La cosa es armar camorra. Aunque eso obligue a decir sandeces como castillos. Pretender que la retención de dos militantes del PP en una comisaría durante cuatro horas, a lo largo de las cuales se les instruyó de todos sus derechos, no se les fichó y ni siquiera se les privó del uso de sus […]
La cosa es armar camorra. Aunque eso obligue a decir sandeces como castillos.
Pretender que la retención de dos militantes del PP en una comisaría durante cuatro horas, a lo largo de las cuales se les instruyó de todos sus derechos, no se les fichó y ni siquiera se les privó del uso de sus teléfonos móviles, es «el más grave atentado contra las libertades que se haya producido desde la instauración de la democracia», como ha dicho un quídam del PP, que al parecer no ha oído hablar ni del 23-F ni de las torturas refrendadas en sentencia firme, es una sandez de ese género. Pero monta bulla, que es de lo que se trata.
Quien se supera cada día a sí mismo en su afán por enredar, venga o no a cuento, es el portavoz del PP en el Congreso, Eduardo Zaplana. Un personaje verdaderamente insaciable, capaz de liarla incluso dentro de su propio partido, si se tercia (y se tercia cada dos por tres, como sabemos todos los que seguimos la actualidad política alicantina).
La que montó anteayer Zaplana a costa de Navarra fue de las más completas que figuran en su palmarés. Convocó por su cuenta y riesgo una conferencia de prensa para anunciar que el presidente navarro, Miguel Sanz, iba a promover una iniciativa, consensuada con el PP, para que se suprima la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución, que dictamina que sólo la propia ciudadanía navarra, mediante referéndum, podrá decidir si quiere o no quiere vincularse más estrechamente con la Comunidad Autónoma Vasca. Zaplana, que sabe de esos asuntos lo mismo que de física cuántica –si es que no menos–, sostuvo que la derogación de esa disposición constitucional permitiría «dejarnos ya de hablar de posibilidades, centros de diálogo, colaboración o cooperación entre comunidades autónomas».
Eso, para empezar, es falso, porque tales «posibilidades» figuran también, y muy explícitamente, en la Ley Orgánica de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra –en el Estatuto de Autonomía navarro, por así decirlo–, con lo que la supresión de la Disposición Transitoria Cuarta no cortaría de raíz con nada.
Pero lo peor no es eso, sino que Zaplana realizó tan solemne anuncio sin tomarse el trabajo de confirmar que el presidente de Navarra y su Gobierno, que funciona en coalición, iban a hacer lo que él decía. Y resultó que no. El propio Sanz hubo de apresurarse a declarar que, aunque había hablado de esa posibilidad con el PP, no se la había planteado en concreto. Y con razón, porque, para tratar de ponerla en práctica, necesitaría el respaldo de su socio de Gobierno, CDN, cuyo presidente, Juan Cruz Alli, se limitó a decir que «ni se molesten en plantear ese debate estéril, partidista y sin fundamento».
Con lo cual, y por resumir, Zaplana hizo el ridículo. Una vez más. Pero todo sea por el bien de la camorra.