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La Boda Roja: fin de la forma-de-vida y ética moderna

Fuentes: Rebelión

La cabeza de Ned Stark sigue rodando. La conmoción que causara la escena de la «boda roja» en donde Robb y su esposa, el futuro Eddard Stark y Catelyn fueron asesinados provocó que los «trends» en el twitter con las palabras «Stark» y «Games of Thrones» se dispararan. ¿Por qué la conmoción con la súbita […]

La cabeza de Ned Stark sigue rodando.

La conmoción que causara la escena de la «boda roja» en donde Robb y su esposa, el futuro Eddard Stark y Catelyn fueron asesinados provocó que los «trends» en el twitter con las palabras «Stark» y «Games of Thrones» se dispararan. ¿Por qué la conmoción con la súbita masacre de los Stark? El decapitado Eddard Stark, columna moral de la casa de los Stark, representa la ética e identidad moderna. La masacre de los Stark es parcialmente nuestra muerte; el fin de nuestra forma-de-vida como modernos. En la segunda escena de la serie/novela se ve a Ned, luego de decapitar a un desertor de la Guardia de la Noche, comentarle a Bran lo siguiente:

«In truth, the man was an oathbreaker, a deserter from the Night’s Watch. No man is more dangerous. The deserter knows his life is forfeit if he is taken, so he will not flinch from any crime, no matter how vile. But you mistake me. The question was not why the man had to die, but why I must do it […]Yet our way is the older way. The blood of the First Men still flows in the veins of the Starks, and we hold to the belief that the man who passes the sentence should swing the sword […] One day, Bran, you will be Robb’s bannerman, holding a keep of your own for your brother and your king, and justice will fall to you.»

La imposibilidad de la ética-Stark en el juego es una metáfora a la descomposición de las formas-de-vidas en la modernidad (…the older way); pone fin a la narración ilustrada, quizás más correspondiente a una visión kantiana, de valores e imperativos morales, como el de justicia, de un carácter trascendente. Ello, sin obviar, de que la composición familiar de los Stark es lo más parecido a la composición familiar moderna: familia patriarcal, esposa-madre, hijos varones que le siguen al mando luego del padre, hijas en preparación a ser princesas-esposas-madres, mascotas (lobos) y hasta un bastardo. De igual modo, la ética-Stark lleva paralelamente una visión de un deber-ser (…why I must do it) del Estado moderno, o si se quiere, de una razón de estado en la modernidad. «[W]e hold to the belief that the man who passes the sentence should swing the sword» sentencia el Ned siendo su propio cuerpo casa de justicia y casa del juicio al mismo tiempo. De igual modo, luego de que Rickard Karstark vengara la muerte de sus hijos matando a Willem y Teon Lannister, Robb Stark, como encarnación de su padre, sentencia a muerte a Rickard, aliado de los Stark, incluso ignorando las advertencias de su madre, esposa y tío pues perdería importantes aliados para la guerra. Para Robb el ajusticiamiento tras el asesinato lo niños Lannister era lo «honorablemente correcto hacer». De nuevo, la alusión al honor, a lo correcto, a la ley (el I must do it) emana de esa ética-Stark que en última instancia le costó tanto al propio Eddard.

Lo que es lo mismo: la imposibilidad del «rule of law» o del «imperio de la ley», en su sentido moderno, en el juego. Cuando el mando vertical de la ley, y por ende la justicia de Estado, no puede competir con la forma-rizoma del juego. El juego, en el punto que nos encontramos, subsiste a fuerza de hechos, no de derechos. Stark, en todo caso, representa esa idea moderna en que la casa de la justicia y la casa del juicio se funden en un solo acto: el momento en que el Estado se presenta como Estado: cuando le recuerda al súbdito que es el hacedor y ejecutor de la justicia en la Tierra.

Curiosamente Robb muere por oathbraker, por quebrantar su juramento, al igual que el desertor de la Guardia de la Noche a manos de su padre (¿y por qué no? también por amor ¿o ilusión?) a contraer matrimonio con una de las hijas de Lord Walder Frey. A diferencia de Robb, Tyrion Lannister entiende el juego acertadamente y accede a casarse con Sansa Stark por encargo de su padre mientras se encuentra enamorado de Shae.

La imposibilidad de restaurar el «Ancien Régime»

Justo antes de su muerte, Talisa Maegyr, esposa de Robb Stark, le confiesa a su esposo que ya tiene nombre para su futuro hijo y que de ser varón se llamaría como su padre: Eddard Stark. En la escena, el primer ataque es en contra el feto que lleva en su vientre, futuro Eddard Stark: se afirma la imposibilidad, o al menos la no deseabilidad, de una reencarnación de Ned. De nuevo, se asevera sangrienta y explícitamente la incompatibilidad de la ética-Stark en el juego. Los jugadores están preparados para cabalgar y mover sus fichas según dicten los postulados de la necesidad. El juego, en última instancia, es aquel que exige la construcción de hechos de fuerza y los que acarrean, en su propia lógica maquiavélica, el movimiento entre la virtud, la fortuna y la necesidad. Maquiavelo podría explicar los fatales desenlaces de los Stark. Para los Stark la fortuna ha cambiado más no su virtud; no han obrado, en todo caso, partiendo del estado real de las cosas, sino más bien de cómo deberían ser. «[V]ariando la fortuna, y empeñados los hombres en no cambiar de conducta, prosperan mientras los tiempos están de acuerdo con ésta, y, en faltando dicha conformidad, se arruinan» sentencia el filósofo florentino.

Algo que entienden muy bien Lord Varys y Little Finger (http://www.youtube.com/watch?v=TVmIT55j7yA). El hecho de fuerza da cuenta del juego-rizoma, de la no-ley en el juego, pues el juego, o el ladder (escalera) como apuntara Lord Baelish (Littlefinger) lo es todo: constituye la verdad real y última. El juego-rizoma es el «caos» en donde impera el hecho de fuerza, donde los antiguos tratados entre clanes, familias, reinos con fuerza de ley pierden su valor; en donde la lealtad y la ética transcendente pierden toda efectividad. Imperan el desorden, las traiciones, venganzas, saqueos, torturas interminables, nuevas y frágiles alianzas y sí, uno que otro acto de amor.

Al igual que los Stark, a nosotros, animales modernos, se nos mueve el suelo de la Historia y vamos montados en un silloncito sobre ruedas [1].  Ante ella vemos pasar el status quo y la imposibilidad de un regreso a la forma-de-vida anterior. Las rebeliones, movimientos y protestas por un lado; por el otro los renovados ataques neoliberales y represiones estatales que hemos presenciado recientemente, cada vez a una escala mayor, exponen el momento-caos en que se vive. La primacía del estado de excepción da cuenta de que el hecho de fuerza constituye, para y desde el poder, el único elemento normativo para controlar las fuerzas constituyentes y rebeldes. La igual apatía popular por parte de grandes sectores de la población hacia los actos de rebelión da cuenta, a su vez, de una resistencia conservadora que anhela el status quo del ancien régime. Seguimos, de muchas maneras, atrapados por la modernidad.

Los hechos de fuerza han tronchado irremediablemente el anhelo de los Stark para reunir su familia y soñar con una vuelta al pasado. Así lo confirman las últimas súplicas de Catelyn, dirigidas a Walder Frey, quien pronuncia su linaje «real» como fuerza vinculante para el perdón de la vida de su hijo. La negativa de Frey marca en definitiva el cambio en las reglas del juego: la imposibilidad de regresar al ancien régime.

Daenerys y Spinoza: la pequeña multitud

¿En dónde queda la multitud? ¿Habrá un asomo para que con Spinoza la multitud surja como activa protagonista en el juego? Por lo pronto, en esas lindes, Daenerys Targaryen, con Maquiavelo y Spinoza, se forja su propia multitud; no solamente es respetada y goza de la lealtad de sus súbditos (dos valores evidentemente ganados; no heredados de algún linaje o su casta como heredera legítima al trono) sino que se hace amar (hasta el momento). Le comenta Sir Jorah Mormont:

You have a good claim: a title, a birthright. But you have something more than that: you may cover it up and deny it, but you have a gentle heart. You would be not only respected and feared, you would be loved. Someone who can rule and should rule. Centuries come and go without a person like that coming into the world. There are times that I look at you, and I still can’t believe you’re real.

Daenerys es maestra del vínculo y de los afectos; tanto así que fue capaz de crear, producir, un vínculo amoroso con el bárbaro de Khal Drogo. Así, se ha abierto paso a una fidelidad no encontrada en las otras familias y castas aspirantes al trono: cuenta con un vínculo afectivo (producido) entre hombres libres y su mando. Con Spinoza, Khaleesi ha instaurado un vínculo afectivo entre mando y obediencia teniendo como principio básico la libertad (no cuenta con esclavos en su ejército); ha instaurado la obediencia no como acto burdo y torpe de dominación (tipo Lannister), sino como acto de voluntad. En última instancia, contrario a la ética-Stark, Daenerys (nuevamente con Spinoza) reta la versión de Dios como hacedor y ejecutor de leyes; para ella no es la forma-ley lo que le confiere poder, tampoco su linaje «real» (error que cometiera su hermano), sino que es el vínculo social basado en una relación de libertad lo que le da pie para formar su pequeña multitud.

¿Una esperanza antimoderna?

¿Habrá espacio y posibilidades para la construcción de una renovada esperanza y narración emancipadora en el caos que se vive en nuestra contemporaneidad? Sugiere el Comité Invisible en la Insurrección que llega: «En realidad, la descomposición de todas las formas sociales es una oportunidad. Es para nosotros la condición ideal para una experimentación masiva, salvaje, de nuevos arreglos, de novedosas fidelidades». La modernidad es, ante todo, «…esa historia que acordamos repetirla una y otra vez hasta que olvidamos que una mentira». De manera que como sugiere el autor checo Milan Kundera: «…hoy la única modernidad digna de ese nombre es la modernidad antimoderna»; aquella que nos lleve finalmente a un nuevo pacto: a nuevos arreglos y novedosas fidelidades. Pero antes, y con el grito de rechazo que ya se escucha hacia esa modernidad, habrá que asumir el caos, el «ladder», que no es otra cosa que el movimiento real. De lo contrario, estaremos sentenciados a seguir viendo la cabeza de Ned Stark rodar permanentemente.

Notas:

[1] Milan Kundera recordando las palabras de Albert Camus en su obra «El Telón: ensayo en siete partes». 


César J. Pérez Lizasuain ha sido profesor de Ciencias Políticas y Derecho en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Aguadilla; y de la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, Mayagüez, Puerto Rico.

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