con el agua que es de todos y para todos.
En Candeleda, estos día salen a la calle muchas personas que llevaban mucho tiempo sin manifestarse. Se mojan públicamente, perdiendo el miedo al entramado de miedos que estruja al medio rural desde el franquismo; firman peticiones, acuden a asambleas, portan pancartas, debaten en los bares, en las comidas familiares, por las esquinas. Algunos vuelven a hablar en público después de mucho, mucho tiempo. Otros lucen chapitas con un grifo o un botijo, o reparten folletos que explican la estafa que urde el Ayuntamiento. En la última asamblea (más de cien personas abarrotando la sala de usos múltiples del Ayuntamiento), surgieron numerosos voluntarios de todas las edades para las diferentes tareas de agitación y propaganda… Se cosechan momentos de entusiasmo, esa rareza en estos tiempos, y se mezclan los jóvenes del 15M con la gente mayor que ya está harta de demasiadas cosas.
Así que la cultura de la chapuza neoliberal que abandera el PP está resbalando en el agua de Candeleda. En un municipio que, cosa extraña, tiene las cuentas saneadas, y cuyo servicio de abastecimiento de aguas es tan rentable que ha permitido reinvertir en él doscientos mil euros en los últimos cuatro años, propusieron privatizar la gestión del líquido elemento por treinta años a cambio de una mínima inversión de 500.000 euros. El pliego de condiciones del concurso para la adjudicación del servicio es tan ridículamente favorable a las empresas, que se presentaron nada menos que cinco, ofreciendo todas ellas el máximo posible de inversión (700.000 euros). Se disputan una perita en dulce, como si los vecinos de Candeleda fuéramos indígenas a los que exprimir en treinta años por la fascinación de un puñado de abalorios y espejuelos… o ingenuos durmientes a los que vaciar los bolsillos impunemente mientras resoplan.
Curiosamente, varias de las compañías que pugnan por hacerse con las aguas pertenecen al sector inmobiliario. La ganadora provisional del concurso candeledano, Aqualia, pertenece a Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), uno de los gigantes de la burbuja inmobiliaria española que ahora se ha apuntado con ganas a la que se está dando en llamar la burbuja hídrica. Y también es una inmobiliaria Inprocosa, la empresa que ha impugnado todo el proceso porque, casualidades de la vida, el ingeniero que redactó los pliegos perteneció en su día a Aqualia y ha participado también en la comisión técnica del consistorio que ha valorado las ofertas y ha inclinado la balanza en favor de la filial de FCC. Esto cierra el círculo: el pueblo que despierta, dice basta y pelea contra el tinglado que nos trajo el paro y la crisis galopantes y contra el entramado institucional que ahora avala la reconversión de todo el tejemaneje especializado en succionar recursos públicos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.