El relato «La redada fue ordenada por el juez Fernando Grande-Marlaska y comenzó en plena noche, en torno a las 2.20 de la madrugada. A partir de esa hora, la Policía española arrestó en Sarriguren a Edurne Sauzo Madariaga, de 33 años; en Gasteiz a Koldo García Llorens, de 30 años; en Noain a Miguel […]
El relato
«La redada fue ordenada por el juez Fernando Grande-Marlaska y comenzó en plena noche, en torno a las 2.20 de la madrugada. A partir de esa hora, la Policía española arrestó en Sarriguren a Edurne Sauzo Madariaga, de 33 años; en Gasteiz a Koldo García Llorens, de 30 años; en Noain a Miguel Ángel Llamas Montoya, de 30 años; y en Azoz a Oihana Odria Montenegro, también de 30 años.
Todos ellos fueron acusados de formar parte de «la estructura de propaganda de Askatasuna», y en concreto de gestionar la web apurtu.org.
Por su parte, la Guardia Civil comenzó a sacar de sus domicilios a otras seis personas, acusadas de formar parte de «la estructura de Ekin» en Nafarroa. En concreto, fueron arrestados Xabier Beortegi Martínez, en el barrio de Errotxapea de la capital navarra; Iñigo González Etayo, en Barañain; Gorka Zabala Zia, en Zizur; Jon Patxi Arratibel Garziandia, en Etxarri Aranatz; Gorka Mayo Hermoso de Mendoza, en Bidaurreta; e Iker Moreno Ibáñez, de 24 años.
La detención de este último, hijo del dirigente de la izquierda abertzale Txelui Moreno, se llevó a cabo en Atarrabia, en casa de una prima. «A las 3.15 o así han tocado el timbre de mi casa, he abierto la puerta y he visto que traían a mi hijo a modo de parapeto -relató el propio Txelui Moreno-. A mi mujer y a mí nos han hecho salir al rellano de la escalera, y al otro hijo lo han sacado en volandas, en pijama y descalzo. Han entrado cinco o seis agentes como locos, con escudos, cascos y armados hasta los dientes, como si fueran a enfrentarse a un gran enemigo o a derribar algo. Han ido por toda la casa pegando gritos y abriendo puertas y armarios».
Txelui Moreno les pidió la orden judicial de registro y les preguntó por qué entraban a su vivienda sin testigos, a lo que le respondieron que «allí mandaban ellos» y que «iban a hacer lo que quisieran».
Unos 20 minutos después llegó la secretaria judicial, quien no dio importancia a la actuación de los agentes. «Vienen aquí a precintar el piso y lo van a precintar», se limitó a decir.
Sobre las 3.45 les sacaron a la calle y después los agentes llevaron a Iker Moreno a su piso de Uharte, que también fue registrado. Un par de horas después regresaron al piso de Txelui Moreno, sito en Burlata, y se llevaron documentos que él utiliza en ruedas de prensa, de análisis políticos, de la situación en Nafarroa, un disco duro, pegatinas, fotografías y camisetas del instituto Askatasuna que habían hecho para sacar dinero para el viaje de estudios.
La checa
Todos ellos -me refiero a los detenidos- son gente que trabaja a la luz del día, que andan por la calle, hablan en la acera, visten de normal y disfrutan de la amistad y la vida. Sólo adolecen de un mal, no tolerado en la democracia española: discurren, tienen pensamiento propio, se manifiestan y denuncian públicamente la injusticia, la tortura, el maltrato, la rebaja de pensiones… Por eso les detienen.
Había oído hablar de la Checá de 1917, de la ojrana zarista, que suprimían, callaban y liquidaban al adversario político. Hoy los checas del estado español se embozan y acuden a las dos de la mañana a detener en su noche a los que caminan de día bajo el sol. Son sombras de mal agüero.
Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
«En la España republicana, también recibieron el nombre de checas los locales que durante el golpe militar utilizaron algunos organismos (a menudo parapoliciales) para detener, interrogar y asesinar».
Y también les sacaban de sus casas y mazmorras a las 2 de la mañana y desaparecían en lugares desconocidos. Luego muchos yacían asesinados en ribazos, torturados y en la cárcel.
«A última hora de ayer, 19 de enero, las once personas detenidas en diversas localidades de Nafarroa, en Gasteiz y en Andoain continuaban en paradero desconocido. A sus familiares sólo les comunicaron que estaban incomunicados, pero les ocultaron incluso si habían sido trasladados o no a dependencias policiales de Madrid. Según informó el movimiento pro amnistía, los abogados solicitaron el «habeas corpus» y la aplicación del protocolo contra la tortura, pero no fue admitido para ninguno de los detenidos».
Es habitual no sólo en Colombia, también hoy entre nosotros. La checa: lo ocurrido esta semana en Iruña con el PSOE y su policía como protagonista.
A los policías y guardiasciviles «se les pidió la orden judicial de registro y se les preguntó por qué entraban a sus viviendas sin testigos, a lo que le respondieron que «allí mandaban ellos» y que «iban a hacer lo que quisieran». El clásico por cojones guardiacivilero. Unos 20 minutos después llegó la secretaria judicial y consideró normal la actuación de los agentes. «Vienen aquí a precintar el piso y lo van a precintar», se limitó a decir.
Y, por supuesto, como entonces también hoy ocurre con la colaboración y al mando de jueces y fiscales. A esto se llama justicia cuando debiera denominarse checa y mafia. Antes como ahora. Y lo ocurrido en Túnez no deja de ser lección para nosotros.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.