La dimisión de la dirigente madrileña supone una nueva victoria del sector más ultraconservador encabezado por Buxadé y avalado por Abascal, en un momento en el que el partido de extrema derecha encaja la pérdida de afiliados y no aclara las sospechas sobre su financiación.
Vox está en crisis desde que en las últimas generales perdió 19 diputados en el Congreso. A las expectativas incumplidas durante el último ciclo electoral –la extrema derecha apenas creció unas décimas y no consiguió superar al PP en ninguna de las citas con las urnas– se sumó, la pasada primavera, el surgimiento de otro partido ultra encabezado por el agitador Alvise Pérez, que consiguió tres escaños en el Parlamento Europeo y que roba desde entonces votantes a la formación de Santiago Abascal. También han aflorado los problemas económicos del partido y las sospechas sobre su financiación. Todo ello ha propiciado un convulso clima interno en el que han aflorado las discrepancias políticas pero también personales, que en los últimos meses se ha traducido en ceses y dimisiones.
La última se produjo este jueves. Una de las figuras más relevantes e incendiarias del partido prácticamente desde su fundación, Rocío Monasterio, decidía dimitir de su cargo de portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid y dejar la política. Lo hacía menos de 24 horas después de que la dirección nacional del partido le comunicara su cese como líder de la extrema derecha en la región y su sustitución por José Antonio Fúster, al que se considera de un perfil aún más ultraconservador que el de la arquitecta. En la portavocía de la Asamblea, Abascal colocó a Isabel Pérez Moñino, también alineada con el sector duro. Con todo, se abre así una nueva crisis interna en Vox, que acumula meses convulsos.
Respecto a la salida de Monasterio, dentro del partido fueron pocos a los que pilló de sorpresa la decisión de Abascal, que ni siquiera fue quien se la comunicó a la exdirigente sino que delegó en el secretario de Organización de Vox, Ignacio Garriga. Desde hace años existe una pugna interna entre el sector encabezado por Monasterio y su marido, Iván Espinosa de los Monteros, al que se considera más de corte “liberal”, y otro aún más extremista, en el que se ha solido ubicar al hoy eurodiputado y vicepresidente Jorge Buxadé, que se inició en política en varias candidaturas de Falange y está vinculado al Opus Dei. Por el momento es este último el que va ganando la batalla, siempre con el beneplácito de Abascal.
El precedente de Espinosa
En agosto de 2023 Espinosa dimitió. Dejó tanto los cargos en el partido como su acta de diputado al confesar haber perdido la confianza de Abascal. El sector de Buxadé siempre lo consideró demasiado ‘blando’ y, además, acumuló críticas internas por algunas decisiones parlamentarias. Monasterio, que mantenía esa misma pugna con el sector contrario a su marido, aguantó al frente de Vox en Madrid hasta esta semana. Pero el miércoles la dirección de Abascal la fulminó del esquema orgánico y, un día después, ella decidió marcharse, cuestionando públicamente a la ejecutiva de su partido.
Unas pocas horas antes de que se conociera la destitución de Monasterio, la crisis interna se evidenció en un intercambio de mensajes de X entre Espinosa de los Monteros y Hermann Tertsch, eurodiputado de Vox alineado con el ala más dura. El exportavoz reprochó a Tertsch su actitud ante el voto favorable de la extrema derecha a la ley que ha incorporado la convalidación de penas en el extranjero, que desde la derecha se considera una cesión del Gobierno a EH Bildu pese a ser apoyada por PP y Vox. El eurodiputado, en un mensaje anterior, había lamentado el “error” pero en ese mismo tuit quiso recordar otros “errores” de la etapa en la que Espinosa encabezaba el Grupo Parlamentario de Vox.
“Comprendo las dificultades que están pasando, pero lamento que personas por las que siento afecto pierdan la prudencia. Seguramente lo hacen descontando que yo la voy a mantener, pese a todo. En eso aciertan. Pero Vox se equivoca de enemigo. El enemigo lo tenemos delante; no disparéis a los lados”, le escribió Espinosa a Tertsch, en un mensaje en X. Este intercambio de reproches pudo ser el desencadenante que acabó con el cese de Monasterio.
Ante la prensa, ella se mostró este jueves satisfecha de haber “contribuido al partido desde su fundación, cuando las cosas eran difíciles, cuando el espíritu de todos era limpio y cuando el partido destacaba por la solvencia de muchos de sus miembros”. Y acusó a la dirección de elegir a su sucesor a dedo. “El de Vox Madrid era el único Comité Ejecutivo Provincial que quedaba en España votado y dirigido por todos sus afiliados”, recordó, para después criticar los modos del equipo de Abascal en los últimos años: “El secretario general y el presidente tienen la potestad de nombrar a dedo al siguiente comité ejecutivo de Vox Madrid, gracias a las sucesivas enmiendas que se han ido presentando de nuestro estatuto”.
El que será su sucesor al frente de Vox en Madrid, José Antonio Fúster, aseguró después lamentar la decisión de Monasterio y “su interpretación de cómo ha ocurrido”, sin aportar más detalles.
Como denunciaba Monasterio, el círculo más cercano a Abascal –en el que además de Buxadé están Garriga o Fúster– ha ido tomando el control del partido al margen de la militancia, todo ello en un contexto aciago para Vox, que no solo no termina de despegar como posible alternativa al PP sino que se ha estancado, según todas las encuestas. En busca de ampliar el electorado en un contexto en el que Alvise Pérez le roba votantes con mensajes aún más extremistas, Abascal tomó en julio la drástica decisión de salir de los cinco gobiernos autonómicos que compartía con los populares –no, en cambio, de las decenas de ayuntamientos que comparten–, aduciendo que los de Alberto Núñez Feijóo se habían plegado a las exigencias del Gobierno en materia de inmigración por abrirse a acoger en sus autonomías a niños migrantes.
Bajas y ceses constantes
El gesto evidenció el cisma interno de Vox. Justo después se produjo una sangría de abandonos de cargos institucionales y orgánicos que no estaban de acuerdo con la ruptura. Varios consejeros autonómicos desobedecieron al líder y permanecieron con esos gobiernos presididos por los de Feijóo y anunciaron que dejaban el partido. El goteo de bajas desde entonces no cesó, aunque ya había comenzado meses antes, tras la Asamblea General extraordinaria celebrada en enero, en la que el líder fue ratificado en su cargo sin oposición interna que al menos se expresara como tal de forma pública.
Por entonces el partido ya había empezado a sufrir un notable descenso de afiliados, según se pudo comprobar en las cuentas de 2023 que colgó Vox en su web. La mitad del censo de afiliados no pagaban sus cuotas. Aunque el partido tiene registrados cerca de 67.000 militantes, solo 35.000 están al corriente de pago, lo que ha supuesto para Vox además una importante merma de ingresos en ese ejercicio por este concepto.
Precisamente en ese ejercicio Vox recibió un préstamo de nueve millones de euros de un banco húngaro con el objetivo de financiar las distintas campañas electorales de ese año: autonómicas, municipales y las generales anticipadas. Aunque en un inicio el partido de extrema derecha evitó concretar de dónde procedía ese dinero, el pasado 26 de septiembre el medio de investigación Vsquare señaló directamente a una entidad financiera: MBH Bank.
Se trata, según ese mismo medio, de “un gigante financiero formado a partir de la fusión de tres entidades” y que en parte “”es propiedad de Lőrinc Mészáros, el empresario más rico de Hungría y amigo de la infancia de Orbán“. Además, según desveló elDiario.es el 30 de septiembre, el banco húngaro tiene como mayor accionista a Corvinus International Investment, una firma de inversión controlada al 100% por el Estado magiar presidido por Viktor Orbán. Y es, además, de una de las firmas que estuvieron detrás de la oferta pública de adquisición (OPA) lanzada por Magyar Vagon sobre el fabricante de trenes Talgo, que el Gobierno vetó por razones de ”seguridad nacional“.
La legislación española en vigor –en concreto, el artículo 7 de la ley de partidos– establece que “los partidos no podrán aceptar ninguna forma de financiación por parte de Gobiernos y organismos, entidades o empresas públicas extranjeras o de empresas relacionadas directa o indirectamente con los mismos”. El propio Vox ha admitido que ha sido financiado, a través de ese préstamo de nueve millones, por parte de un banco que tiene como primer accionista al Estado húngaro.
La “gira” de Abascal
En medio de la crisis orgánica acentuada este miércoles por el cese de Monasterio y ante los problemas financieros ya citados, el objetivo de Abascal ahora es recuperar el terreno perdido y captar nuevos afiliados y simpatizantes. Por eso ha iniciado una suerte de “gira” por toda España con la que pretende reconectar con ese electorado que haya podido marcharse al proyecto de Alvise o se esté planteando votar al PP. La ya ex líder de Vox en Madrid volverá a la “actividad privada”.
“La política para mí ha sido siempre un acto de servicio a España y a los españoles. Intentar aportar algo a la sociedad y no como un puestecito del que vivir eternamente. Retorno ahora a mi actividad privada donde es probable que haga más vivienda que la señora Ayuso en cuatro años”, ironizó, este jueves, recordando así que se dedica a la arquitectura.