Las pasadas elecciones del día 24 de mayo de 2015 van a animar bastante el patio político español. Salvando las distancias, el asunto se asemeja al caso latinoamericano. En aquella zona del planeta, la aparición de ciudadanos que siempre habían sido «invisibles» en los censos, más una reacción de cabreo por parte de la gente, […]
Las pasadas elecciones del día 24 de mayo de 2015 van a animar bastante el patio político español. Salvando las distancias, el asunto se asemeja al caso latinoamericano. En aquella zona del planeta, la aparición de ciudadanos que siempre habían sido «invisibles» en los censos, más una reacción de cabreo por parte de la gente, dio lugar, a partir de 1998, a la llegada al poder de dirigentes como Chávez, Lula, Correa, Morales, Mújica, etc. Y eso trastocó el nuevo orden mundial que declaró Bush sénior en 1991. Aquellos países, como España o el resto de los países del mundo occidental, estaban pensados por los que mandan para que dos partidos de la cuerda del mercado se repartieran los gobiernos de acuerdo con mi teoría del huevo: huevo pasado por agua un tiempo y huevo duro otro pero todo sobre la base del huevo y su colesterol. Sin embargo, la llegada de «los rojos» estimuló sus historias y la Historia.
En España, el planteamiento de la Transición política desde Franco al Rey para que cambiara todo con el fin de que no cambiara nada, se ideó sobre la base de una derecha centrista (sigo sin saber lo que es eso) y una izquierda amaestrada que cada vez se autoamaestró más, como ha solido hacer la socialdemócrata a lo largo de su historia. Así nació el dúo UCD-PSOE, primero, y luego PP-PSOE. Todo iba bien hasta que llegaron los emergentes porque el personal se cansó de crisis y con alguien tenía que pagarlo.
Ciudadanos (que por fortuna no se llama Ciudadanos & Ciudadanas) y Podemos, simbolizan los deseos de cambiar por cambiar como cuando nos cansamos de unos muebles o de una camisa y llegamos a cogerles manía. Aquí, por regla general, no hay concienciación de nada, lo que hay es indignación, cabreo y envidias, lo de la concienciación y el cambio lo afirman Iglesias, Rivera y Asociados porque viven de vender como todo el mundo («todo se compra y se vende», cantaba Patxi Andion en su época). Si yo fuera político, a lo peor tenía que largar también lo de la conciencia del pueblo pero el pueblo que yo conozco en occidente es como la afición de un equipo de fútbol, que le grita a un entrenador que se quede y no se vaya cuando todo va bien y a los dos meses -como mucho- le chilla lo contrario.
Lo que procedería ahora es una alianza PP-PSOE, para qué nos vamos a engañar. Pero un PSOE que se ha presentado como «de izquierdas» por aquello de sus fundadores Pablo Iglesias o Largo Caballero, y la gente se lo ha creído sinceramente (a pesar de que Nicolás Redondo dijera que se arrepentía de haber dejado paso a Felipe González en Suresnes), y un PP que no es una derecha moderna europea sino un refugio de muchos elementos humanos de procedencia franquista y contrarreformista, provocan que el pacto no sea recomendable a menos que ambas derechas lleguen a un acuerdo para estar a la altura de las circunstancias y matar del todo al Viejo Régimen medieval-moderno y nacionalcatólico. La facticidad que comprobamos en ambos partidos («obras son amores y no buenas razones», «por sus hechos los conoceréis») lleva necesariamente a esta alianza, como sucede ahora en Alemania, sin ir más lejos, lo que ocurre es que allí tienen detrás a Lutero y aquí a San Vicente Ferrer.
El miedo a perder votos por parte del PP y el pavor a desaparecer del PSOE y dejarle el sitio a Podemos, también salen al paso de tal medida. Si ese pacto por ahora ficticio e imposible se produjera, Podemos y Cía. e IU quedarían como lo que son: una socialdemocracia estilo segunda postguerra mundial o España años setenta y parte de los ochenta. Y en torno a eso -lo menos malo- habría que levantar otra alianza. La dictadura occidental no da para más, eso lo saben en América Latina cuyos gobernantes heréticos están soportando el linchamiento mediático más cruel desde la caída de la URSS (más que los yihadistas y eso que los latinoamericanos están más cercanos a nuestra cultura). Desde eldiario.es hasta La Razón, pasando por El País, El Mundo, Abc, La Sexta, Antena 3 TV o 13 TV, todos -sean «progresistas» o «conservadores»- esencialmente unidos contra los subversivos de nuestros países hermanos mientras Inglaterra sigue con su Commonwealth y pensando en largarse de Europa, eso se llama coherencia cultural por nuestra parte, sí señor, y venta de las marcas España o Hispanidad. Hasta el Iglesias de Podemos se calla ahora lo que ayer bramaba contra los ataques a América Latina («¿por qué no te callas, Maduro?», parece musitar el profesor).
El cuento que acabo de narrar originaría una vuelta del bipartidismo de facto. Luego, el tiempo iría colocando a cada uno en su lugar. Podemos y Ciudadanos comenzarían a desgastarse, IU se hundiría del todo con su comunismo sustancialmente válido pero borrado de las mentes de mayores y jóvenes -tanto por el sistema como por los propios y avergonzados militantes de IU- y acaso el dúo PP-PSOE volvería a escena por separado y no pasaría nada esencial aunque sí quedaría la huella de que hay que portarse mejor y no meter tanto la mano en el erario público porque el privado es otro tema que la prensa no puede tratar para no morder la mano de quien le da de comer aunque sea fatal.
Transcurridos unos años, incluso se verían a miembros de Podemos pululando por el PSOE o al revés -como en todos estos años ha ocurrido y ocurre con antiguos comunistas del PCE o del trotskismo- o del PSOE en el PP o de Ciudadanos en el PP o al revés, es decir, el mapa sería parecido con algunos cambios que representarían la síntesis de una situación hoy tensa pero sólo en su superestructura del juego político.
Nunca pasa nada, estamos en el mundo del huevo como base de actuación. El huevo es la línea roja, quien la intente pasar que se atenga a las consecuencias, ¿o es que se cree alguien que estamos en democracia? Ya sé que Corea del Norte es una dictadura. Y Cuba, si quieren y el Vaticano también. Y la India y Marruecos. Pero yo estoy hablando de nosotros que decimos que somos los buenos en la obra del gran teatro del mundo. Los demás, se da por hecho que lo hacen mal, para eso son los malos. Claro que, sí, sí, lo comprendo, lo nuestro es lo menos malo, anda que no llevamos tiempo con esa monserga inmovilista. Y lo comprendo también: nos ha traído tanta felicidad…
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